Un compromiso con el arte y la sociedad |
Retrato de José Pomar, 1904 Oleo sobre tela, 63x52 cm
|
Organizar una exposición de un artista cuya obra fundamental la constituyen murales de tamaño monumental no es tarea fácil, simplemente por la imposibilidad de mostrar la obra misma. La única opción para la presentación de una obra de esta naturaleza es tener una buena documentación del proceso que va desarrollando el artista para la ejecución de la obra, es decir los bosquejos; lo que Ragnar Josefsson, fundador del Museo del Bosquejo de Lund, llamaba la génesis de la obra de arte. En esta exposición, el protagonista es el bosquejo, o fragmentos de bosquejos, que nos muestran el camino hacia esas grandes obras que hoy se conservan principalmente en lugares públicos de México.
Una reproducción de tamaño natural del mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda (1947-48) es la primera imagen que encuentra el espectador: 150 personas pintadas en tamaño natural en una superficie de 15 metros de largo y 4,8 mts de alto parecen venir a nuestro encuentro. En la imagen se mezclan personajes de la historia personal del artista con personajes de la historia mexicana; todos están soñando, los viejos sueñan con tiempos pasados y los jóvenes sueñan con el futuro. La reproducción es un buen inicio en el recorrido. Le sigue una sala con pinturas de sus primeros pasos en la Academia San Carlos y su estadía en Europa, de los cuales es imposible no ver la sombra de Cézanne, por el cual Rivera sentía gran admiración, Picasso y otros pintores que fueron sus compañeros de búsqueda durante su período parisino. En la segunda sala, destaca su pintura retratista que incluye personajes indios, personas de su entorno social y retratos pintados por encargo; una mezcla de estudio interesado con pintura decorativa para el turismo. Entre los primeros, el hermoso retrato de una niña india con su cabello recogido en dos trenzas y cubierta con un manto azul (Niña con rebozo, 1938) y el retrato de la bailarina norteamericana Rosa Rolando (1931), cuyo rostro recuerda los retratos coptos. Entre los segundos, el poco interesante retrato de Nastia Berger (1943). El homenaje al amor está expresado en el retrato a Cecilia Armida (1952), con quien había tenido una relación íntima. El detalle curioso de la exposición fue la presencia de Patricia V. Armida -hija de la anterior y pintada por Rivera en 1954- en la inauguración de la exposición, quien contó su recuerdo de su experiencia como modelo para el artista. El autorretrato es un área muy particular en el arte, es el espejo interior del artista y no todos la desarrollan. En Rivera, el autorretrato es un capítulo especial de su obra; en la muestra podemos apreciar varios de distintas edades y en diferentes técnicas. El primer autorretrato es una imagen retrospectiva que encontramos en Sueño de una tarde dominical en la Alameda, donde lo vemos de niño de la mano de la Calavera Catrina y justo delante de Frida Kahlo, soñado con el «amor más puro, hecho realidad en Frida Kahlo», según sus palabras. Los enormes ojos caídos, abultados y medio salientes del pintor, son su rasgo exterior más sobresaliente; su mirada profunda, cálida e inquisitiva absorbe al espectador en un encuentro con el pintor y consigo mismo. Frida Kahlo los describe amorosamente: «Sus ojos grandes, oscuros, caídos y muy inteligentes, raramente están quietos -casi se salen de sus órbitas- sus párpados hinchados y protuberantes, parecidos a los de los batracios apenas cubren sus ojos muy separados, más separados que los ojos de ninguna otra persona. Están formados de tal forma que su mirada cubre un campo visual mucho más amplio; es como si estuvieran construidos especialmente para un pintor de grandes multitudes y amplios espacios abiertos». El bosquejo Caras de rana (1931), el autorretrato en témpera sobre tela de 1949 y el retrato a lápiz sobre papel de 1951, en el que juega con el efecto de espejo, son interesantes ejemplos de esa mirada de sí mismo. La última sala contiene fragmentos de bosquejos de varios de sus murales y mosaicos; bosquejos para retratos, como el del célebre actor mexicano Mario Moreno, Cantinflas (primer bosquejo para el mural Historia del Teatro en México, 1953), caricaturas, como la de Eisenhower (1954) y apuntes diversos -algunos sin ningún interés en particular, excepto el haber salido de la mano del artista. De sus grandes proyectos, la exposición muestra cinco bosquejos a lápiz de pequeño tamaño de su segundo encargo oficial, que duraría cinco años (1923-28). El tema es Visión política idílica del pueblo mexicano, que cubre una