El tiempo deja diferentes huellas durante su
pasada y el ser humano ha interpretado y reinterpretado esas huellas.
Se puede tratar de huellas que nuestros antepasados han dejado, huellas
que la cultura ha dejado en su desarrollo o huellas que uno mismo, consciente
o inconscientemente ha creado en su vida y en la de los demás.
Rolando Pérez se introduce en el tiempo desde su posición
de artista e interpreta cómo las imágenes han sido creadas
en diversas épocas. Permite un encuentro entre las imágenes
tradicionales y artesanales y las creadas por los nuevos medios y programas
de computación; la imagen única contra la imagen reproducida
masivamente. La temática es actual en ambos casos. En la mayor
serie de imágenes que cubre una pared entera pinta los grandes
grupos étnicos del mundo. En el centro de este grupo pinta grandes
siluetas que recuerdan alguna cultura primitiva y probablemente ya extinguida.
Aunque se las puede asociar con la cultura aborigen australiana, tienen
su origen en los indios extinguidos de Tierra del Fuego. Las imágenes
son pintadas sobre papel de gasa, un papel fuerte y de color marrón
oscuro que la armada utilizaba para protejer materiales de guerra de
la lluvia. Rolando utiliza la flexibilidad de los materiales para obtener
relieves con diferentes efectos.
El arte de Rolando busca todas las formas de
expresión y toma todas las formas posibles. Trabaja con lo perenne
y lo imperenne en la forma del material con el que trabaja, de los objetos
que crea y de los significados que su arte comunica.
Rolando Pérez (1947) viene de Chile. Allí
cursó pedagogía en artes plásticas en la Facultad
de Bellas Artes de la Universidad de Chile durante un tiempo de gran
movilización política (1969-1973). En 1974 llegó
a Suecia con su esposa luego de haber esperado mejores tiempos en Argentina,
donde la represión también fue cruenta. Formó familia
y al mismo tiempo retomó su carrera de artista yendo a la Escuela
de Artes Aplicadas (Konstfackskolan en Estocolmo (1976-89) y se graduó
como profesor de artes plásticas. Durante su viaje desde la juventud
en Chile hasta su vida madura en Suecia, coleccionó una serie
de recuerdos que encuentran su expresión en un altar construido
por maletas repletas de objetos que resultan signos de un tiempo que
pasó pero también de un tiempo que está pasando.
Su arte es una llave hacia las huellas de lo desenraizado como hacia
el enraizamiento en tiempo de andares globalizados.