Lo
carnal se encuentra alojado en la palabra. A través
de la carne, la vivencia conjunta de tener un cuerpo, los seres
humanos podemos encontrar una base común de comprensión.
Una comunicación empática; la carne que se reconoce en
el cuerpo del otro. En el hecho de que poseemos una experiencia conjunta
en lo que se refiere a tener sangre que es bombeada a través
de arterias y venas, de comer y defecar, de amar, de nacer y en el conocimiento
de que todo esto es efímero y de que esa carne tarde o temprano
se pudrirá, encontramos una pequeña esperanza de que vamos
a comprendernos. En lo carnal encontramos la esencia del ser humano
(que también se extiende fuera de nuestra especie), una posibilidad
de conversar más allá de las diferencias de sexo, sociales,
religiosas o culturales. La comprensión empática parte
de la base de que sabemos lo que se siente, un conocimiento silencioso
más allá de la palabra, más allá de las
categorías que el lenguaje utiliza para dominar el caos, tanto
el externo como el interno.
Por
eso está claro que los dioses deben tomar la forma corporal humana
para entender y reconciliarse con su creación. La redención
cristiana es posible solamente cuando Dios se viste con la misma carne
que su semejante, cuando la palabra misma se convierte en carne. Recién
entonces Dios puede conquistar el conocimiento silencioso que no puede
ser formulado sino experimentado. Reconocimientos que deben ser enseñados
en forma de experiencia de vida con lo efímero. Dionisios y Cristo
deben ser sacrificados, desgarrados y consumidos para que la resurrección,
la redención y el renacimiento sean posibles.
En
la tradición romántica el artista es entendido como un
investigador de cada rinconcito y cada lugar oscuro de la existencia.
Como una imagen santa el artista no se entrega ante lo innombrable sino
que explota cada lugar condenado por el humano. El artista que acompaña
el evangelio cuya máxima consecuencia está clara como
el agua; exige "una acción de absoluta solidaridad con cada
forma de dolor o marginalización. "Cerca de un mundo sangrando,
allí está Jesús." (Modéus) Bataille
está por eso equivocado cuando relaciona lo malo con el desorden
y el orden con Dios. El mensaje cristiano nos habla de una solidaridad
con la marginalización extrema que "incomoda y desafía
las estructuras establecidas" (ibidem.).
Largo
tiempo después del romanticismo y de la caida del modernismo
encontramos aún hoy artistas que realizan las acciones más
prohibidas y que no le disparan a un mundo que sangra. Artistas problemáticos
en sus consecuencias, en sus rupturas con reglas morales y sociales.
Imponiéndonos sus víctimas sustitutas, transforman sus
obras en dientes que hieren el cuerpo cultural.
Posiblemente
sea más fácil en nuestra era digital, ser un extraño
a su propia existencia, lo cual llevaría al deseo de reconquistar
lo físico. En esas observaciones, la mirada no nos ayuda. El
ojo puede solamente leer la superficie. Para obtener conocimientos sobre
los misterios del cuerpo, debemos utilizar nuestros sentidos "más
bajos"; el gusto, el olfato, el tacto.
En
Vanitas de Sterback, el motivo de lo efímero en versión
moderna, el cuerpo está en apariencia despellejado y la carne
desnuda se descubre. Esto es lo que comemos. Esto es de lo que estamos
hechos. Bajo la superficie hay un caos incomprensible de intestinos,
carne y sangre. O los órganos se encuentran en lugares bien definidos
como en el imaginario anatómico del renacimiento o su versión
moderna; Körperwelten de Gunther von Hagen. Orden y limpieza, -cada
cosa en su lugar, una construcción que nos hace ajenos a nuestro
cuerpo. Sabemos que el ser humano es una bolsa llena de excremento,
con una fina membrana hacia el mundo exterior. La revelación
positivista y clínica de cadáveres no logra tranquilizarnos.
Llevamos nuestro caos con nosotros.
Como
observadores nos dejamos llevar por revelaciones de las más insoportables
-como la del niño muerto; la imagen de nuestro peor sueño,
estetizada y por eso seductora (posible de ver). El niño y el
feto muertos de Savela encuentra al observador con toda su atrocidad;
esta es la realidad. Cuán lejos están estas imágenes
de las reproducciones de cadáveres fetales del fotógrafo
Lennart Nilsson, uno de los más reconocidos de Suecia, en libros
como Ett barn blir till (Nace un niño).
Los
homenajes de Larsson al cuerpo se asoman para seducirnos y son los más
llenos de esperanza por lo físico-humano que se han visto en
últimos tiempos. Una celebración de lo corporal y contínuamente
recurrente - LA CARNE.
(Traducción:
Miguel Gabard)
Fuente:
Fredrik Modéus, predikan i Helgeandskyrkan, Lund
den 13 januari 2002.
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