-Se
siente un poco como un velorio.
Así dice mi amigo, el redactor de fanzine y músico del
noise Pontus Lundkvist, mientras estamos de pie esperando en el hall
del Fylkingen a que Genesis P-Orridge de su charla. P-Orridge es desconocido
para la mayoría, pero dentro de la escena underground es una
leyenda. En 1975 fue uno de los que fundó la primera banda de
industry, Throbbing Gristle (T.G.). Literalmente, las ambiciones eran
las de poner la música al día con la revolución
industrial. Su música se basaba principalmente en ruidos electrónicos.
Sin embargo, la música no estaba sola, sino que formaba parte
de toda una cultura underground en gran medida basada en el efecto chocante.
T.G. era el grupo que en estos círculos cultivó el mito
de la manera más exitosa y tal vez más confusa: en un
momento hablaban y sonaban como ABBA, para en el momento siguiente dar
a conocer que se iban de vacaciones a Auschwitz vestidos con ropas que
parecían uniformes.
Hasta
el día de hoy, una serie de bandas han seguido los pasos de T.G.
Prácticamente todas las formas de la música electrónica
más dura están de un modo u otro en deuda con el enorme
trabajo pionero de T.G., ya sea con o sin el conocimiento consciente
del autor. Cuando T.G. se disolvió en 1981, P-Orridge y otro
de los miembros de la banda, Peter Christophersson empezaron Psychic
TV (P. TV). En lo temático, P. TV se centró entre otras
cosas, en la magia sexual y los símbolos numerológicos.
La
conferencia se convierte en una experiencia interesante. Uno de los
organizadores le pide a P-Orridge que se siente en un asiento de bar.
Él pregunta porqué, si está tan bien sentado en
el sofá. El organizador le contesta: "Pero es que entonces
no todos te van a poder ver." En esa frase se encuentra el fondo
de experiencia de la conferencia. Prácticamente nadie está
allí para que le den servida ninguna sabiduría vital.
Están allí para ver a una leyenda. Están ahí
para estar en un velorio.
Toda
la presentación es en principio un solo llamado para que nosotros,
los asistentes, con la creatividad como arma tomemos control sobre nuestras
vidas y superemos nuestros propios límites. En varias ocasiones
P-Orridge vuelve a hacer hincapié acerca de nuestro derecho inalienable
a crear nuestros propios universos. Es un razonamiento que me interesa
y atrae, pero en varias ocasiones tengo la sensación de encontrarme
en un congreso de motivación para el desarrollo de jefes de empresa,
más que en una charla de una leyenda del underground. Esto se
pone especialmente de manifiesto cuando él habla acerca de que
los seres humanos tienen el derecho a elegir a qué sexo pertenecen,
o acerca del sabor de una cosa: Que nuestras papilas sólo estan
basadas en una especie de convenciones extremadamente vagas, me recuerda
mucho a las ideas estilo hippie que la derecha neoliberal puso como
una cortina de humo ante el descuartizamiento del estado de bienestar.1
Sencillamente, no son las provocaciones lo que echo de menos, sino un
análisis más fructífero del mundo.: P-Orridge ve
como algo inevitable el que debemos derribar las barreras psíquicas
que limitan nuestro pensamiento en lo que respecta a las experiencias
del gusto, la sexualidad, etcétera, pero deja completamente de
lado la cuestión de la repartición de los recursos de
la sociedad. La gran mayoría de la gente necesita (en primer
lugar) no experiencias estéticas liberadoras, sino justicia económica.
Primero las patatas con carne de cerdo y un departamento; luego, tal
vez aparezca la necesidad de catarsis y choque emocional.
El
día anterior a la charla, me encontré con P-Orridge para
una entrevista. Nos encontramos en un estudio en el sur de Estocolmo.
Allí graba un álbum junto con la banda de ambiente sueca
Cotton Ferox (Carl Abrahamsson & Thomas Tibert). Él lee sus
textos con el acompañamiento musical de la banda. Principalmente,
se trata de la búsqueda del ser humano en pos de un alma. P-Orridge
afirma que existimos para poder crear un alma; pero en los textos de
las canciones, también desarrolla ideas acerca de la ciudad que
él describe como una unidad biológica. Acerca de cómo
ciertas partes de la ciudad siempre parecen atraer a ciertos tipos de
gente. Un barrio de putas, otro de bohemios y un tercero de hombres
de negocios. Hasta se podría decir que en esos lugares hay un
olor especial que atrae a diferentes tipos de gente.
Las
ideas de P-Orridge acerca de que la humanidad existe para buscar y crear
un alma nos lleva a una discusión acerca de su forma de entender
el arte, que es muy romántica:
- El arte debería curar a la gente. Debería dar una experiencia
fantástica divina. Pero la sociedad moderna les ha convertido
en una mercancía, dice.
Luego
de la estadía en Estocolmo, P-Orridge viajó a Frankfurt
para montar una exposición de collages, esculturas y pinturas.
