Heterogénesis - Revista de Artes Visuales - 2006 nr 55-56
NOVENA BIENAL DE LA HABANA


Foto: Centro Wilfredo Lam Publications Staff




 




Dannys Montes de Oca Moreda


Como en cada una de sus ediciones, desde el año 1984, la Bienal de La Habana se ha orientado -en un proceso paulatino de investigación- a dignificar, ante la institución moderna y occidental del arte, el carácter muchas veces “no artístico” de buena parte de las producciones de los países del Tercer Mundo. No obstante, y quizás gracias a ello, durante los últimos años los caminos aparentemente antagónicos de lo occidental y lo no occidental han ido confluyendo, armonizando modelos resultantes de una modernidad tardía con la pluralidad y el extrañamiento de acciones cada vez más difíciles de contextualizar en el sistema tradicional de las artes. Se trata de signos que emergen tanto de la dinámica interna de lo artístico como de procesos de confrontación con la esfera social y cultural, y de donde irrumpen modalidades de representación que apuntan a un resurgir de antiguas utopías de participación ciudadana. La ciudad, entonces, se impuso desde el tema Dinámicas de la cultura urbana.

Pero, si otras Bienales internacionales se han ocupado de la ciudad, de su arquitectura, de su dimensión urbano-ambiental, como soporte de acciones, escenario de fondo, sitio evocado en la representación, en la de la Habana deviene topografía por la que se ha de transitar, detectando nudos, penetrando intersticios, y descubriendo dinámicas de interactividad que trascienden el privilegiado referente del objeto artístico, aunque sin su exclusión. Estos horizontes pretenden enfatizar la movilidad y el elemento público del arte en sus interacciones cotidianas. No es la tipicidad citadina rebuscada, encontrada y sublimada en el arte. Tampoco la energía que emana del nexo arte- ciudad- praxis vital. Ni siquiera la aspiración a un modelo ideal -aunque en perpetuo movimiento- de ciudad. Se trata sobre todo de una exploración, en términos de aportación y de confrontación con el espacio cultural vivido. Dinámicas de las culturas urbanas como tema central de esta Bienal de La Habana 2006, mostró expresiones de vida y cultura relativas a los contextos citadinos, sus procesos de confluencia, hibridez, multiculturalidad y transformación y se hizo acompañar como cada año de un forum teórico, el Forum Idea, 2006 el cual tuvo lugar los días 30, 31 de marzo y 1º de abril del 2006, en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, de La Habana, con sesiones de mañana y tarde. En el mismo participaron un prestigioso grupo de pensadores, artistas, curadores, y expertos del mundo contemporáneo del arte y sus ponencias fueron publicadas en el volumen Forum Idea 2006, 9na Bienal de La Habana.

Si la Bienal, su cuerpo de exposiciones y talleres se concentró en el aspecto y la construcción de lo visual en sus dinámicas urbanas, el Forum Idea 2006 se insertó en los mecanismos históricos, sociológicos, críticos y de producción en que estos tienen lugar, así como los nuevos modelos ideológicos que ellos generan; un número de temas conectados entre sí, los cuales corresponden a la relación del arte actual con fenómenos como la antropología cultural; la construcción y desconstrucción de lo urbano y lo ambiental; la relación con las instituciones de la cultura artística; las nuevas tecnologías y los nuevos medios, etc.

Si de una parte las ciudades contemporáneas (postcoloniales y postmodernas) han puesto al descubierto sus originarios procesos de configuración vinculados a procesos históricos de interna-cionalización de la cultura, y a flujos demográficos internos, así como sus conflictos, contradicciones, descalces, y utopías no resueltas, dentro de una estructura urbanística y arquitectónica convencional y poco abierta a situaciones de cambios, nuevas necesidades y emergencias; del otro lado, el arte ha tendido cada vez más a ocuparse de ellas, como reclamando no sólo la necesaria mirada, sino acentuando sus vínculos de pertenencia. A una ciudad (ciudades) en declive histórico y político, otras futuras ciudades reinventadas, conformadas en la experiencia.

