Magritte:
un pensador que se comunicaba a través de la pintura



Angel Rodriguez Kauth


Le modele rouge, 1953


La naissance de l'idole, 1926


Les amants, 1928


Perspective: Le balcon de Manet II, 1950


Irêne ou la lectura défendue, 1936


Les valeurs personailes, 1952


Le Tombeaux des lutteurs, 1960


Estas dos últimas obras fueron mostradas por primera vez al público europeo.

La exposición es la más importante de la temporada de otoño en el Louisiana. El objetivo de la exposición ha sido presentar al artista como un precursor y fuente de inspiración del arte pop y el arte conceptual mostrando obras que pueden considerarse contienen las semillas de futuros movimientos artísticos.

«Las imágenes deben ser vistas tal como son. Además, mi pintura no implica la supremacía de lo invisible sobre lo visible /../ La mente ama lo desconocido. Ama imágenes cuyos signficados son desco-nocidos, ya que el sig-nificado de la mente misma es desconocida. La mente no entiende su propia razón de ser, y sin entender qué (o por qué sabe lo que sabe), los problemas que propone tampoco tienen razón de ser.»


La percepción ha sido considerada --desde antaño-- como un complejo fenómeno orgánico neurológico. Sin embargo, desde que la Psicología Social se ha instalado como disciplina científica, sus múltiples experimentos y experiencias de campo han abierto aquella dimensión al espacio de lo aprendido. Es decir, sin menoscabar los atributos fisiológicos y biológicos, base fundamental y necesaria para que se produzca el hecho perceptivo --como síntesis de mayor elaboración que la simple sensación-- desde hace más de un siglo se considera a los procesos perceptivos como de «aprendizaje social», cuyo responsable es el entorno cultural y sociohistórico del cual participa el sujeto de tal consideración (Klineberg, 1940: Psicología Social. Fondo de Cultura Económica, México, 1963)

Esta brevísima relación psicosociológica tiene el sentido de comprender las ideas plásticas de R. Magritte como el referente de una ruptura perceptual entre lo dado como observable y lo oculto que él logra hacer destacar en el hecho perceptivo de quien contempla la mayor parte de sus obras, especialmente aquellas que se ubican luego de --aproximadamente-- 1925. Fue en ese momento cuando se aleja del cubismo clásico y se acerca a la representación, casi fotográfica, de los objetos presentados en sus obras. En este sentido, posiblemente sea El Modelo Rojo (1937) la obra pictórica que inaugura este proceso de ruptura al que pretendemos hacer referencia. En el mismo se puede observar un fondo de tablones y piso que ha sido retratado con puntillosidad impresionista, aunque en el centro atencional la situación da una curva de 180°. Ahí se ve un par de cañas de botines --con sus respectivos acordonamientos-- y desde abajo de los cordones no se continúa la capellada de los botines, como era de esperar en la percepción tradicional, sino que aparecen dos pies que siguen perfectamente el desarrollo inferior de los botines. Esa continuidad discontinua --valga la paradoja lingüística-- tiene el propósito de sorprender al espectador que, sin dudas, en un primer momento no alcanza a comprender el sentido de la obra, aunque luego pueda hacerlo y, si posee sentido del humor, hasta podrá reírse de su propia sorpresa y desconcierto. Por esto, resulta casi cómica la posición que adoptan los espectadores ante La reproduction interdite (Portrait d'Esward James) (1937), donde normalmente los mismos se ven obligados a pensar dos veces de qué manera se refleja una imagen ante el espejo.

A obras anteriores, como La Naissance de l¹idole y La traversée difficile (ambas de 1926) se les reconoce una línea pictórica al estilo Dalí, aunque una de aquel mismo año --Le seuil de la forêt-- permite anticipar las secuencias posteriores de Magritte. La condition humaine (1933) y L'appel des cimes (1942) son dos obras paradigmáticas del proceso de ruptura al que venimos refiriéndonos; siendo Carte Blanche (1965) óleo sobre lienzo pintado dos años antes de morir, la culminación de tal quehacer rupturista. En esta última obra resulta notable la capacidad de abstracción del autor para separar los elementos perceptuales que habitualmente no se ven, como son los cortes del caballo producidos por un árbol instalado delante de su paso y que se corta y recorta transgrediendo toda posible percepción previa con que se venga dotado al observarlo; a lo cual agrega un espacio recortado con la figura de otro árbol que separa el cuarto delantero del animal del resto del cuerpo. Por último, en este breve repaso de algunas de sus múltiples obras, cabe destacar que Perspective: Le balcon de Manet II (1950) se instala, con una temática escatológica, en el racconto que hemos venido haciendo.

Magritte sostenía, con mucho de humor ácido, que «lo real se identifica con sus posibilidades», para lo cual él se permitía observar muchas más posibilidades de representación de los objetos que se posaban frente a sus ojos. Con todo esto, Magrite logró que se percibiera más allá de las formas culturales de percepción a las figuras y fondos que se aprenden --tradicionalmente-- en el seno de una cultura.


Dr. Angel Rodriguez Kauth
Universidad Nacional de San Luis, Argentina


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