superficie de 1585,14 m2 en 235 paneles ubicados en los tres pisos del Ministerio de Educación. Otros cinco bosquejos realizados en 1929 ilustran el proyecto de la serie de murales en el Ministerio de Salud (entonces Secretaría de Salud y Seguridad Social). También hay bosquejos algo borrosos realizados en 1929 para los murales del Palacio Nacional y otros edificios de México. De su obra conservada en Estados Unidos la muestra presenta un bosquejo en óleo sobre masonita de 1933 para el mural Hombre en el cruce de caminos en el edificio de la Radio Corporación de América (RCA), Centro Rockefeller, Nueva York. El bosquejo suele ser, más que un modelo en miniatura de lo que será la obra final, un paso que precede a la obra, es la huella que va dejando el proceso de creación del artista. En la comparación con la obra terminada, muchas veces se advierten modificaciones, pequeñas o significativas; sin embargo, en el bosquejo suele encontrarse el gérmen de la obra. En el bosquejo para el mural en Nueva York advertimos grandes diferencias formales entre éstos y la obra final; pero la esencia está: un hombre en traje de trabajo mueve con sus manos una palanca. Atrás dos elipses conectadas con una máquina en forma cilíndrica. Otros bosquejos dignos de destacar son dos espléndidos estudios en sanguina sobre papel de arroz realizados en 1936 para el mural de cuatro partes del Hotel Reforma de México. El mural, pensado para el comedor del hotel trata en forma irónica y jocosa el tema del canibalismo adapatándolo a episodios de la época. Finalmente, a la salida de la exposición (o a la entrada) una galería de imágenes de Rivera completa la mirada a uno de los más grandes pintores del siglo XX. La exposición es la de mayor envergadura del artista en Suecia hasta hoy. Un excelente catálogo con las obras contenidas en la exposición y material sobre Rivera acompaña la exposición. La obra de Rivera está contemplada en la excelente colección de bosquejos de los muralistas mexicanos que exhibe en forma permanente el Museo del Bosquejo (Skissernas Museum), dependiente de la Universidad de Lund. |
Autorretrato, 1930 Litografía sobre papel, 48x62 cm |
Autorretrato, 1949 Acuarela sobre tela, 31x26,5 cm | Autorretrato, 1951 Lápiz sobre papel, 37x31 cm |
Primeros pasos
La experiencia europea
Rivera viaja momentáneamente a México en 1910, el mismo año en que Francisco Madero proclama la revolución mexicana. Después de una exposición muy exitosa en la Escuela Nacional de Bellas Artes regresa ese mismo año a Europa con una beca renovada por 10 años. De regreso en París vive en pleno Montparnasse compartiendo con toda la intelectualidad parisina de la época: Piet Mondrian, Amadeo Modigliani, Georg Jacobsen, Adam Fischer, Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris, Robert Delauney, Marc Chagall, Fernad Léger, Henry Matisse y muchos otros. En su obra de esos tiempos se nota la presencia de muchos de estos pintores, tanto como modelos, como en rasgos de la obra misma. Expone regularmente en el Salón de Otoño y en el Salón de Artistas Independientes de 1911 y 1913, inaugura su primera exposición individual en París en 1914 y en Nueva York en 1916. Poco a poco empieza a alejarse del cubismo, por lo que es fuertemente criticado por el círculo en cuestión.
«Elie Fauve quien guía a Diego hasta las fuentes del arte del mundo occidental moderno: el arte del Renacimiento italiano. La idea de expresarse a través de los frescos comienza a dibujarse en el espíritu de un hombre que tiene ahora ya más de treinta años. Es la edad de un primer balance sobre el saling-block de lo verdadero. Del Futurismo él ha conservado la preocupación eterna de innovación: utilizar todos los recursos de la provocación hasta el escándalo. Picasso, Braque, Juan Gris, le han enseñado la organización de la superficie pictórica, cómo se estructuran los elementos, el espacio, y los objetos eliminando la perspectiva. Léger, por su parte, le ha transmitido su amor por la arquitectura moderna, el trabajo, la máquina. Del Cubismo él sólo retendrá una leccion: la simplicidad más grande», escribe Chistina Burrus («Diego Rivera, vitalidad de un artista». Catálogo de la exposición, 2000)
Del invierno de 1920 al verano de 1921 estudia las técnicas del fresco en Italia, junto a su compatriota David Alfaro Siqueiros, que entonces había llegado a París, cargado con el fervor de los principios de la revolución mexicana y la idea de un arte público para el pueblo. El recorrido parte en Milán y se detiene en Venecia, Florencia, Ravena, Nápoles, Pompeya, y desde luego Roma, donde conoce los frescos de Miguel Angel.
