Edgar
Hechevarría (Cuba): Energía,
instalación / FOTO: Ximena Narea
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Varias
semanas después de su culminación, la Novena Bienal
de la Habana sigue siendo tema de conversación en el ambiente
artístico, al menos en Cuba. Acometeré su análisis
sin aun contar con la valoración conjunta del colectivo de
sus curadores, lo cual presupone asumir de manera parcial su enjuiciamiento,
aunque no descarto que mis reflexiones sean compartidas por uno que
otro de mis colegas.
Ya
los textos de los curadores Herrera Ysla y Noceda Fernández
– publicados a manera de ensayos en el Catálogo General
y reproducidos en este número de Heterogénesis –
argumentan, por qué el tema “Dinámicas de la
Cultura Urbana” había sido escogido. Por lo tanto,
mi valoración estará encaminada a comentar “el
antes y el después del evento”, puntualizar qué
coordenadas curatoriales, discursivas, y de otros órdenes
finalmente armaron el proyecto, informar los cambios y adecuaciones
que experimentó la plataforma original y determinar en qué
medida la tesis planteada por la Novena Bienal de la Habana se cumplió.
Si
en un inicio el tema “la Cultura Urbana” encontró
resistencia por parte de algunos miembros del Equipo Curatorial
en tanto ya había sido abordado por eventos similares de
otras partes del mundo, fue luego aprobado entre otras razones porque
permitía dar continuidad a intereses temáticos, lingüísticos
y a las tentativas de dinamizar la estructura del evento ensayadas
desde la Séptima y Octava Bienales. En estos tres aspectos,
y su consecución en las proporciones y nivel estético
originalmente proyectados – punto que no obtuvo resultados
en la medida prevista y fuera la causa de las críticas que
recibiera esta Bienal –, gravitó la puesta en marcha
del concepto general ideado para esta edición, y la posibilidad
de perpetuar el perfil específico de la Bienal de la Habana:
la validación del arte contemporáneo de los países
del llamado “Sur” en un plano de igualdad con la creación
actual de los llamados circuitos internacionales.
No
creo necesario volver a relacionar los fenómenos y transformaciones
que nos llevaron a situar a las culturas urbanas en el centro de
nuestra atención, pues ya los curadores citados se habían
encargado de ello. Se trata de un tema con algunas aristas anticipadas
en las dos ediciones anteriores en cuanto al interés en la
proyección pública y participación ciudadana
de ciertos tipos de arte, y otras que considerábamos debían
ser más ampliamente examinadas desde una perspectiva “glocal”
– léase focalización de situaciones y particularidades
de culturas urbanas en regiones de modernización inconclusa
en el contexto de la globalización – a la luz de herramientas
y prácticas artísticas diversas incluidos los nuevos
medios, eficaces traductores del vértigo y la fugacidad de
la vida urbana y el devenir en el tiempo de los acontecimientos.
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Maggy
Navarro & Angela Bonadies
(Venezuela): Espacio móvil: Caracas-Habana
FOTO:
Centro Wilfredo Lam Publications Staff
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Las
múltiples aproximaciones al universo citadino y su naturaleza
pública, así como la dificultad en encasillar la polisemia
de algunas concreciones físicas y espaciales de obras convencionales,
acciones y proyectos in situ, nos decidió a trabajar una curadoría
abierta, no fraccionada en núcleos temáticos, donde
los problemas de las culturas urbanas del llamado “Sur”
tendrían el peso fundamental. Esa apertura también contempló
acrecentar la diversificación de la nómina con vistas
a viabilizar el diálogo entre las realidades urbanas del “Sur”
y la de otras áreas del planeta. A partir de estas premisas
nos propusimos brindar nuestro punto de vista y ensayar el enfoque
periférico sobre “un tema de naturaleza y participación
universal” y confrontar conflictos, reflexiones, prácticas,
imaginarios y miradas en diversas latitudes.
Veamos
la implementación de nuestros argu-mentos, sus aciertos y las
fallas que tuvo.
Amén
de los motivos expuestos en mi artículo “Fragmentos de
arte y vida en la Octava Bienal“(1) con respecto
a las modificaciones de la nómina, las actuales condiciones
de interdependencia entre las distintas regiones y países derivadas
de la plane-tarización de un modelo económico e informático,
conspiraban contra la delimitación geográfica de un
tema tan universal e interconectado como las dinámicas de la
cultura urbana. La naturaleza cosmopolita de la ciudad - sea cual
sea el grado de desarrollo del país en que estuviese enclavada
– y el fenómeno de las emigraciones con toda su carga
de contaminación de los compor-tamientos culturales, demandaban
en su abordaje una mirada más abarcadora e internacional. A
estas alturas de la marcha del planeta, ceñirnos al orbe periférico
significaba dejar fuera la causa, explicación y (lugar de)
origen de los problemas que hoy afloran en las capitales de nuestros
países y tienen su correlato en ciudades de otra zona del mundo
o viceversa, y dejar trunco el devenir de otros (problemas) en su
propio territorio y fuera de sus fronteras. Crisis económicas,
situaciones de supervivencia, flujos migratorios, multiculturalismo,
emigración del campo a la ciudad o hacia los centros urbanos
donde existen mayores fuentes de empleo, constituyen una cadena de
acontecimientos que coexisten e inciden en la implosión demográfica,
el re-dibujo de las cartografías urbano-ambientales y la expansión
infinita de los contornos de la ciudad donde, en los países
en vía de desarrollo, pululan favelas, cerros y otras periferias.
