Sherry Levine: La Fortune (After Man Ray), 1990
 

comentario a la discusión sobre la relación de género en el mundo artístico sueco

 
 
Martín Schibli*
 

 

 

durante la primavera, el crítico de arte Lars O Ericsson inició en Dagens Nyheter un debate en torno a la dispareja presencia de hombres y mujeres en el mundo del arte. Ericsson señalaba que todas las instituciones de arte de Estocolmo tienen jefes que son hombres, que a la larga, podría producir un problema de confianza para el arte contemporáneo. En las exposiciones de estas instituciones participan, por lo general, artistas varones. El artículo de Ericsson coincidió con una crítica a la compra de obras de una evidente mayoría de artistas varones para la colección de la Casa de la Cultura Dunkers de Helsingborg. Estos ejemplos son cuantitativos, es decir basados estrictamente en una división por sexo; hay, entonces, razones para dar una explicación cualitativa de porqué se ha dado esta situación. Mi propósito con este artículo es contribuir a esta reflexión; además quiero subrayar que éste debe ser considerado como un comentario y no como una crítica a determinadas personas. Yo diría que, en parte, esta dispareja presencia no depende de un acto consciente de excluir a las artistas mujeres en general, mi pregunta es si esto no se debe en parte a una vieja y conformista visión del arte que todavía tiene una fuerte posición en la vida artística. Esta visión tradicional la defino como una visión que principalmente está dividida en medios de expresión, donde la pintura, junto con la escultura aún son consideradas por muchos como los medios de punta. El video, la fotografía y obras más documentativas y conceptuales enfrentan todavía resistencia en el gran público; aún más el arte que exige una participación más activa.

La primera reflexión que se puede hacer es que muchas mujeres, conscientemente, han buscado medios de expresión que no son la pintura. En los años 60 y 70 hubo muchas mujeres que fueron pioneras en el arte de la performance, hasta constituyeron la mayoría en este grupo. En los años 80 algunas de las artistas mujeres más nombradas fueron Sherman, Simmons, Kruger, Levine y Holzen. Algunas de ellas habían conscientemente descartado la pintura por otros medios, como la fotografía. Con frecuenia, estas artistas tenían un manifiesto punto de partida político y/o postmodernista en su creación artística. Otra razón es que no querían ser juzgadas en un medio que en gran medida tenía una tradición masculina.La pintura que tenía una posición prominente durante los 80 contaba, por el contrario, entre sus más destacados representantes a los alemanes Baselitz, Kiefer, Polke, Richter; a los italianos, Cucci, Chia, Clemente; y en Estados Unidos, a Schabel y Salle. Susan Rothenberg puede considerarse como una excepción en Estados Unidos. Una conclusión es que si se construye la historia del arte de los 60, 70 y 80 con punto de partida en la pintura como medio predominante, muchas artistas mujeres importantes serían excluidas en este período.

Pero la pintura como medio tampoco hoy día puede verse como representativa del arte en general: es el arte social (o "estética relacional" si se quiere). En Escania, las dos importantes instituciones de arte que se han abierto este año -Casa de la Cultura Dunkers y la Galería Comunal de Arte de Kristianstad- iniciaron sus actividades con pintores suecos cuya actividad artística se inició en los 50 como expositores de estreno. El problema con empezar con estas exposiciones es que se sigue reforzando la pintura como primer medio en la práctica artística. Desde esta perspectiva habiera sido tal vez mejor abrir con exposiciones que tuvieran un concepto de arte más amplio, especialmente considerando que las dos institutiones han manifestado su intención de enfatizar la presencia del arte contemporáneo en sus salas. Un problema es que el arte contemporáneo en parte está lejano a la opinión general de lo que es arte. El gran público quiere ver pintura. Esto implica que una visión conformista del arte tiene más facilidad de encontrar eco en los políticos y otras personas que con frecuencia manejan los presupuestos de las instituciones. La mayoría de las comunas tienen también las cifras de visitantes como uno de los criterios más importantes en su juicio cuando se trata de evaluar las inversiones en cultura. Hace un tiempo se hizo patente este conflicto en la comuna de Sollentuna cuando la comuna usó presiones económicas (mediante la disminución de presupuesto) para deshacerse de la directora de la galería de arte Edsvik; se prefería exposiciones más tradicionales con más artistas locales para subir las cifras de visitantes. Que el círculo de Edsvik tuviera una buena reputación jugó un papel secundario.

El arte contemporáneo a menudo tiene dificultades de llegar a las instituciones establecidas, o como una artista mujer recientemente me dijo "que las respuestas de las instituciones (a la crítica de que no exponen arte contemporáneo) ha sido muchas veces dejar entrar otro tipo de arte en lo que se llama espacio de proyectos, no pocas veces ubicados fuera de la misma institución". Mi idea es que con un concepto de arte amplio -el que en realidad es predominante en muchas otras partes, como por ejemplo Berlin, podrían mostrarse más mujeres; no porque sean mujeres en primer lugar, sino justamente porque trabajan con arte contemporáneo que no sólo está constituido de la visión de arte conformista. Y si las instituciones fueran tan contemporáneas como muchas pretenden serlo se podría esperar que también disminuyera la dispareja división cuantitativa entre hombres y mujeres, además el escenario artístico sería por sobre todo más pluralista.

(Traducción: Ximena Narea)

* Martin Schilbi es crítico y curador de arte

 


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