silvia cacciatori

Inspiradoras de lo bello y de lo bueno, 2002. 110 x 140 cm. Técnica: Photoshop y Poser
*Fernando Martínez Agustoni

 

 

Primeras nupcias. Instalación, 1999. Manequí con vestido confeccionado con toallas higiénicas, protectores diarios y tampones.

 

 

Santa Cruz (detalle), 1999. Collage con partituras religiosas sobre papel higiénico coloreado en Photoshop.

Una artista que surge del ámbito Universitario de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Montevideo, Institución controvertida y a la vez precursora de formas experimentales de enseñanza del Arte en el Río de la Plata, ya desde fines de la década del 50. Cerrada durante la dictadura militar y reabierta en 1985 con el advenimiento de la democracia en Uruguay, la escuela retoma su vocación reformista incorporando el protagonismo de aquellas generaciones que no pudieron acceder a ella con anterioridad. Dentro de este grupo se encuentra Silvia Cacciatori, una mujer que surge de la sociedad uruguaya; una sociedad bastante machista y practicante tenaz de la intromisión en la privacidad ajena. Sin duda alguna, un ambiente para nada favorable para que una mujer con tres matrimonios y criando hijos de todos ellos, pase desapercibida. Silvia genera una serie de productos artísticos que cuestionan agudamente los prejuicios contenidos en las bases y cimientos de nuestra cultura. Todo el sarcasmo contenido en su obra es una prolongación de su performática asunción de su condición de madre y esposa.

A través de la iconografía propia de la matriz cultural uruguaya y más específicamente capitalina, Silvia practica su cruda referencia en la que se combinan el imaginario y el ser mujer, en un agregado de elementos religiosos de origen judeo-cristianos con imágenes femeninas escapadas de los viejos catálogos de las tiendas del Londres-París donde hacían las compras nuestras abuelas.

Más allá de su búsqueda, realizada a través de las sagradas escrituras y otros escritos antiguos que de un modo u otro hacen referencia a la condición de la mujer, Cacciatori proyecta el compromiso vital y su legítima rebeldía a través de modalidades diversas de lenguaje que pasan por la instalación, el registro fotográfico y la animación realizada con asistencia de ordenador. El collage ha sido muchas veces su recurso preferido, que luego utiliza como base en su trabajo en infografías y animaciones. Su ímpetu por revelar la hipocresía y el permanente simulacro en torno a los excesos que nuestra sociedad ha propendido contra la condición de la mujer, la conduce a transgredir todo preconcepto en relación a las categorías de lenguaje utilizadas y la hace irreverente ante las conductas que hacen a las propuestas artísticas socialmente susceptibles de una feliz recepción. Irónicamente nos pone de cara ante una sagrada barbarie, conjugando una estética religiosa de difusión popular, y exacerbada en el ámbito de la más solemne santidad del canto gregoriano, profiere un corte que hace sangrar abundantemente a nuestra cultura, a través de la letra cruda.

Refiriéndose a la mujer inmunda en realidad se refiere a nuestra inmunda y miserable condición, al avergonzarnos de nuestra propia humanidad, humanidad que esta artista expresa por otro lado como un don, dejando ver diáfa-namente, que percibe lo alejada que esta manifestación está de una realidad que no le es ajena, que ella profesa y en su intimidad ama, y que aunque parezca paradójico, también reconoce su naturaleza divina por sobre todas las cosas.

*Fernando Martínez Agustoni es profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad de La República, Uruguay.

 

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