Al borde del nuevo milenio:
48° bienal de Venecia



Isak Nordgren



La bienal de Venecia de este año, la número 48, tiene al suizo Harald Szeemann como responsable máximo y la participación de Suiza es también la más sobresaliente. La suiza siempre brillante Pipilotti Rist está representada con obras en dos lugares distintos. En el llamado pavellón italiano, que en la práctica es internacional, se encontraba la cautivadora instalacion Vorstadthirn. El espectador se encuentra con un pequeño modelo muy realista de una típica casa-quinta y su terreno. Lo único que rompe la ilusion de realidad e idilio es el texto «wild modesty» escrito con color neón en el terreno y dentro de la casa en una pantalla de video, donde también se puede ver, entre otras cosas, una familia a la cual se le están quemando sus platos de comida. La pared detrás del modelo está cubierta con imágenes que hacen recordar cómo uno ve el mundo pasar rápidamente por una ventana de un auto; pero aquí las imágenes son en slowmotion, como si la realidad nos pasara interminable y lentamente. En la imagen enorme hay proyectada una imagen más pequeña que nos muestra lo que está pasando en el auto. Una mujer, cuya cara nunca podemos ver por completo, nos cuenta, como si estuviera recitando una poesía, cómo la vida de barrio la asfixia.


Shirin Neshat: Turbulens


En la otra zona principal de la bienal, dAPERTutto, Rist ha puesto su instalación más antigua, Nothing de una manera como descuidada en el área del puerto. Una máquina sopla cada tres minutos burbujas y humo al mismo tiempo. Las burbujas llenas de humo flotan como organismos recién nacidos entre los espectadores para vivir un par de segundos y luego caer al suelo y convertirse en Nada. Aparte de Rist, el pabellón suizo era uno de los mejores. Roman Signer sólo deja ver a su público el resultado y documentación de sus obras. En realidad, la mayor parte de la obra ya ha sucedido ‹una vez y sólo ante unos pocos pares de ojos. El espectador ve unas cien bolas, cada una sobre un rectángulo de arcilla dispuesto en el suelo. En la pieza del lado se puede en ver video cómo estas bolas, con una precisión extrema, caen al mismo tiempo del techo a sus respectivos zócalos de arcillas. En la pieza solamente existe el resultado de este momento.

De los pabellones de este año, el danés tenía el contenido más fuerte. Peter Bonde y el americano Jason Rhoades han partido de su común interés por los motores, y han creado el proyecto continuo The Snowball que en esta oportunidad ocupa el ancho del pabellón danés. Bonde y Rhoades, junto con varios otros artistas y también con sus auspiciadores, han participado en su propio «stock car race» y lo han documentado en todo tipo de medios imaginables. El pabellón, además de los siete autos que participaron, está lleno con montones de ruedas, monitores que muestran las carreras grabadas, fotos, pinturas, textos, repuestos y una serie de objetos relacionados con la carrera. Todo acompañado por un ruido ensordecedor de motores.

Lo contrario del pabellón danés es la obra del rumano Serge Spitzer, uno de muchos buenos en dAPERTutto. En una pieza totalmente aislada, que más que nada parece un granero, Spitzer ha colocado vasos de agua uno encima de otro por todas partes, en el suelo y en las vigas del techo. Por aquí y por allá, los vasos que estaban apoyados borde a borde se han resbalado y se han quebrado. Estos pocos momentos son los únicos que pueden quebrar el pesado silencio.