En su capacidad refleja, el arte ha venido dando cuenta de algunas
manifestaciones de los hechos a los que me he referido, e incluso
ha sacado a la luz el devenir de ciertos fenómenos más
allá de los destinos geográficos en los que se les encasillaba.
Al respecto la Bienal mostró la versión curiosa de la
inmigración dentro del “Sur” en los proyectos de
la sudafricana Sue Williamson y la argentina Rosalía Maguid:
el primero conformado por las relatos en off de entrevistas a inmigrantes
africanos establecidos en Cape Town provenientes de los territorios
fronterizos (Afri-ca dentro de Africa) mientras pantallas de TV los
reproducen escuchando su propia grabación; y en el caso de
Maguid de las ingeniosas estrategias publicitarias practicadas por
las comunidades asiáticas en la promoción de sus comercios
y restaurantes para lograr su inserción (¿aceptación?)
en las sociedades porteña y paulista. El crecimiento demográfico
compulsivo, el hacinamiento de edificaciones y la expansión
territorial de las urbes resultan inme-jorablemente plasmados en la
obra bidimensional de gran formato del griego Dimitri Tsoublekas y
el alemán Michel Najjar. El conjunto fotográfico de
Carlos Germán Rojas, aunque desde una mirada cargada de afecto
hacia parientes y amigos de su ba-rrio de origen enclavado en los
cerros de Caracas, toca el tema en la saturación de sus callejuelas
y espacios veinte años después. La proliferación
de formas precarias de asentamiento poblacional en África,
su carácter nómada y desarrollo caótico e improvisado
hasta alcanzar en su entramado y circulación vehicular la apariencia
de una microciudad, fue el tema del video del senegalés Douts_Mohamadou
N´Doye, una animación realizada a partir de la simpleza
material del papel recortado.
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Eduardo
Srur - Brasil
- Atentado, 2004
FOTO:
Centro Wilfredo Lam Publications Staff
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En anteriores ediciones, nos habíamos percatado que ciertas
obras coinciden en el objetivo focalizado y en la utilización
de procedimientos para abordarlo, coincidencia que no siempre debe
interpretarse como copias del arte producidos por los llamados centros.
Jaime Castro (de Venezuela) y Rodney Glick (de Australia), ejemplifican
el uso de recursos tecnológicos y objetivos afines. El paisaje
urbano lo esbozan a partir de la fragmentación, conseguida
por el registro simultáneo del entorno con múltiples
cámaras de video, logrando abarcar tantos espacios como los
que registran la pizarra de control de circuitos cerrados con otros
propósitos, una especie de panóptico a cielo abierto.
Si
bien en esta valoración se han agrupado las propuestas de acuerdo
a la similitud de sus discursos, en el evento no se exhibieron así.
Al igual que en la Octava, esta Bienal se desentendió de una
estructura expositiva asentada en núcleos temáticos
o sub-temas que en ediciones anteriores, como la Quinta y la Sexta,
habían facilitado la lectura de las directrices del enunciado
central. La dificultad en conciliar las características de
las obras a la peculiaridad de los espacios que disponemos, concentrados
en un alto por ciento en la Fortaleza de La Cabaña, tuvo una
fuerte incidencia en la decisión tomada, sin olvidar las razones
mencionadas de por qué optamos por una curadoría abierta.
Sin embargo, las opiniones vertidas por el público y la crítica
nacionales dan a entender que no se captó el sentido abarcador
de un discurso estructurado a partir de la reunión de un número
considerable de obras internacionales que abordan realidades foráneas,
obras locales, más proyectos diseminados por la ciudad como
partes de un todo, aunque la mayoría estaban realizadas en
lenguajes bastante accesibles. Es evidente que la compar-timentación
de los espacios y la falta de apoyos textuales en la museografía
– recurso que no faltó en las primeras bienales, particularmente
en sedes como el Museo Nacional – también conspiró
contra la comprensión del concepto curatorial.
