Heterogénesis - Revista de Artes Visuales - Enero 2003

Mariposas, inmigración y tácticas de invisibilidad

Reflexiones frente a una pantalla de televisión


Max Lijefors
Universidad de Lund

El otro día vi un programa sobre mariposas en la televisión. Aprendí que los dibujos de sus alas, que usualmente las admiramos por su simetría llena de fantasía y color, sirven para una cantidad de funciones. No solamente son estrategias de engaño – como dibujos de camuflaje para fundirse con el fondo o como imitación de un animal más grande, no totalmente indefenso, como en el caso de los “ojos predatores”en las alas de la Inachis io, la mariposa comúnmente llamada pavo real. Ciertas especies de mariposa también muestran una serie de signos secretos en sus alas, visibles para su propia especie pero indistinguible para la mayoría de los otros animales. Esas mariposas tienen capacidad para registrar olas de luz dentro de la parte ultravioleta del espectro, mas allá del campo visual del color humano. Por ejemplo, a los ojos de la Goneopteryx cleopatra, la Cleopatra amarilla, un dibujo en colores ultravioleta que aparece en las alas de su prójimo-mariposa, le proporciona información sexual con propósitos reproductivos. Similarmente, flores cuyos pétalos para nosotros pueden parecer de un solo color, como la Rudbeckia hirta, la Susan de ojos negros, revela un “ojo-de-toro” en ultravioleta a las mariposas que se alimentan con su néctar. Dos textos diferentes se manifiestan simultáneamente en la misma superficie, uno dominando al otro, dependiendo de quién está leyendo.

En la pantalla de mi televisor, la imagen cambiaba entre la percepción humana y la mirada simulada de una mariposa, haciendo que el dibujo ultravioleta alternadamente apareciera y desapareciera. Entonces, acercado a la naturaleza por simulaciones tecnológicas (uso la palabra en sentido plural aquí, ya que ambas visiones, la humana y la de la mariposa son simuladas electrónicamente por la televisión), se me recordó al mismo tiempo una función de los medios de comunicación: distribuir conocimentos selectivos. En ese sentido, no hay nada de particular sobre las ala de la mariposa – el mundo es constante y selectivamente interpretado, simultáneamente mostrado y oculto, en la televisión.

Un locutor de noticias me informa que mi país ahora está habitado por 21% de inmigrantes. La pantalla muestra una calle llena de gente en Estocolmo, con “árabes” y “africanos” caminando entre suecos pálidos. Nacido rosado, con nombre sueco, en Suecia, por padres suecos, me encuentro instantáneamente ubicado en un mundo dividido – actualmente en la proporción 79/21- entre “nosotros” y (al parecer siempre en aumento) “ellos”. En general, “ellos” están ubicados en una escala que va desde salvadores (embajadores de la cultura) hasta visitas (trabajadores temporales), inadaptados (los que no encuentran trabajo) o intrusos (grupos de violadores), dependiendo del contexto. “Nosotros”, sin embargo simplemente somos. “Ellos” están atrapados en una sobre-determinación de identidad ambigua territorial –perteneciendo “aquí”y “allí”, pero realmento no perteneciendo a nada. “Nosotros”, al contrario, simplente nos hemos quedado. Mi propio patrimonio rosado pertenece a los 79% de “nosostros” (quienes son, pareciera, 100% “ellos mismos”) parece igual de natural que la apariencia de las mariposas y las flores. Estadisdística y estáticamente me reconozco ya como “yo”.

Pero si la vista es lo mismo que conocimiento, ¿qué conocimiento se necesita entonces para hacer visible otro significado en las noticias de la televisión sobre la inmigración sueca?. Sorprendentemente poco. De hecho, el mínimo conocimiento de que al concepto “inmigrante” le hace falta una definición institucional, consecuente, y que su significado se distingue dependiendo del contexto, es suficiente para revelar niveles de significación discreta más allá de la aparencia natural. En este caso, la sifra 21% incluye a los que ahora viven en Suecia pero nacieron en otro país, y los que nacieron aquí pero cuya madre o padre es nacido fuera del país.