Referido a la ciudad, el ecuatoriano Rodolfo Kromfle, en su análisis del arte de Guayaquil, comentaba sobre procesos de regeneración urbana ante los cuales el arte asumía diferentes perspectivas críticas pero en lo fundamental se destacó su enfoque crítico hacia una infraestructura deficiente e incapaz de ofrecer respuestas a los enunciados cuestionadores del arte, así como su paradójico aislamiento de la trama social en medio de una participación espacial urbana y citadina; Carlos Ossa en su visión de Santiago de Chile cuestionaba igualmente la modernización como proceso de exterminio de la memoria o eliminación de la barbarie, una característica tanto de los procesos dictatoriales en Chile como de la nueva administración democrática. También referido al espacio latino-americano Joaquín Barriendos, refiere la existencia de un nuevo espacio público, post-ciudadano, que surge de condiciones extremas, escenarios límites de habitabilidad y de emergencia política. La ponencia de Barriendos usó como referente la instalación Paracaidista. Av. Revolución No. 1608 bis, del artista mexicano Héctor Zamora (también invitado a la Bienal) en su parodia de los procesos parásitos de construcción del imaginario urbano más pobre de la Ciudad de México, cuyo espíritu de parasitación se agudiza por adherirse ahora a las estructuras de suministro del propio Museo Carrillo Gil de esta ciudad. La crítica institucional se hace entonces doblemente incisiva. Asimismo, la situación dominicana fue presentada por Amparo Chantada al presentar la reacción de la intelectualidad dominicana ante un proyecto urbanístico de isla artificial frente al malecón de la ciudad destinado al turismo de crucero, el cual afectaba la sostenibilidad socioecológica y convertía a la población dominicana en víctima de un proyecto inmobiliario, privatizador y excluyente. El proyecto isla artificial Novo Mundo XXI, abortó gracias al esfuerzo y las luchas legales sostenidas por un movimiento cívico ciudadano, integrado por activos capitalinos, intelectuales y artistas.

La ciudad como espacio de representación fue seleccionada por Tereza de Arruda para hablarnos de un grupo de artistas procedentes de Brasilia, una urbe que, por más que proyectada y cuidadosamente elaborada, escapa de sus normas bajo el influjo de las necesidades humanas y donde el arte se ha ocupado de reflejar la organicidad de esas corrientes. Un punto de vista similar nos plantea cuando, refiriéndose a la Ciudad de La Habana, nos dice que ésta ofrece a primera vista la impresión de estar detenida en el tiempo cuando en realidad, la ciudad y sus habitantes, desarrollaron en los últimos años una agilidad inigualable en el modo de vida y la solución de sus problemas. O cuando nos habla de una ciudad como Berlín en la cual los códigos de comportamiento del arte, aún cuando provienen de la propia dinámica cotidiana, se desarrollan aleatoriamente y sin previsión detallada. La hipótesis de la autora parecía sostenerse en la idea de que las ciudades, toda vez proyectadas alcanzan vida propia, derivada de sus propios movimientos internos; de ahí que, más allá de las analogías de una existencia simultánea y globalizada, son sus fluidos, emanaciones y contingencias lo que cualifican y diferencian a las urbes contemporáneas por lo que los estudios en esta dirección le deben más a un registro de su devenir que a su condición originaria. Asimismo la artista uruguaya Jacqueline Lacasa, invitada de la Bienal ofreció su obra conferencia- performance Para una ciudad sin nombre donde, tras una desconstrucción de la ciudad contemporánea, ofrecía las perspectivas, horizontes y sueños de diferentes sectores sociales en su transformación. El dato preciso, la encuesta, los gráficos fueron el instrumento representacional de esta nueva y -¿por qué no?- futura ciudad.