De
haberse mantenido la tradicional agrupación de obras por subtemas
– tarea que se realizaba durante el trabajo de mesa curatorial
– hubiesen salido a relucir las redundancias de ciertos tópicos
y formatos, y quizás hoy sería otro el resultado, más
allá del reemplazo por obras planas de última hora hecha
por algunos artistas. El paisaje urbano fue el tópico más
reiterado y otorgó un peso quizás excesivo al espacio
físico de la urbe que no estaba en nuestras prioridades (sobretodo
en la proporción que apareció). Además de Glick
y Castro, añadiré los nombres de Amal Saade (Libano),
Dionne Simpson (Jamaica), John Kotzé (Zimbabwe), Oscar Bonilla
(Uruguay) entre otros muchos, con resultados connotativos y estéticos
variados. A este grupo pudiera añadir a Raquel Schwartz (Bolivia),
Akimbode Akinbiyi (Nigeria) y Pedro Abascal (Cuba) por sus fotografías
de mercados populares y vidrieras de la calle, fragmentos del paisaje
de la ciudad unidos por la visualidad del consumo en países
periféricos.
Otras
propuestas desbordaron su representación como mero trasfondo,
territorio o escenario, y se centraron en la focalización de
los conflictos de la urbe contemporánea – sociales, ecológicos,
ambien-tales, del habitat –, sus microcosmos e imaginarios culturales
y las transformaciones de algunas ciudades. Los brasileños
Cinthia Marcelle y Eduardo Srur expusieron facetas de la realidad
urbana a través de comentarios cuestionadores: la primera,
mediante un video que muestra las acrobacias que realizan jóvenes
desocupados en los cruces semafóricos en su desespero por ganarse
la vida; y el segundo, en otro video que traduce el rechazo hacia
la idealidad ficticia de las vallas comerciales haciendo detonar explosivos
en los rostros de sus modelos. Los problemas del habitat y la exclusión
social fueron abordados por la chilena Yenniferth Becerra desde la
artesana liviandad de instalaciones hechas a cordel. El sabor popular
latino reverbera en las alegorías del ambiente de la tecno-cumbia
en las fotos realizadas por el ecuatoriano Miguel Alvear; la letra
de boleros y los atavíos kitsch de “mujeres de la calle”
reflejan las preferencias masculinas de ciertos sectores. La alternancia
de close–up de rostros sobredimensionados - que destacan los
rasgos étnicos de la población haitiana - con grandes
fotos a color de formato apaisado sobre calles y esquinas de Port
au Prince de emblemático tercer-mundismo, potencia la recursividad
de este tipo de homologación, usada bajo un aura exótica
en algunos magazines y libros de corte etno-geográfico. Un
uso peculiar de la perspectiva para reforzar la lectura opuesta se
observa en los dúos de fotos de la norteamericana de origen
chino Sze Tsung Leong, encuadre que hace más ostensible los
cambios drásticos que se están produciendo en la nación
asiática verificados en la transformación de sus suburbios
en urbanizaciones organizadas. Los problemas ecológicos tuvieron
en Eder Santos de Brasil y el grupo BGL de Canadá una buena
representación. El primero, en una video instalación
acerca del daño ecológico causado por el extermino de
la flora, en esos pájaros que a falta de árboles se
posan en los cables del alambrado público, y los canadienses,
en los efectos letales de la contaminación mediante la escenificación
de la muerte de un ser humano travestido en auto: un charco de petróleo
en el piso, cual si fuera sangre, salía de un auto negro en
cuyo interior una llama en la parte del motor señala la combustión
del hidrocarburo como causante de ésta. Aunque con menos ejemplos,
otros tópicos de pareja importancia fueron abordados. La des-identidad,
la transformación radical de los territorios y la internacionalización
de la cultura que trae aparejado las inversiones inmobiliarias asociadas
al turismo en Islas Canarias, dio vida a la propuesta de Javier Camarasa,
video-instalación en dos cuerpos, uno de ellos con canciones
que se disfrutan por su pródiga ironía.
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Michele
Magerma (República Democrática del Congo): Good by
Rosa, 2006
FOTO: Centro Wilfredo
Lam Publications Staff
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La
participación cubana fue heterogénea en cuanto al calibre
y potencial simbólico de las obras, y en mi criterio despuntaron
aquellas que trabajaron situaciones inéditas o poco abordadas,
algunas de manera explícita en su referencia a problemas sociales
específicos, y otras más elípticas en el esbozo
de reflexiones de alcance casi mundial. Las fotos en blanco y negro
de Alejandro González pertenecen al primer grupo: constituyen
un llamado de atención sobre los seres de conducta marginal
– alcohólicos, frikies, trasvestis, etc – que se
reúnen al abrigo de la noche en el malecón habanero.
Las obras más originales fueron aportadas por Eduardo Ponjuan
y Edgar Hechevarria. La fragilidad de las relaciones comerciales y
el lugar preponderante de China en el mercado mundial, constituye
la esencia de la propuesta de Ponjuan, concretada en la relación
que establece entre el título de cada pieza y los gigantescos
envoltorios para el embalaje de locomotoras Yutong de ese país
llegadas a Cuba, exhibidos en toda su dimensión. Por su parte,
Hechevarria, trajo a colación un tema de actualidad: los obstáculos
para la obtención de la energía, fuente de progreso,
a través del contrapunteo entre la hilera de torniquetes que
iban de un lado al otro de la sala para controlar el paso, y el video
a tamaño pared que reprodujo, en cantidades in crescendo, molinos
generadores de energía eólica, siempre girando en una
misma dirección, sin retroceso.