Ya, “nosotros” empieza a disolverse. Mi abuelo trabajó como ingeniero en EE.UU durante un par de años en los 1920. Mi padre nació en Auburn 1923. Al año siguente, su familia volvió a Suecia. Si mi padre estuviera vivo hoy, hubiera pertenecido a ese 21% -nacido fuera del país e inmigrado a Suecia. De acuerdo a esto, mi hermano, mi hermana y yo mismo, también somos parte del 21% - nacido en Suecia con un padre inmigrante. Además, la madre de dos de mis sobrinas es danesa. Son todas parte de los 21%. Una de ellas está esperando un niño cuyo padre es alemán. El hijo de ellos nacerá aquí, como inmigrante. Si otra sobrina mía, cuyo novio es australiano, también queda embarazada, el bebé de ellos también se sumará al 21%. Huelga decir, mi novia, que inmigró de Polonia hace 15 años, a la edad de nueve, pertenee al 21%. También nuestra hija, nacida en Suecia. Podria seguir: mi abuela nació en Oslo...

De hecho, la mayoría de mi familia – descendientes de un pintor de naturaleza salvaje famoso sueco- está incluida en el 21%. Nos encontramos doblemente inscritos: con un nombre familiar que hace eco con una naturaleza nacionalizada regularmente expuesta en museos y postales, y con una definición estadística de inmigrantes, como “ellos”. Pero no solamente estamos inscritos en otra categoría estadística de la cual habíamos esperado: nuestra parte de la estadística, nuestros números, por así decirlo, han sido apropiados por un cierto discurso sobre inmigración combinados con imágenes en la televisión de “árabes” y “africanos” en calles suecas llenas de gente. Y esa imagen es exactamente lo que, paradojalmente, hace que me sienta perteneciendo al 79% de “nosotros”. ¿Cuál seria el mensaje trasmitido si las estadísticas fueran combinadas con la imagen de una calle vacía, o con una foto de mí y mi padre en el bosque de mi infancia? El discurso sobre inmigración no se “trata de” la inmigración. Constituye la inmigración, discursivamente.

Por mientras, las mariposas vuelan de una flor a otra; los aviones vuelan entre aeropuertos. Como en el mundo de la naturaleza, las estrategias de invisibilidad y decepción están funcionando en el sistema de migración humana también. En el interior de terminales de aeropuerto, puertas y corredores anónimos sacan a los que buscan asilo de la vista de los otros pasajeros. Hay multas graves por traer a los que buscan asilo sin documentos de visa correctos a la frontera de los países del Schengen, como Suecia, obligan a las compañías de viajes y transpote a poner mecanismos de control preventivo ya en los lugares de salida. Entonces, la ejecución de la política de inmigración sueca se traslada afuera del horizonte sueco, visualizado y transferido a las manos de agentes comerciales.

Dentro de la frontera nacional, en contraste a las estrategias nombradas arriba, una gran cantidad de tácticas de invisibilidad son implementadas diariamente. Más o menos mil personas se encuentran en este momento en Suecia escondiéndose de la extradición; juntos suman lo mismo que la población de una pequeña aldea provincial, pero están esparcidos y ocultos, dispersos y en constante movimiento. Para ellos, y para los que los esconden, cada pequeña manera en la cual una persona es vista, notada, marca un espacio propio, ocupa la mirada de otro; todos esos momentos de reconocimiento, que usualmente confirman a la persona, amenazan su existencia. Situaciones de riesgo y tácticas de burlar el cerco son plurales. El riesgo de lavar y secar su ropa en lavaderos comunes. Evitar comprar comida en el mismo supermercado muy a menudo. La ansiedad de viajar en tren, o de ir a la peluquería; situaciones cuando uno simultáneamente está expuesto y no está en libertad de moverse. Los niños, obviamente, implican un problema en particular: proveer educación, tener constantemente en cuenta su necesidad de tener amistades contra el peligro de que confíen demasiado en sus amigos. Cambiar de residencia una y otra vez, a corto plazo, y siempre tener cuidado de no dejar rastro tras de sí.