En esta dirección aunque más orientados a los problemas globales que a los de la representación, se presentaron trabajos como los de Raúl Ferrera Balanquet (Cuba-México) y Mary Jane Carrol (Canadá) los cuales se internaron en el mapa de los flujos poblacionales. Para Raúl Ferrera se trató de analizar los nuevos tipos de movimientos físicos y virtuales, y transformaciones espaciales entre urbes como Mérida y Los Ángeles, y de mostrar las conexiones translocales entre estas dos ciudades. Además de tener unos orígenes coloniales comunes, metrópolis transmi-gratorias como Mérida_MX y Los Ángeles_Aztlán han desarrollado recursos psico-sociales y funcionales que las hacen una vez más coexistir como espejismos una de la otra. Mientras que la ponencia de Mary Jane Carrol consideraba los procesos migratorios y de densidad poblacional entre las ciudades del primer mundo y las periféricas, y la manera en que ello interfiere y diversifica la esfera de lo artístico. En su análisis la autora comparaba el origen de ciertos estados migratorios en función de las economías y el intercambio simbólico con posteriores niveles de desarrollo de esas mismas producciones locales ( el caso de Cuba y Argentina ) y colocaba sobre el tapete la ambigüedad de una situación de intercambio que, si bien ha resultado positiva en términos de sobrevivencia cultural, o de ese intercambio internacional de las culturas, coloca en desventaja un hacer que -todavía hoy-, aparece como deudor del Primer Mundo desarrollado. ¿Cuándo y cómo podríamos ver aparecer una historia del arte desde este otro lado? ¿Cuándo y cómo se le reconocerían al arte de los países en desarrollo un lugar pionero dentro del desarrollo de algunas tendencias estéticas promovidas por occidente? Estas fueron algunas de las preguntas suscitadas por la autora.

Las tesis del curador francés Nicolás Bourriaud, mostraron sin embargo una posible respuesta ante la cuestión de las migraciones y los desplazamientos al plantear que “ha llegado la hora de recomponer lo moderno en el presente, de reconfigurarlo en función del contexto específico en el cual vivimos, sin que por ello experimentemos el sentimiento de un regreso atrás”. En esta dirección introducía la idea del artista radicante, un artista que deambula una nueva modernidad que significa, pasión por lo actual, riesgo para apoderarse de la ocasión, relativismo de conceptos y fluidez de acción. Lo moderno a partir de la mundialización y sus aspectos económicos, políticos y culturales nos dice el autor, permite reconocer que mientras más el arte contemporáneo integra los vocabularios plásticos heterogéneos provenientes de múltiples tradiciones visuales no occidentales, más visibles resultan los rasgos distintivos de una cultura globalizada.

Asimismo, fueron presentadas al Forum tres ponencias que versan sobre producciones simbólicas asociadas al tema por la argentina radicada en el Reino Unido Gabriela Salgado, la cubana Magali Espinosa, y el español Santiago Olmo respectivamente. La primera, atendiendo al resultado de la práctica artística de hoy y su relación con las migraciones contemporáneas las cuales producen elementos de convergencia, divergencia o fricción entre las culturas y los circuitos socio-culturales donde se producen y la condición “no original” del artistas “radicante” (usemos el término de Bourriaud). Es el caso del dúo Mad for Real integrado por los artistas chinos Cai Yuan y JJ Xi, residentes en el Reino Unido desde los años 80. Nos dice la autora, “las estrategias de inserción de contenido en el ámbito público de una sociedad tan paradójicamente conservadora como la londinense, creadas por Mad for Real, con su irreverente carga de humor y su ácida crítica de todos los sistemas, provee la expectativa de que el pensamiento creativo siga creando puentes para la comunicación entre culturas”. Para Magali Espinosa quien analiza a un grupo de jóvenes artistas cubanos contemporáneos, estamos ante una dinámica que problematiza los intersticios de las relaciones entre lo global y lo local, como un diálogo entre la totalidad y el fragmento que, con el predominio de los medios de comunicación electrónicos, los movimientos migratorios, y la existencia de nuevas fuerzas sociales que gravitan sin sentido de lugar, surge un nuevo tejido social plagado de cosmovisiones híbridas y dislocaciones diversas. Mientras que el proyecto presentado por el artista y crítico Santiago Olmo, respecto a los talleres de fotografía realizados en diferentes ciudades del África abordaba, frente a la cuestión globalizada, entre otras problemáticas, la de las diferencias en el acceso a la tecnología como origen de muchas desigualdades y desventajas comunicativas y de expresión. Esta ponencia llamaría también la atención sobre las fisonomías de los espacios urbanos, como perfil desde el cual se construye el imaginario simbólico de cada región.