Excepto
Ponjuan que se mostró en la Casona, la selección de
obras comentadas, incluyendo las de Cuba, fueron exhibidas en la Fortaleza
de La Cabaña, cuyos espacios acogieron alrededor del 70% del
total de 152 obras presentadas entre todas las sedes. Sin embargo,
hubo pabellones de este recinto colonial donde se observaron fallos
en el aspecto museo-gráfico, en el montaje y calidad de las
propuestas, e incluso en la inadecuación de ellas a este espacio.
Tal fue el caso de Cuba-Brasil, proyecto de carácter público
y comunitario representativo de un hacer orientado a la inserción
social que tiene como principal herramienta de expresión el
arte de aerosol, cuya impronta graffitera, configuraciones expresionistas,
kitsch y mediáticas para espacios abiertos y muros de la calle,
resultaban inapropiados en ese lugar.O de Arquivo Brasilia, colección
fotográfica cuyo valor testimonial fuera menoscabado por el
precario tratamiento y presentación con que la trabajaron los
curadores procedentes de Berlín, proveedores de la propuesta.
Las otras afectaciones fueron causadas por problemas de producción,
la reiteración del formato bidimensional debido a la abundancia
de fotos y vi-deos en un espacio de por sí angosto como son
las naves de La Cabaña, y a sustituciones de obra como le ocurrió
al chileno Pablo Rivera, artista que ha ganado prestigio internacional
por sus ambiguos objetos y esculturas minimal – algunas de formato
arquitectónico – para espacios públicos, propuesta
por la que fue invitado pero que no pudo traer por falta de recursos.
Por la misma razón no pudimos contar con las excelentes obras
de los africanos Gonçalo Mabunda de Mozambique y Samuel Fosso
de la República Centroafricana, quienes fueron seleccionados
por su irónica transculturación de arquetipos constructivos
y humanos respectivamente: Mabunda(2) por sus versiones
de la Torre Eiffel, bancos de parque y otras esculturas hechas con
armas, en franca alusión al despojo y saqueo coloniales, y
Fosso por sus autorretratos, en los que a través del camuflaje
de su propia imagen recrea géneros, status y profesiones, imitando
poses y actitudes occidentales.
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Shirin
Neshat (Iran-USA): Zerin, 2005. Video |
La
concentración y preeminencia en La Cabaña de videos, videos
–instalaciones, fotografías e impre-siones digitales, no
fue suficientemente balanceada con otras manifestaciones y gramáticas
visuales: esculturas, objetos, instalaciones, obras al aire libre, que
hubiesen dado la necesaria riqueza de planteos y atractivo a este recinto
ferial. Este resultado, por una parte, hizo evidente el mejor dominio
y preferencia de muchos artistas por el video y las herramientas tecnológicas
en el abordaje de obras crítico conceptuales, enfoque discursivo
que ha dado fama al tono reflexivo de este evento(3).
Por el otro, contradijo nuestros originales propósitos de otorgar
mayor espacio a las tipologías artísticas que incentivan
la participación ciudadana como modo de activar los puentes entre
el arte y la vida: talleres, proyectos procesuales y trans-disciplinarios
con carácter de espectáculo, propósitos que constituían
nuestra brújula conceptual y, al mismo tiempo, los dispositivos
tácticos para llevar a cabo nuestras ideas. Pero veamos qué
razones impidieron que la Novena Bienal pudiera llevarse a cabo así.
Concebida en un inicio a partir de la realización de talleres
y obras procesuales, o al menos que este tipo de actividades tuviesen
en ella un peso fundamental – idea surgida luego del éxito
del Taller Isaroko en el solar La California y el proyecto de intervención
Mover las Cosas en 14 apartamentos de un edificio de Alamar durante
la Octava Bienal –, la Novena tuvo muy pronto que desistir de
esta plataforma (original), casi desde la fase organizativa. Por un
lado, en los viajes de estudio de los curadores con vistas a preseleccionar
la nómina de la Bienal se detectó que en muchos países
continuaban prevaleciendo las obras para espacios de galería.