En dAPERTutto también se encuentran, junto con Rist, las dos obras más revolucionarias de la bienal -ambas premiadas con un premio individual. En una pieza oscura con grandes proyecciones de video en los costados largos se encuentra la instalación de la artista persa Shirin Neshat, Turbulent. En la pared izquierda de la pieza, un cantante se está preparando para su público estrictamente masculino, a la derecha hay una silueta de espalda al espectador frente a galerías vacías. Las imágenes están proyectadas de tal manera que no las podemos ver al mismo tiempo. En la sala de conciertos vacía se observa algo que parece un ser desconocido parecido a una estatua, mientras que el hombre de la pared opuesta canta su canción divina y luego es premiado con aplausos. De pronto se siente una voz infernal y el cantante se vuelve sorpersivamente hacia el público. En la pared derecha la cámara hace un movimiento y revela a una mujer, que de acuerdo a la ley iraní tienen prohibido cantar en público, que abre su garganta y con compenetraccion dolorosa grita y resopla su queja sin palabras antes que todo, de modo igualmente sorprendente, se vuelve al silencio. La presencia de la mujer en su mundo desierto es una situación que comparte con el joven afroamericano que tiene el papel principal en la extensa instalación de video de Doug Aitkens «Electric Earth». En ocho telas gigantes en cuatro salas diferentes encontramos algo que parece ser una ciudad desierta. Pero lo que parece tranquilo se rompe por el susurro de los tubos de luz fluorescente, una botella que rueda por el asfalto, un billete que se está siendo mordido por un atomático. Todo vibra de moderacion y frustración. Los sonidos de la ciudad se han convertido en tonos, las imágenes han pasado a ser centelleos y el joven que por inquietud ha salido a las calles empieza a bailar de una manera maníaca. Tiene contracciones y convulsiones o como si tuviera choques eléctricos que pasaran por su cuerpo, está bailando con una música que solamente él parece captar. Todo habla de presencia fisica y corporal, cada sonido e imagen corresponden uno con el otro y el mundo que nos está rodeando en realidad se presencia como eléctrico.

Lo que se siente sorprendente con estas dos instalaciones atolondradoras es que ambas han logrado utilizar el video como medio de expresión de una manera interesante. Aquí, las dos instalaciones están en al límite de ser una pelicula, igual que otros artistas como Rist, Sam Taylor-Wood y en la bienal, tal vez más que otros, Eija-Liisa Ahtila cuya obra premiada «Consolation Sevice» igualmente podría haber participado en un festival de peliculas de cortometraje.

Si las obras de video todavía están sobre representadas, la pintura, desgraciadamente, apenas se encuentra presente, al igual que durante los ultimos años. Entre los pocos que de alguna forma han trabajado con la pintura hay nombres interesantes. La alemana Pia Fries trabaja con algo que más se parece a la pintura abstracta, pero en lugar de pintar de una manera tradicional ella apreta el tubo de color produciendo manchitas y dibujos que los deja tal cual o los raspa y los esparce en distintas formas. En algunas partes monta varias capas gruesas de pintura, en otras deja la madera completamente libre y vacía. La joven danesa Simone Aaberg Kaern también utiliza la pintura en su instalacion Sisters in the sky. En una de las paredes de un corredor arqueado hay colgados una serie de retratos de mujeres piloto de la Segunda Guerra Mundial, pintados con medidas identicas en el mismo estilo y tonos. La sensación se refuerza con el sonido esporádico de un avión de combate que vuela por la sala.

Finalmente se debe nombrar la obra que probablemente concluye mejor la bienal de este año, la enorme insta-lación del japones Tatsuo Miyajimas Mega Death. En una sala aislada 2450 contadores digitales en neón cuentan del nueve al cero (entónces el espacio de la cifra se pone negro), todos a distintas velocidades. Todos se con-vierten en símbolos de la diversión del arte y el mundo, el terror al cambio y el colapso al borde del nuevo milenio. Súbitamente, como de un chock, la pieza se vuelve totalmente negra, todos los mecanismos se vuelven a ceros vacíos en el mismo instante y así siguen durante un minuto y cuarenta y cinco segundos antes que vuelvan a prenderse y comienzan a contar en forma descendiente hacia la proxima muerte en Venecia.

*Isak Nordgren estudia historia del arte en la Universdidad de Lund

(Traducción: Lorena Acevedo)

FA+ (Ingrid Falk & Gustavo Aguerre)

Smitta - Lunch Live


Performance en la bienal de Venecia
(10 de julio, 19:00 hrs)

22 personas con distintas profesiones fueron invitados a la cena y discutieron el tema Contagio. La acción es parte de un proyecto de gran escala que abarca obras de distinto tipo que hasta ahora han sido expuestas y/o realizadas en distintas galerías, museos y espacios de Suecia, Inglaterra e Italia.


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