El compromiso con su historia
Carnaval de la vida mexicana. Hotel Reforma, 1936
En julio de 1921 Diego Rivera vuelve a tocar tierra mexicana. El país empezaba su proceso de reconstrucción luego de 10 años de guerra civil. El escritor José Vasconcelos, miembro del movimiento insurreccional, había sido nombrado ministro de la recién formada Secretaría de Educación Pública; su papel en el desarrollo de las artes y la revalorización de la propia historia son incuestionables. Invita a artistas, entre ellos Rivera, a participar en expediciones por sitios precolombinos y los estimula a pintar su historia dándoles plena libertad para expresarse en muros de los edificios públicos. El primer encargo oficial empieza en enero de 1922 y se extiende hasta el año siguiente. El lugar es la Escuela Nacional Preparatoria. La superficie del mural es de 109, 64 m2, la técnica es el fresco a la encáustica con aplicaciones de láminas de oro. Un ejército de ayudantes participa en esa obra monumental, que sería el primer gran impulso que pone en movimiento la pintura mural mexicana; un arte colectivo, para el pueblo. A fines de ese año, Rivera se inscribe en el partido comunista mexicano, del que formaba parte Siqueiros. A ese primer encargo le sucede Visión Política Idílica del Pueblo Mexicano (1923-28) realizado en el Ministerio de Educación. Entre 1927-29 realiza los murales de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. En 1929 pinta la serie de murales en el Ministerio de Salud (entonces Secretaría de Salud y Seguridad Social). Un vuelco en la vida política mexicana frena el ímpetu del muralismo mexicano y Vasconcelos se ve obligado a dimitir en 1924. Los encargos oficiales se terminan y sólo se continúan los que ya están en marcha. Siqueiros deja la pintura y se dedica a la política y Orozco se va a Estados Unidos. En 1927 Rivera es invitado a Moscú a la celebración del décimo aniversario de la revolución bolchevique en calidad de miembro de la delegación de funcionarios comunistas y representantes de los trabajadores mexicanos. Su intención es aportar su experiencia en la pintura mural, pero se encuentra con una estética que obedece a una línea política que no permite la libertad a la que él estaba acostumbrado. De regreso en México se dedica a trabajar en la serie de murales para el Palacio Nacional y en 1929 contrae matrimonio con Frida Kahlo. Ese mismo año es expulsado del partido comunista por no adherirse a la línea estalinista. Son tiempos difíciles para Rivera. Sin embargo su trabajo ha ganado el respeto y admiración del embajador de Estados Unidos en México, Dwight W. Morrow, quien hace gestiones para encomendar a Rivera el trabajo de pintar los murales del Palacio de Cortés en Cuernavaca (1930). El tema que Rivera escoge es la Conquista y Revolución. Terminado el trabajo en Cuernavaca Rivera (y Frida Kahlo) viajan a San Francisco con recomendaciones y financiamiento de Morrow. Su viaje a Estados Unidos no es precisamente un camino sobre pétalos de rosas; por un lado hiere la sensiblería revolucionaria mexicana y por otro hiere la mediocridad de sus colegas norteamericanos. Sin embargo, su genio artístico sobrepasa los sentimientos poco elevados de sus congéneres y deja un importante legado en el país del norte. De ese período y de posteriores visitas a Estados Unidos son los murales del vestíbulo del edificio en construcción de la RCA en Nueva York, el del Instituto de Bellas Artes de Detroit en Michigan y el del Instituto de Bellas Arte de California y en diciembre de 1931 el recién inaugurado Museo de Arte Moderno de Nueva York muestra una retrospectiva del pintor mexicano con 150 de sus obras.
San Francisco Art Institute, California School of Fine Arts, California, USA
Rivera termina su larga y prolifera vida el 24 de noviembre de 1957, tenía 71 años de edad; de esos, 60 años los había entregado al arte. * Ximena Narea es historiadora y crítica de arte |
Box 760, 220 07 Lund
- SWEDEN
Tel/Fax: +46 (46) 15 93 07
E-mail:
heterogenesis@heterogenesis.com