Por otra parte, la realización de talleres, proyectos in situ
y las llamadas “acciones” – tipología en la
que tiene un desempeño básico el aspecto contextual –
requerían una estadía en La Habana más prologada
de los artistas o colectivos artísticos, o al menos de más
de una visita. Ellos argumentaban la necesidad del conocimiento del
contexto cubano para trabajar en sus acciones significados que se le
correspondan y, en el caso de las obras in situ, (del conocimiento)
de las particularidades del espacio a intervenir para inspirarse o adecuar
su propuesta a éste, pero no contábamos con presupuesto
para esas estadías. Este último factor, junto a los obstáculos
derivados de regulaciones urbanas existentes y a la reticencia (o negativa)
en aceptar propuestas artísticas para la calle por parte de las
autoridades que deciden sobre los espacios y edificios públicos
en los municipios de la capital, debido a lo difícil de asimilar
los códigos y lenguajes del arte contemporáneo, nos obligó
a abandonar la idea de concebir la Bienal a partir de una de estructura
basada fundamentalmente en el desarrollo público de acciones
y talleres.
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Shirin
Neshat (Iran-USA): Zerin, 2005. Video |
Por
razones también de presupuesto - o patrocinio - tuvimos que
prescindir de la participación de propuestas interdisciplinarias
muy próximas a los principios del espectáculo, las cuales
hubiesen diversificado los modelos lingüísticos y presentado
las dinámicas de la cultura urbana, brindando colorido y una
proyección renovada al evento como era nuestro propósito.
Ellas fueron NORTEC de Tijuana (de la frontera México-Estados
Unidos) y Caja Lúdica de Guatemala. A este dúo agregaré
el Desfile que por igual motivo no pudo llevar a cabo el Instituto
de Moda Bivril de Caracas, a base de diseños de ropas sobre
indumentaria callejera y prototipos urbanos creados por diseñadores
de ese Instituto, desfile que tendría de fondo una miscelánea
musical integrada entre otras melodías por música “rap”
y en el que participarían, junto a los modelos profesionales
sus equivalentes “reales” de la calle: el vendedor, el
estudiante, el camarero, el obrero de la construcción, y así
propiciar una confrontación poco común entre creación
y realidad.
A pesar de estas ausencias, cuyo vacío restó a la concepción
temática del evento, participaron en la Novena Bienal un total
de 49 países (una cifra algo superior a las dos ediciones precedentes).
Además de las inauguraciones, el programa de la primera semana
estuvo conformado por el Taller de Vestuario Alternativo, el simposio
teórico organizado bajo el título Forum Idea 2006 y
el ciclo “Ciudad Video”. Fungieron también como
sedes el Pabellón Cuba – espacio donde se celebraron
algunas actividades del Taller de Vestuario Alternativo – y
varias instituciones de la Habana Vieja donde se exhibieron las muestras
de los invitados especiales: el propio Centro Wifredo Lam, la Casa
de México, la Galería Villena, la Fototeca de Cuba,
el Centro Hispanoamericano de Cultura y el Salón Blanco del
Convento de San Francisco.
Los proyectos
in situ y/o procesuales estuvieron concentrados en la Habana Vieja
y, aunque pocos, cubrieron nuestras expectativas y despertaron la
atención del público. El Salón Blanco acogió
las propuestas de los artistas franceses Anne y Patrick Poirier, y
el catalán Antoni Miralda. El proyecto de los Poirier, Un nuevo
proyecto blanco para un nuevo planeta blanco en el Salón Blanco
constituye un clásico ejemplo de obra in situ para espacio
interior, creado expresamente para la Bienal de la Habana. Paradigmas
en la realización de grandes maquetas desde los principios
de la instalación, - modalidad en la que se le reconoce su
papel de pioneros en los años 70 -, los Poirier confiesan la
fuerza inspiradora de la memoria como detonante fundacional de sus
obras y su anclaje histórico en los recuerdos de su ciudad
desvastada tras la Segunda Guerra Mundial, experiencia que si bien
fuera el punto de partida, es siempre renovada por el contexto y lugar
que intervendrán. Según ellos, esta propuesta surgió
de la creativa integración de referentes locales naturales
a la ficción futurista de la ciudad blanca de un planeta descubierto
en el año 3235. La silueta ovalada de la hoja de un árbol
del Convento sirvió de plano a la ciudad del futuro, mientras
la naturaleza terrosa y blanca del azúcar - producto que representara
nuestra principal industria nacional – cubrió la superficie
y dio cuerpo a la topografía del planeta. Estructuras satelitales,
más otras edificaciones a base de esferas y cúpulas
chatas semejantes a platillos voladores en poliespuma y plástico
transparente, ocuparon los lugares de edificios, casas y rascacielos,
para esa fecha ya desaparecidos. Enfrente a esta macro-instalación,
una ancha torre semejante al Coliseo hecha con botellas plásticas,
establecía una confrontación entre los arquetipos arquitectónicos
del pasado y los del futuro.
