El arc(a) de Noé


Gabriel Martín


Adrián Tranquilli: Yoda, The day after, 1999
Técnica mixta (189x40cm)



Spencer Tunick: Kryst 1.
Impresión montada en aluminio (180x226 cm), 1999



Marceli Antúnez: Alfabeto, 1999



Micha Klein:: Artificial beauty/Angie, 1999
Impresión en cibachrome,
plexiglás, dibond y madera (75x75 cm)



Ernesto Pujol: Levitación, 1999
Impresión digital (91x183cm)



Symrin Gill:Vegetación
Fotografía en blanco y negro (100x85cm)



Erwin Olaf: Cindy c. 78, 1999 (Serie Nature)
Fotografía sobre papel de vidrio (100x80cm)



Vanessa Beecrof: Performance, 1998
Cibachrome



Susi Gómez: Sin título, 1994
Fotografía color sobre madera (254x182cm)

La 19ª edición de la feria de ARCO de Madrid cerró sus puertas el pasado 15 de Febrero con la participación de 258 galerías (101 españolas y 157 extranjeras) de 28 países distintos y más de 10.000 obras expuestas. Esta cita profesional que reúne la creación artística más reciente se despidió con una bonanza de ventas y masiva asistencia de público (más de 170.000 personas visitaron la feria durante los seis días que duró la muestra), consolidándose en el tercer lugar en importancia entre las ferias de esta índole en Europa por detrás de la de Kassel y Basilea.

Este año ARCO ha tenido a Italia como país invitado. Y ha sido Achile Bonito Oliva, el padre de la Transvanguardia, quien ha seleccionado las galerías de la representación transalpina. El resultado de esta selección han sido doce galerías históricas y otras doce con propuestas más innovadoras y emergentes, que se presentan de una forma bastante coherente. Las galerías italianas no muestran sólo obras de artistas italianos, sino que las agrupan junto con las líneas y propuestas dominantes en la escena internacional, dando un relieve preponderante a los Estados Unidos. Especialmente interesantes eran los «stands» de dos galerías milanesas Milano y Claudia Gian Ferrari. En la primera brillaban los cuadros de Vordemberge-Gildewart y Antonio Calderara, en la segunda con obras de Filippo de Pisis, Arturo Tosi y Ottone Rosai, o la presencia de la estrella emergente Vanessa Beecroft, o de la divertida obra de Adrian Tranquilli titulada «Yoda - the day after» en la que establece una curiosa semblanza entre el personaje de «Star Wars» con el pontífice romano.

Si analizamos en su conjunto la oferta más contemporánea del certamen cabe destacar la, cada vez más en alza, presencia del medio fotográfico que se consagra como el soporte artístico de nuestro futuro más inmediato, puesto que la misma representatividad de la pintura, algo caduca y poco ingeniosa, y muy por encima las nuevas tecnologías como el vídeo o proyectos informáticos no acaban de encontrar un espacio propio en el mundo de las galerías dada la dificultad que comporta vender obras de esta índole. A pesar de la diversidad de temas tratados por los artistas que componen el barco de ARCO, el mundo de la moda, el mestizaje y la violencia que rodea a la sociedad actual sirve de leitmotiv para una buena parte de las nuevas generaciones de artistas, además del siempre recurrente interés por la exploración del cuerpo y sus funciones más escatológicas. Artistas como, por ejemplo, la española Susy Gómez trabaja con la fotografía inicial de modelos que modifica manualmente. Digitaliza la imagen, de manera que la obra final es el resultado de su paso por el ordenador, lo que en el caso de Gómez se enmarca en la poética distanciada de su trabajo. Entre otros artistas que desarrollan su producción en el campo de la fotografía podemos encontrar al español Virgilio Vieitez (de quien tanto se habla últimamente), Günter Forg, los instalacionistas Ed Ruscha y Peter Halley; el belga mexicanizado Francis Alys, y los neo-geos Ruth Bencazar; Thomas Ruff y Jean Marc Bustamante.

