La
precursora y notable fotógrafa Grete Stern murió en Buenos
Aires a los 95 años, el 24 de diciembre de 1999. Así, al cierre del
siglo pasado se fue esta mujer testigo y protagonista de una centuria
tan rica en avances y conocimientos tecnológicos como en guerras y dolor.
Su obra fotográfica, respaldada por su formación en la vanguardia europea
de los años veinte, es sinónimo del paso a la fotografía moderna en
la Argentina, país al que llegó en 1935 exiliada de la opresión del
nazismo.
A
los 60 años emprendió un viaje paradigmático de su rica y azarosa vida.
Sola, cargando su valija y equipo fotográfico, en 1964 recorrió a pie,
en coche y carro las provincias argentinas de Formosa, Salta y Chaco
para documentar la vida, costumbres y trabajos de tobas, matacos, mocovíes.
Con la férrea voluntad que la caracterizó, la fotógrafa atravesó miles
de kilómetros y decenas de dificultades para registrar centenares de
tomas, documentos inapreciables de naciones nativas en lenta pero inexorable
extinción. Los indígenas nunca supieron que la sencilla mujer que los
visitó, nacida en Alemania en 1904, los fotografió con igual empeño
que cuando retrató al célebre Bertold Brecht o al pensador Karl Korsch
en Londres, luego de haber dejado su irrespirable tierra natal al ascender
Hitler en 1933. En Chaco, Berlín o Buenos Aires, Stern tuvo la misma
preferencia por la luz natural, las composiciones y formas claras que
tornaron inolvidables cada una de sus fotos.
Criada
en una familia judía de pequeños industriales textiles de Wuppertal,
Stern rompió moldes al irse a vivir sola a los 23 años a Berlín, luego
de estudiar diseño y trabajar en publicidad gráfica. Su madre viuda
no podía estar contenta, estaba convencida que Berlín era el centro
de la decadencia. Ciertamente, pero era también un formidable centro
cultural. El estilo independiente de Grete la consternaba, hubiera querido
verla peinada a la moda, rodeada de hijos prendidos de su falda y cortinas
con puntillas en sus ventanas. Es que el curso de la vida de Stern tomó
un rumbo decisivo al instante de haber visto el trabajo del norteamericano
Edward Weston. Las imágenes la decidieron: eso es lo que quiero aprender,
dijo. Se sumergió en el estudio de la fotografía que mayormente, entonces,
se presumía apenas como una técnica. Aprendió de la mano de Walter Peterhans,
su maestro también en los cursos de la Bauhaus en Dessau. En las clases
privadas de Peterhans conoció a su amiga y, luego, socia Ellen Auerbach,
con quien fundaría un estudio de fotografía y diseño en 1929. Por entonces
el aspecto de Stern también traducía los cambios en su vida: llevaba
el pelo corto, usaba cortinas hechas con repasadores y llevaba pantalones
porque resultaban prácticos para andar de arriba abajo trabajando con
Ellen.
Las
fotógrafas firmaban sus trabajos como "ringl + pit", los nombres con
que se las conocía de pequeñas. Con la avanzada del nazismo, tenían
sobradas razones para no querer darse a conocer como mujeres ni como
judías. Emancipadas e inteligentes, las artistas elegían a sus amigos
y organizaban sus vidas alrededor del trabajo publicitario en el que
sobresalieron por renovadoras y por el que fueron repetidamente premiadas.
Eran representantes de lo que, en un análisis posterior, se llamó las
nuevas mujeres de Weimar, celebradas en la pasada década del noventa
con una sorprendente muestra colectiva en The Jewish Museum de Nueva
York. Las fotos de "ringl + pit" fueron incluidas por su avanzado diseño
e imaginativa óptica, por su vigencia y poder de síntesis.
Los
bombardeos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) borraron el antiguo
estudio en Berlín, pero siempre conservó consigo algunas cámaras que
logró sacar de Alemania a comienzos de 1934 cuando emigró a Londres
con el sobre-saliente fotógrafo argentino Horacio Coppola, el compañero
de la Bauhaus con quien se casó en 1935. Su hermano emigró a Estados
Unidos y Auerbach, ahora en Nueva York, se fue a Palestina. La mayor
parte de su familia murió durante la Shoah en los campos de concentración.