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Javier
Camarasa (España). Sol y construcción / 2003. Video |
Otra macro-instalación, el proyecto procesual, itinerante y
colectivo Sabores y Lenguas de Antoni Miralda (4),
ocupó la otra parte del Salón. A través de la
visualidad provocadora del “Eat Art”, y consciente del
carácter tradicional e identitario de la cultura culinaria
y cuanto su invocación pueda significar para contrarrestar
la acción homogeneizadora de la globalización, Miralda
logra la participación activa del espectador quien es además
estimulado por la presencia de elementos cotidianos de su cultura
gastronómica puestos en exhibición. Las secciones que
lo integran: combo mix, topografía culinaria urbana, mural
lingüístico, lenguas de ciudades y la vajilla imaginaria
latinoamericana, se reformula según las realidades de cada
una de las trece ciudades hispano-parlantes donde se presenta el proyecto.
En La Habana, las vitrinas del Combo Mix exhibieron por separado pinturas
en pequeño formato de “lenguas atravesadas por un puñal”
(símbolo local alusivo a la maledicencia), enseres domésticos
de uso habitual en la cocina cubana, desde los de burda imitación
hasta los de fabricación industrial, más los alimentos
básicos garantizados a la población por la libreta de
racionamientos, todos ellos elementos muy familiares para el público
que disfrutaba verlos allí en su condición museográfica.
Dos lenguas gigantes, una latinoamericana y la otra de La Habana,
formadas por fotografías de los platos típicos de cada
ciudad, revelaban las preferencias gastronómicas y paladares
de uno y otro lugar, complementada por fotos de cafeterías,
agromercados y restaurantes. Mientras, la pizarra donde el público
escribía refranes y frases relativas a la comida y sus símbolos,
más los platos colocados en el suelo conformando una lengua
gigante – de los cuales un grupo provino de la presentación
del proyecto en otras ciudades y el resto fueron paulatinamente intervenidos
por artistas y público en general – dotaba al proyecto
de ese carácter participativo y de “work in progess”
que nos interesaba.
En
un pequeño espacio anexo al Salón, Sissel Tolaas - noruega
residente en Berlín – presentó Havana mi amore,
proyecto interactivo que forma parte de su investigación sobre
los perfumes de cada ciudad. La imposibilidad de realizar un viaje
previo para en un sondeo conocer los olores con que los habaneros
identifican a su ciudad, la precisó a readecuar su proyecto.
Trajo enfrascados los olores con que “imaginariamente”
los berlineses identifican a La Habana: mar, tabaco, café y
sudor (este último incorporado a una pared y activado por el
tacto); mientras “los olores reales”, los aportó
por escrito el público habanero en las cuartillas puestas con
este fin sobre una mesa en la muestra.
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Ibrahim
Miranda: Catarsis, instalación - FOTO:
Ximena Narea |
A
una cuadra de allí, en un ambiente construido a modo de sala
de cine, en la Fototeca de Cuba se presentó Zarín, uno
de los últimos videos de la célebre artista iraní
Shirin Neshat inspirado en la novela de Shahrnush Parisupur “Mujeres
sin hombres”, el filme constata la reorientación de su
hacer fílmico hacia un trabajo más enfático,
ágil y contundente de la secuencia narrativa, en sustitución
del peso que otrora otorgaba al simbolismo visual, para insistir una
vez más en el tema de su interés: los conflictos de
la mujer en la sociedad y culturas árabes. La vergüenza,
el horror y el delirio psíquico de una joven que ha vivido
de ejercer la prostitución, la enajenación causada por
el sometimiento a una situación sin salida, son magistralmente
conducidos, desde los principios del cortometraje, en escenas que
van acrecentando la dimensión del conflicto en la conducta
del personaje en sucesivos ámbitos. Un acercamiento a un dilema
y a una realidad cultural que al parecer no han sido “tocados”
siquiera por la mundialización de la cultura occidental.
De
los proyectos de intervención urbana destacaré Havana
Gold del dúo Fa + de Suecia, integrado por Ingrid Falk y Gustavo
Aguerre. Consistió en recubrir con papel dorado tapas de alcantarillas,
aceras, bajantes pluviales, tragantes, papeleras ubicadas en un tramo
de la calle San Ignacio, como modo de magnificar y llamar la atención
sobre los elementos funcionales de la vía pública, no
suficientemente atendidos si se les compara con el cuidado que se
les dispensa a los de índole decorativa en la Habana Colonial.
Relativamente cerca, en un espacio abandonado entre dos edificios,
el cubano Rigoberto Mena presentó su proyecto Convivencia,
término que resume su intención de hacer convivir el
arte con la realidad, al colocar su propuesta en la propia realidad:
los muros de la ciudad. Impecables fotografías reprodujeron
la apariencia ruinosa de los muros sobre los que estaban colocadas.
Enfrente, grandes planchas de metal servían de soporte a sus
abstracciones pictóricas sobre la huella del tiempo en estos
muros, mientras las del fondo superponían a su condición
de “paredes abstractas” varios reguladores de electricidad,
el objeto real.