La principal novedad de esta edición son las obras que, aún manteniendo su carácter de objeto artístico, están realizadas mediante la utilización de un software específico. La pieza «Ego», que Antoni Abad presenta en la galería Oliva Arauna, es un buen ejemplo. Se trata de una proyección informática de un enjambre de moscas virtuales que van formando de forma aleatoria la frase «y yo» en inglés, aunque el artista ha realizado versiones en todos los idiomas. En esta pieza, Abad asocia las moscas, animal doméstico que él en cierta manera relaciona con el egocentrismo de los artistas. Con la base de Software también funcionan los cuadros en movimiento de John F. Simon Jr, en los que el artista y programador estadounidense va creando diversas compo-siciones abstractas a partir de un software de diseño propio e inspiradas en obras de clásicos de las vanguardias. También destacaré las obras «Drive track 3» de Jordan Grandall, que tiene como particularidad el haber sido pensado para exhibirse en un aparato portátil de DVD y la obra «Counter spiral», del japonés Tatsuo Miyajima, un trabajo que alude a la cultura del Zen y la importancia que en ella tiene el transcurso del tiempo.

En las secciones «Cutting Edge» y «Project rooms» (dos de los programas más interesantes de la feria, el segundo de ellos comisariado por un equipo permanente de comisarios internacionales), las galerías son invitadas a presentar artistas con tendencias nuevas y actuales, artistas emergentes en el panorama internacional. Al igual que el conjunto de las galerías apuestan también por la fotografía, el vídeo y las instalaciones. La calidad de las propuestas es bastante aceptable, aún con el dato, seguramente inevitable, del incremento de la presencia de artistas orientales que, en todas las últimas convocatorias internacionales parecen haberse convertido en centro de atención del mercado y, en consecuencia, en «la última moda».

A pesar de esto, me gustaría nombrar algunas sorpresas. Las fotografías del artista Neoyorquino Spencer Tunick, quien presenta centenares de cuerpos desnudos cubriendo paisajes desérticos o urbanos. Las fotografías-instalación del cubano afincado en Nueva York, Ernesto Pujol que bajo el título de «Hagiografía» presenta autorretratos de artista vestido con hábitos de fraile o monja emulando la espiritualidad mística de Santa Teresa de Jesús. La artista natural de Singapur Simryn Gill quien en una serie de fotografías tomadas en blanco y negro se cubre la cabeza y otras partes del cuerpo con plantas autóctonas, o por el contrario, antropomorfiza las plantas vistiéndolas con ropa dándoles cierta apariencia humana a modo de espantapájaros. Mucho más dulce es la instalación «Still life» de Eulàlia Valldossera. Una habitación infantil sobre cuyas paredes se proyectan imágenes de objetos del mundo cotidiano tanto infantil como adulto, que flotan rotando en el espacio, como esos curiosos carruseles de juguete que dan vueltas sobre la cuna del bebé para propiciar el sueño mediante un lento y pausado movimiento hipnótico.

Existen otras propuestas no adscritas a los programas mencionados que también merecen un lugar en este paseo por ARCO, como la serie de fotografías de mujeres maduras convertidas en «vedettes» de variedades de Erwin Olaf, los retratos cibachrome manipulados por ordenador del holandés Micha Klein, o la escultura interactiva titulada «Alfabeto» de Marcel.lí Antúnez, la cual expele jadeos y lamentos de talante un tanto eróticos al ser acariciada por el espectador.

Por lo demás, es de justicia destacar una vez más el interés y la calidad de la presencia continuada de las galerías portuguesas e iberoamericanas, que han hecho de ARCO un espacio privilegiado de presentación internacional de sus propuestas. Entre los artistas iberoamericanos parece especialmente notable la presencia en muy diversas galerías del venezolano José Antonio Hernández-Díez, con propuestas escultóricas de una gran calidad, así como los trajes de novia elaborados por la mexicana Yolanda Gutiérrez.

*Gabriel Martínez es Curador y Crítico de arte.






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