La artista Anna Brag aborda estas experiencias en su trabajo de video Ninguna persona...una isla. La base es una larga conversación entre la artista y una mujer de la misma edad, que ha estado ya dos años en Suecia escondiéndose de la extradición a su país natal destrozado por la guerra. Documentar a una persona que depende de la invisibilidad necesariamente implica un balance cuidadoso entre presentación y ocultación. Solamente la voz de la mujer, no la imagen de su rostro, se presenta al espectador. Su imagen, igual que cualquier signo de reconocimiento de la locación, son retenidos por un lente de cámara evasivo, cuyo foco borroso se desliza por superficies aparentemente neutrales: armarios de cocina, flores de jardín, una cortina veneciana... Mientras que las palabras de la mujer van desarrollando un relato anónimo pero honesto de sus experiencias antes de, durante y después de su migración a Suecia, el espectador debe preguntarse si el lente de la cámara en realidad representa la mirada de la mujer o la de sí mismo.

Por supuesto que el trabajo de Brag exige que se establezca una confianza entre la artista y la (no)retratada, ya que ambas tienen que contribuir a la invisibilidad necesaria. Su encuentro tuvo que ser precedido por una serie de preguntas discretas para entrar en confianza. Finalmente, es solamente la renuncia a un retrato que permite que estas experiencias sean reveladas. Contradictoriamente, para cada encuentro no iniciado cara a cara con esta mujer, ella tiene que ser silenciada, escondida tras lo que puede parecer una máscara de normalidad cotidiana. Detrás de esta máscara, sin embargo, como cualquiera que escucha la voz en el trabajo de Brag toma pefecta conciencia, no se esconde ningún conocimiento exclusivo, ningún tesoro o crimen, que por sí mismo fuera motivo para ocultarse. En su lugar, nos cuentan exactamente lo contrario –de una existencia cotidiana, reflejando nuestra propia, faltando cualquier tipo de cualidad o esencia misteriosa. Efectivamente, si habláramos aquí sobre dos textos diferentes –uno visible (máscara) y uno oculto (rostro)- no habría ninguna diferencia perceptible entre ellos. La mímica y el camuflaje, entonces no son producidos por la existencia de un secreto, sino por la contingencia de la política de inmigración, criterios de asilo, y voluntad política. O, en otras palabras, porque alguien no quiere que ella viva aquí.

Roland Barthes una vez se imaginó que podría haber, de alguna manera, una ciencia nueva para cada objeto, un mathesis singularis (en vez del universalis tradicional). ¿Podría haber también una estadística única por cada uno de nosotros, incomparable con todos los demás –no más “nosotros” o “ellos”? Tan absurda como es esta fantasía, excluir categorías de nacionalidad, etnicidad, etc., puede servir como un contrapeso a las fantasías de “nosotros”-exclusive o inclusive. Uno de los discursos sobre inmigración, el sobre el multiculturalismo, es parecido a la poética de las mariposas en praderas floridas: creaturas nómades de colores exóticos polinizando a su alrededor y enriqueciéndolo con flores aromáticas –que podrían ser, supongo, las pizzas y los chorizos. Ambas fantasías también incluyen un motivo de transformación completa: igual como la anónima oruga se transforma en una hermosa mariposa, el inmigrante se transforma en su cultura a su llegada al nuevo país libre. Así como muchos han señalado, el elemento totalitario en el multiculturalismo consiste precisamente en esta reducción sin fricciones del individuo a una sola función de la cultura. Aquí, “nosotros” nos unimos, como en un jardín del edén donde todos los animales pueden vivir, bajo la suposición de que “tu cultura es para tí lo que mi cultura es para mí”.

Lo que que, sin embargo, hace falta en esa visión, es –aparte de que los paraísos son fuertemente resguardados – la discrepancia inescapable entre cada sujeto y “su” identidad nacional o cultural. No tiene recepción de luz ultravioleta; es ciego a ese otro texto, que siempre está escrito a través y contra de ese tipo de definiciones inclusivas, y solamente visibles a un secreto, una mirada personal, pero nunca a la burocracia. El trabajo de video de Brag, borroso e indeterminado – ¿es la mujer kosova, iraquí o colombiana? – enfoca precisamente esa división entre existencia individual y la determinación discursiva de la identidad, siempre forzada al sujeto de afuera. En ese tipo de conflictos violentos, como el de que esta mujer huyó, ese dilema existencial se vuelve grave. Un PUT (como se escribe la abrevación del permiso de residencia permanente en sueco) no resolvería ni el dilema, ni el conflicto, sino simplemente reconocería el derecho de Otro a vivir y ser en parte visto.

 

(Traducción: Lorena Acevedo)

 

 

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