El punto de partida era una colección de fotos polaroid. A partir
de la exhibición del objeto que existe en la imagen, él
quiere crear la sensación de espacio. El espectador deberá
ser capaz de entrar y salir de la imagen.
P-Orridge:
-Uso ropas viejas y zapatos y los convierto en esculturas. Me gusta
tomar algo que se considera como negativo y convertirlo en algo sexy.
Por
supuesto, la expresión provocadora de P-Orridge ha generado reacciones
sociales contrarias que le dan valor a sus transgresiones. Durante los
70 hizo un conjunto de collages en los que combinó fotos de la
reina con imágenes sacadas de periódicos porno, las que
enviaba por correo. Por esto fue juzgado por comportamiento ofensivo.
Tuvo que pagar una multa, con lo que se libró de la cárcel.
Pero la prensa condenó a P-Orridge y lo trató más
como un loco que como artista. Esta persecución continuó
y alcanzó su culminación en 1992 cuando Scotland Yard
allanó su casa mientras se encontraba en Nepal. Sus abogados
le aconsejaron que se fuera lejos. Desde entonces ha vivido principalmente
en el exilio en los EEUU.
Dado
que P-Orridge hoy en día vive en Nueva York tenía que
preguntarle acerca del 11 de septiembre, sobre todo porque quiero reemplazar
a la CNN con una imagen personal de lo sucedido:
- Es difícil entender que eso sucedió en realidad. Primero,
pensé que se trataba de una película. Es entonces que
uno se da cuenta de lo bien hechas que están las películas
de Hollywood y la clase de semillas que pueden plantar en el cerebro
de la gente. Se podía sentir el olor de los cuerpos quemados.
El olor de la muerte. Era como vivir en el horno de Auschwitz. Todo
Nueva York estaba en un estado de choque. Yo debía haber estado
en el World Trade Center en ese momento. Tenía planeado tomar
un sauna, pero decidí no hacerlo y seguir durmiendo. Es interesante
el que a cada segundo tomamos decisiones que pueden tener consecuencias
enormes para nuestras vidas. Un amigo mío trabajaba allí.
Llegó al trabajo a las nueve menos cinco y primero subió
a su oficina, pero se decidió a fumarse un último cigarrillo
antes de comenzar el día. Así que a eso de las nueve estaba
de vuelta abajo fumando, y de pronto escucha un explosión y un
cuerpo cayó del edificio a unos metros de donde estaba. Luego
corrió como el diablo. ¿Entiendes qué experiencia
más enferma? Se salvó por un cigarrillo. Fue una experiencia
filosófica profunda. Uno se dio cuenta de cuán frágil
es la vida. Muchos de mis amigos se quedaron en cama los días
siguientes.
Era
algo triste: Toda Nueva York se cubrió rápidamente de
afiches fotocopiados de gente desaparecida. Siempre elegían fotos
privadas de navidad o de cumpleaños. Las calles se llenaron de
velas y talismanes. La gente trataba de resucitar a sus familiares y
amigos negando la muerte.
P-Orridge
continúa contando acerca de su relación doble hacia los
EEUU: - Piensa que uno esté en Yemen y que toda su visión
de los Estados Unidos esté totalmente basada en la Internet y
la televisión de cable. Lo único que se ve es a Britney
Spears, la pornografía y la Coca-Cola. Entonces es lógico
que se piense que los Estados Unidos son Satanás. Los medios
deforman la imagen horriblemente. Los Estados Unidos son tan incultos,
a mí no me gustan nada; pero allí tengo la posibilidad
de dar a conocer mi arte. En Inglaterra me ven como a un monstruo, un
peligro para la sociedad. Me atacaban todo el tiempo. En los Estados
Unidos me puedo esconder.
Luego
termina nuestra conversación. Thomas Tibert regresa de su paseo
y yo no quiero seguir interfiriendo con el duro trabajo de estudio.
***
Durante el tiempo que he pasado escribiendo este texto he estado escuchando
el viejo álbum de T.G., 20 Jazz Funk Greats (Industrial Records
1978). Allí se encuentran el pop-disco con sintetizadores, las
guitarras calandradas y los ritmos industriales. Esta amplitud es acentuada
por la tapa y contratapa del disco. En la tapa posan idílicamente
como un grupo de amigos en un prado y en la parte posterior, al principio
todo parece igual, pero luego se descubre que frente a ellos hay un
cadáver en el suelo. T.G. consideraba que todo lleva consigo
a su contrario: Cuando el P-Orridge de Génesis predica: "We
need some discipline here" ["Acá hace falta un poco
de disciplina"] en la pista en vivo de Discipline, yo lo entiendo
como que él saca a la luz la implicación fascista que
hay implícita en las presentaciones en vivo de las estrellas
de rock. La cuestión es si él ve el lenguaje fascista
en la fe estilo New Age en la total libertad psíquica que promueve
hoy en día.