Havana
Gold sufrió un destino semejante a Espacio Móvil: Caracas–Habana,
intervención de paradas de ómnibus con gigantografías
digitales que reproducen imágenes de Caracas: duraron poco
tiempo en exhibición. Otras propuestas para el espacio urbano
se realizaron en los términos establecidos: el Museo Peatonal,
institución itinerante creada a dúo por una artista
de México y el otro de Dominicana con presencia sucesiva en
varias zonas, la acción El Arte purifica del cubano Carlos
Montes de Oca con la colaboración de la empresa Aurora de limpieza
de calles, y las intervenciones artísticas a un ómnibus
y dos camellos – apelativo dado a transporte local de pasajeros
cuya estructura imita al conocido animal – el primero como parte
del proyecto Espacio Móvil Caracas-Habana y los otros dos realizados
por los artistas Guillermo Ramírez Malberti de Cuba y Guarací
Gabriel de Brasil respectivamente, vehículos que en esa condición
circulan hasta hoy por las calles de la capital.
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Mariano
Molina (Argentina): Corte, 2006. Pintura mural
FOTO: Centro Wilfredo
Lam Publications Staff |
La Habana Vieja aglutinó las muestras que tuvieron mayor record
de visitantes: las del Salón Blanco, Cartele en la Galería
Villena y Spencer Tunick en el Centro Wifredo Lam. La afluencia de
visitantes a la muestra de carteles callejeros escogidos por el trío
de diseñadores argentinos que integran el colectivo de este
nombre, demostró cuán importante es el humor e incluso
el absurdo en los cometidos comu-nicacionales; sin embargo para nosotros
la invitación de Cartele tuvo otros propósitos: jerarquizar
la cultura popular callejera versus la publicidad estandarizada. Por
su parte, las fotografías del norteamericano Spencer Tunick
que registran multitudes desnudas en espacios públicos de distintas
ciudades, causaron impacto e ilustraron el carácter performático
y masivo de la participación ciudadana en el proceso de su
obra. Debo aclarar que su invitación a la Bienal nunca incluyó
la realización de fotos de esa índole en Cuba; no obs-tante,
muchos visitantes manifestaron su disposición a integrar estos
paisajes (humanos) unificados por la desnudez, condición que
los reduce a su naturaleza esencial: seres humanos.
La
convivencia de piezas de factura sofisticada, como las fotos de Tunick,
con una colección de carteles espontáneos representativos
de la cultura popular, explica los presupuestos curatoriales de esta
Bienal en cuanto a la pareja importancia concedida a una y otra expresiones,
cualquiera sea su universo visual. En calidad de proyectos colectivos
invitamos a Omni Zona Franca y Jaimanitas, expresiones “vivas”
de nuestra cultura urbana, de corte alternativo y periférico,
que no tiene sentido presentarlas en otro lugar que no fuera allí
donde surge y está su obra. La naturaleza underground, y el
carácter popular de una obra ambiental desarrollada a nivel
de barrio según el caso, no fueron argumentos excluyentes,
pues así como las primeras bienales brindaron espacio y reconocimiento
a las mani-festaciones populares como partes de la cultura contemporánea
del otrora Tercer Mundo, ahora una edición dedicada a las culturas
urbanas no debía desconocer fenómenos como Omni y Jaimanitas.
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Anne
& Patrick Poirier (France): Un nuevo proyecto blanco para un
nuevo planeta blanco en el Salón Blanco. 2006. Instalación
FOTO: Ximena Narea |
Omni es una suerte de producto cultural surgido de un barrio periférico,
Alamar, de las pulsiones de su cotidianidad y de una filosofía
de vida que se expresa a través de la precariedad del objeto
reciclable, de la irreverencia del rap y de la obra mural, pero también
del uso del video y la herramienta digital. Por su parte, Jaimanitas
constituye un ejemplo de trabajo artístico para el beneficio
de una comunidad tras 10 años de existencia, a través
de los cuales fachadas, techos y muros de sus edificaciones han sido
invadidas por las fantasías naif de sello gaudiano de José
Fuster en colaboración con los vecinos. Este “guajiro
de costa”, como él mismo se hace llamar, ha dotado a
la cerámica y en particular al mosaico de una cualidad constructiva-decorativa
sin precedentes, al otorgarle un destino funcional a las alegorías
rurales y marinas que construye con esos materiales. En ocasión
de la Bienal dejó allí inaugurado un mural público
a base de mosaicos intervenidos por un grupo de artistas cubanos invitados
por él.
