Arte Correo en Latinoamérica:
una apuesta por la Utopía

 

E lías A dasme (*)


Hablar de Arte Correo en Latinoamérica es hablar de una práctica artística cuya génesis está íntimamente ligada al turbulento período de represión política y cultural de los años sesenta y setenta en el continente. Si bien es cierto que, desde las pioneras propuestas de Ray Jhonson y su interactivo “Add and Pass”, surgidas en Nueva York, como una respuesta alternativa a los circuitos tradicionales de producción, difusión y consumo de la obra de arte, el Arte Correo se expandió rápidamente por todo el planeta; podemos decir que en Latinoamérica dicha “expansión” obedeció más bién a situaciones puntuales con claras motivaciones históricas, que a una mera inquietud formalista.

Al igual que en el resto de la sociedad, cientos de creadores e intelectuales fueron apresados, torturados, desaparecidos y/o ejecutados por los poderes de facto de la época, lo que hacía insoslayable una labor de “resistencia cultural”de los artistas, por un lado, y por otro, la preservación de valores como la justicia y la libertad en su proyección política.Una labor de recomposición del tejido social en su entramado histórico. Es en este contexto donde empieza a connotarse claramente el aspecto crítico y solidario del arte correo latinoamericano. Los casos de la desaparición de Palomo Vigo, hijo del artista correo argentino Edgardo A. Vigo, el destierro del artista chileno Guillermo Deisler y el encarcelamiento de los artistas uruguayos Clemente Padín y Jorge Cerballo, sólo por mencionar los más emblemáticos, entre muchos otros, hicieron que los artistas se volcaran a la denuncia y al testimonio sobre la dramática realidad que vivían al interior de sus respectivos países. Adoptan entonces el formato postal, como vehículo de expresión y comunicación, que intentaba superar (no siempre) la férrea censura imperante. La emisión de sellos de goma caseros, la producción de tarjetas postales desprovistas de su función turística y comercial, al igual que la aparición de publicaciones alternativas (en ese entonces se les llamaba marginales) como los fanzines, el video-arte con énfasis en lo documental, y otras manifestaciones de claro corte contestatario, cimentaron un circuito internacional de comunicación creativa que -me atrevería a asegurar- constituye hoy, el antecedente histórico más cercano a la red Internet.

Desde esos tiempos hasta el presente, mucha agua ha pasado bajo los puentes. La realidad latinoamericana y mundial ha cambiado significativamente, aún cuando persisten las raíces de viejos problemas, sumados a unos nuevos, que hacen de la región altamente volátil e inestable en su aspecto político y económico. En el plano cultural, la inevitable institucionalización y absorción comercial de las posturas “vanguardistas de los sesenta, posturas que funcionaban como el engranaje principal o soporte teórico de una serie de manifestaciones artísticas como el performance, el video arte y el arte correo, hacen ver en la actualidad, a gran parte de estas producciones, como carentes de sentido en sus mensajes, repetitivas o académicas en su desarrollo como lenguaje y agotadas en cuanto a su potencialidad de renovación y cambio. Esto se debe fundamentalmente al propio desgaste de las propuestas (muy natural, por cierto) y a la claudicación ante el mercado y el dinero, por parte de algunos artistas, que ven en ello una manera de “salvaguardar” su propia práctica, entendida bajo los términos de trayectoria y prestigio. En otras palabras el abandono de la utopia, como el “leif motive” de la práctica artística.

Pero no todo es tan dramáticamente negativo. De todas las manifestaciones señaladas, es en el arte correo producido hoy en Latinoamérica, donde percibimos con una mayor y esperanzadora claridad, la “reinvención” de los postulados vanguardistas no tan sólo de los sesenta, sino también un estrecho acercamiento a las ideas dadaístas de principios del siglo XX. El viejo sueño de cambiar no tan sólo el arte, sino la vida, sigue vigente en la obra y el accionar de muchos artistas correo de México, Argentina, Uruguay, Colombia y Chile. Porque, como afirmara al principio, la realidad inmediata del continente en su devenir histórico, es la que crea las condiciones necesarias para una obra de arte entendida más como proceso, que como objeto, característica principal del arte correo. Desde esta óptica, el arte ya no es un simple reflejo de la realidad, sino la realidad misma, entendida como materia prima en la construcción de la obra de arte. La dinámica de la historia asumida como acto creativo y de comunicación.

A manera de ejemplo, cuando el colectivo AUMA (Acción Urgente Mail Art) lanzara la convocatoria de acción urgente “Postales por Vieques”, (http://www.adasme.net/ArteCorreo/ViequesExpo.html) en la cual se pedía solidaridad con la isla puertorriqueña usada durante sesenta años como campo de entrenamiento militar por la Armada estadounidense; además de crear un circuito internacional de comunicación creativa con el envío de postales, se estaba denunciando ante la opinión pública mundial, una realidad específica, siendo cronistas al mismo tiempo, de un momento determinado, apostando por una solución humanista al problema planteado y reivindicando la vigencia del sentido crítico del arte. La casi totalidad de los trabajos recibidos y circulados por correo regular y electrónico, enfatizaban en el atropello de las fuerzas del poder y su anhelo por el cese inmediato de tal situación.

 
 

Son estos aires de “humanismo solidario” los vectores que salvan al arte correo de su absorción comercial y de su institucionalización, situándolo en alianza o fusión con los movimientos de resistencia civil, tan necesarios en estos tiempos de globalización. Novedoso aspecto ante el cual debemos estar atentos, puesto que le da continuidad e identidad histórica a una práctica artística constantemente amenazada. Desde el silencio de la crítica oficial al anquilosamiento o la apatía prejuiciada de algunos artistas.

Es muy cierto que pareciera inoportuno hablar de “vanguardias de arte” en estos tiempos postomodernos en que la falta de compromiso político y social, más los cantos de sirena del neoliberalismo mercantil, prácticamente anulan todo intento de criticismo en el arte, pero si observamos con detenimiento el protagonismo (en la mayoría de los casos, no deliberado) que ha ido adquiriendo la producción de ciertos sectores que históricamente han sido rechazados por los circuitos tradicionales del arte, (los grafitteros, por ejemplo, los fanzines de círculos universitarios, o los colectivos de poetas, performers y arte correo formados espontáneamente en la red Internet) nos daremos cuenta de que, efectivamente, constituyen un vivo y dinámico ejemplo de una “avanzada” o “punta de lanza” en la construcción de nuevos espacios de libertad y de creación. Y eso es ser vanguardista y tiene que ver con la utopía, en Latinoamérica, hay más que terreno fértil para ello.