Al
llegar a la Argentina en 1936, Grete trabajó con Coppola en la documentación
del trazado de la plaza del Obelisco y en las fotos de la revista Sur,
dirigida por la escritora Victoria Ocampo. Sufrió el mismo desarraigo
de tantos inmigrantes pero, gracias a su matrimonio, consiguió los papeles
de residencia con relativa facilidad. Se nacionalizó argentina y estableció
vínculos afectivos y profesionales a los que le fue leal durante su
larga vida. Fiel a su carácter, austero y reservado, nunca exteriorizó
demasiado sus alegrías ni sus tristezas. La pérdida de su patria y el
aprendizaje de un nuevo idioma seguramente le costaron mayores esfuerzos
afectivos de lo que estuvo dispuesta a admitir. Recién permitió emocionarse
cuando tomó contacto con Alemania a los 84 años, agasajada con una gran
muestra en su ciudad natal.
A
poco de llegar a Argentina, se mudó con su marido a Ramos Mejía a una
casa blanca y despojada que los vecinos llamaban la fábrica. Muy para
ella, la residencia se hallaba marcada por la estética de la Bauhaus,
tanto como sus fotografías. Creada en 1919 por Walter Gropius, la experiencia
de la Bauhaus duró solo 14 años pero su idea rectora contra los esquemas
-su adhesión al momento y sensibilidad para lo nuevo, sus claras líneas
y su luminosidad- puede ser vista todavía en cierta arquitectura y objetos
funcionales. Junto a Coppola, Stern tuvo dos hijos. Luego de la partida
definitiva del marido en 1943, Grete continuó su fenomenal desarrollo
como artista. Aún cuando debió realizar distintos trabajos para sobrevivir,
no hizo concesión alguna. Siempre quiso y supo mantener sus altos patrones
artísticos. Alguna vez dijo que "trabajaría de cocinera antes que dedicarme
a tomar fotos de casamientos" .
La
lista de logros y batallas es extensa. A partir de 1943 realizó exposiciones
individuales y trabajó en un taller propio que, prontamente, se convirtió
en punto de encuentro de escritores y artistas plásticos, a quienes
solía retratar. Además de su conocida serie de Patios de Buenos Aires
y del Plan de Buenos Aires, de sus viajes por todos los rincones del
país y de su serie de fotos sobre su amado paisaje del Delta, en 1948
inició la ilustración de los sueños para acompañar la sección "El psicoanálisis
le ayudará" de la revista Idilio. Esta era una revista femenina del
corazón que dedicaba un segmento, escrito con seudónimo por Gino Germani,
el fundador de la sociología argentina, con consejos y respuestas a
dudas de las lectoras. De este período son las geniales fotos, que con
la técnica del fotomontaje, se constituyeron en su sello personal. Esta
serie, luego, le permitió volar. En distintos momentos fueron mostradas
tanto en Buenos Aires, como Houston y Valencia, Tolouse y San Pablo,
Berlín y Madrid.
A
mi juicio la serie de fotomontajes para Idilio fue la primera obra fotográfica
-y la más importante hasta hoy- radicalmente crítica de la opresión
y manipulación que sufría la mujer en la sociedad argentina de la época,
y de la humillante consecuencia del sometimiento compartido. La mirada
zumbona y sarcástica de Grete no se detiene en la compasión por la víctima,
sino que avanza también sobre los resultados alienantes de su resignación,
apunta el investigador Luis Príamo.
Destrozada
por la trágica desaparición de su hijo en 1965 y por la súbita muerte
de su hermano, apenas un mes después de haberlo reencontrado tras 20
años de ausencia, a duras penas se consoló con la música y su trabajo,
que incluyó el taller de fotografía del Museo Nacional de Bellas Artes.
Tras años de tranquilidad, a partir de los años ochenta aquí, en Estados
Unidos y Europa, su obra individual y la de "ringl + pit" recobró un
interés especial.
Son
pocas las fotografías que pueden sostener el paso de los años, pero
las de Grete Stern parecen crecer con el tiempo, quizá porque ella siempre
fotografió lo que quiso hacer ver. Su última individual fue una retrospectiva
realizada en el Museo Fernández Blanco de Buenos Aires en 1995. Pero,
aún cuando ya estaba muy cansada y enferma, en sus últimos días pudo
saber que su obra fue elegida para la tapa del catálogo de la muestra
de fotografía argentina del siglo XX exhibida en el Museo de Arte Moderno
de la Ciudad de Buenos Aires, un merecido reconocimiento tras casi cincuenta
años de actividad permanente en el país.
*
Victoria Verlichak es historiadora y crítica de arte
|
|
Heterogénesis
Revista de artes visuales * Tidskrift för visuell konst
Box
760
220
07 Lund - Sweden
Tel/Fax:
0046 - 46 - 159307
e-mail:
heterogenesis@heterogenesis.com
|