En las antípodas de estos universos de cultura local y sus
enclaves constructivos, se encuentra la obra de Jean Nouvel, arquitecto
de fama internacional acreedor de importantes premios(5)
y considerado uno de los más importantes del mundo. Las cuatro
paredes de piso a techo de la sala de exhibición del Centro
Hispano-americano de Cultura mostraron, en carácter retrospectivo
y a manera de gran collage, un recorrido fotográfico de su
monumental obra arquitectónica hasta el presente, incluidos
los proyectos que nunca fueron ejecutados. El público congregado
el día de la apertura disfrutó de una disertación
de Nouvel, quien frente a sus obras argumentó: cómo
“la arquitectura contem-poránea debe dar valor al contexto”,
“la arquitectura de la luz” y el impacto de este elemento
mediante la afinada conjugación de materiales, innovaciones
técnicas y emplazamiento constructivo, junto a otros criterios
que subyacen en su Manifiesto de Louisiana repro-ducido a gran escala
en el piso como parte de la muestra. En la entrevista realizada por
el crítico cubano Andrés Abreu, Nouvel definiría
a la arquitectura como “la cara más visible del arte
porque la podemos encontrar por sus calles…” De ahí
que considerásemos oportuna la participación de un arquitecto
cuyo legado ha enriquecido y transformado la fisonomía de varias
ciudades: pensemos en Barcelona y su Torre Agbar, Copenhague y su
edificio de La Filarmónica y Nantes y su Ciudad Judicial….
La
reunión de una amplia representación de obras internacionales
que abordaron tópicos del tema, obras locales, algunos proyectos
in situ, expresiones “vivas” de nuestra cultura urbana
y las realizaciones ultramodernas de un arquitecto de reconocimiento
mundial como Jean Nouvel, es la mejor manera de abarcar, sin prejuicios,
la diversidad de culturas urbanas, su interconexión, puntos
en común y contrastes. Una vez más la Bienal establecía
su posicionamiento a través de la selección curatorial,
más allá de la precariedad de algunos proyectos, el
exceso de obras planimétricas y la desproporción o déficit
- según el caso - de ciertos tópicos que atentaron contra
el nivel estético del evento y enturbiaron su lectura general.
Aunque las dificultades explicadas impo-sibilitaron la materialización
de una curadoría más invasora del espacio urbano, no
es menos cierto que esta Bienal incrementó su público
gracias a un trabajo de difusión mediática sin precedentes.
De igual modo fue loable el diseño y edición del Catálogo
a cargo de un equipo de la institución, tarea que no se hacía
en Cuba desde la tercera bienal.
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Anne
& Patrick Poirier (France): Un nuevo proyecto blanco para un
nuevo planeta blanco en el Salón Blanco. 2006. Instalación
FOTO: Ximena Narea |
Otro
tanto se pudo constatar en el simposio teórico Forum Idea 2006:
concurrieron figuras claves del pensamiento internacional y diser-tantes
menos (o no) conocidos a ese nivel, quienes desde sus res-pectivos
conocimientos y enfoques aportaron reflexiones sustanciales en el
análisis de experiencias con-temporáneas transnacionales,
regionales y locales sobre el tema. Habría mucho que comentar
sobre las ponencias del programa, pero al menos quisiera resaltar
las que trajeron a colación propuestas portadoras de aleccionadores
contradiscursos a las narrativas hegemónicas, concretadas tanto
en tipologías artísticas conocidas como en otras de
última producción.
La
operatoria de situar en un plano de igualdad la producción
estética de los ejes “norte y sur” y con ella sus
respectivos problemas y utopías o, lo que es igual, el parejo
reconocimiento de obras provenientes de nuestras regiones junto a
las de procedencia primermundista sobre el tema, sería la estrategia
que sustentaría la tesis de esta Bienal. En ese sentido cumplimos
nuestro objetivo.
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CARTELE
(Gastón Siberman, Machi Mendieta & Esteban Seimandi, Argentina)
Instalación 2006
FOTO: Ximena Narea |
NOTAS
1 Sánchez
Prieto, Margarita: “Fragmentos de arte y vida en la Octava Bienal”.
Atlántica, Islas Canarias, No 34, invierno 2004, p. 20-30.
2 La
obra de Mabunda llegó casi al cierre del evento, a escasos
días de su clausura.
3 Este no es un hecho
aislado; sabemos de algunos ejemplos notables de reciente producción
en algunos países de Latinoamérica. También en
la última edición del Salón de Arte Contemporáneo
de la Habana pudimos constatar una mayor tendencia y uso eficiente
del video en obras de orientación neoconceptual.
4 Antoni Miralda cuenta
con una rica trayectoria donde se cruzan sus experiencias en fotografía
comercial, moda, arte objeto, acciones y performances, para la realización
de obras a gran escala de trascendencia pública e internacional.
Recuérdese el recorrido por las calles de París de una
copia de la Victoria de Samotracia toda cubierta de soldaditos blancos
en protesta por la Guerra de Viet Nam, y las simbólicas ceremonias
en varias naciones del matrimonio de Cristóbal Colón
con la Estatua de la Libertad mediante la unión de objetos
realizados de acuerdo a la escala descomunal de estas figuras.
5 Cítese el Grand
Prix d¨Architecture de 1987, la Mención Especial del Premio
Aga Khan y el Equerre d¨Argent, entre otros.
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