La recuperación de la ritualidad y la performatividad de lo cotidiano, son analizadas y replanteadas por Guy Sioui Durand y Richard Martell, en las postulaciones de un arte “relacional”, “situacionista” y “contextual”, ya sea en el análisis de sus aspectos históricos, ya en la situación particular de los proyectos artísticos de Québec. Ambos autores proponen una mirada desacralizadora del acontecer artístico, más próxima a la liturgia urbana que se afana en su propio movimiento interior, que al esfuerzo por ganar una mirada museística o altamente oficial. El arte quiere seguir siendo un espacio autárquico y al mismo tiempo deudor de sus fuentes, hablando no sólo en términos de lenguajes, sino también de práctica social. Esta perspectiva se cruzaba con el análisis comparativo y diferencial entre el otrora arte comunitario y el actual arte colaborativo en la voz del artista panameño Humberto Vélez –también radicado en el Reino Unido- y con los vínculos filosóficos y sociológicos que en el estudio de las identidades subalternas hacen del arte y la política un territorio común, según nos planteaba la tesis de la brasileña Vera Pallamín. O con expresiones originalmente marginales (o marginadas ) como el graffiti, la música underground, el arte del tatuaje, y la dinámica social de grupos que funcionan cual pandillas juveniles, abordadas también en las ponencias por Celia María Antonacci (Brasil) y Zuleiva Vivas (Venezuela).

Dentro de ese mismo sentido de radicalidad estética ciudadana detectamos una vertiente consignataria de una red de acciones comprometidas con innovar la propia Institución Arte, ya sea a partir de su cuestionamiento, subversión y transformación, tanto si se le usa en su modelo y concepción tradicional, como si se le impele desde las nuevas tecnologías de la información, las nuevas redes de producción y consumo o las nuevas perspectivas de inserción social. Los ejemplos en esta dirección fueron varios. La misma Zuleiva Vivas presentando el proyecto Como en la Tele, el cual, organizado por dos artistas venezolanos, fuera acogido por el Museo de Bellas Artes de Caracas; una forma de trasgresión de los límites que impone el circuito tradicional de las artes y en particular el museo. Se trata de un intento de actuar en medio de la reorganización de la sociedad global y de los mercados simbólicos, insertando formas variadas y no tradicionales de articulación de lo estético y lo artístico. Hacia esta dirección apuntaba también el argentino Fernando Farina, director de la Primera Semana de Arte de Rosario, este último un espacio creado para la confrontación del público más amplio en los lugares más inhabitables por tratarse precisamente de la colección de arte contemporáneo perteneciente al museo de la ciudad. Pero de igual forma Jorge Albán, de Costa Rica y Lucrecia Cippitelli, de Italia, discursaron sobre proyectos de alcance tecnológico relativos uno al video juego y los juegos electrónicos, y el otro, a la performance audiovisual conocidos como live media y v-jing, una especie de sinestesia entre performance, público, ambiente y máquina, una práctica de combinaciones y simbiosis que crea una meta-narrativa del mundo contemporáneo e involucra la ciudad, la cultura pop, los nuevos medios y la cultura visual. Estos proyectos despertaron debates sobre la funcionalidad de prácticas que estas tecnologías ofrecen y la posibilidad real de que puedan convertirse en planteamientos de dimensión artística. Sussan Lord y Janine Marchesault, asimismo hablan de un tipo de “flujo cultural” en el cual los colectivos artísticos funcionan como prácticas cívicas globales para generar proyectos, intercambiar y crear una movilidad universal.

Este nivel de conectividad usa como base una red tecnológica de información a través de la cual se pretende reactivar el sentido de ciertas utopías colectivas que se reapropian de las ciudades y las hacen trascender más allá de sus fronteras.

Por último, y no por ello menos importante, vale citar las presentaciones magistrales de Hervé Fischer y José Luis Brea. Fischer, en un excelente texto, analiza, de un lado, las grandes ciudades como supercentros generadores de medios electrónicos de comunicación y transferencia de datos; y del otro, a la web como una metáfora urbana virtual, así como las ventajas y desventajas de los procesos y dinámicas que determinan estos similares megadesarrollos. José Luis Brea, por su parte, nos introduce en una fase avanzada del intercambio cultural –la actual- que tiene como base la e-image, tendiente a no mantenerse idéntica a sí y generadora no solo de un imaginario electrónico, sino de nuevos planteamientos acerca de economía, distribución, y tráfico del conocimiento, así como sociabilidad y sentido comunitarista de la imagen.

 

Heterogénesis

Revista de Artes Visuales
Box 760
220 07 Lund - Sweden
Tel/Fax: 0046 - 46 - 159307

e-mail: heterogenesis@heterogenesis.com