Es
más corriente de lo que se cree el hecho de que no
nos interesemos mucho por la historia de nuestros antepasados, ni siquiera
los más cercanos. De pronto despertamos a una realidad que se
nos escapa porque sus protagonistas dejaron de existir y nos vemos obligados
a reconstruir una historia, que de distintas maneras influye nuestro
presente, mediante fragmentos dispersos. La reconstrucción de
la memoria es el concepto central de la obra de Casellas en Simrishamn.
Los
rasgos más destacados del trabajo de Joan Casellas son la unicidad
de sus acciones, es decir, no las repite nunca, la sencillez de los
elementos utilizados y la preparación de sus acciones considerando
particualarmente el lugar donde realizará la obra. En cada caso
construye relaciones entre él y el espacio físico y cultural
donde tienen lugar sus acciones. Estas relaciones o nexos sirven de
punto de partida para una reflexión más profunda de los
temas que le interesa tratar.
En
Simrishamn el nexo que establece con el lugar está basado en
la experiencia de su madre con un grupo de educadores suecos durante
la guerra civil española. En ese tiempo llegaron a España
miles de voluntarios de todo el mundo para defender la república;
entre ellos, un grupo de suecos. Algunos fueron a parar a la pequeña
aldea Teià ubicada a algunos kilómetros de Barcelona donde
se hicieron cargo del funcionamiento de la escuela. De los recuerdos
de esos años, que la madre, Pepeta Casellas, guardaba con tanto
cariño, Casellas retiene algunos retazos, como la existencia
de cursos mixtos, los comedores, la gimnasia, el repulsivo aceite de
bacalao y la canción nacional sueca.
La
acción se desarrolló en tres espacios simultáneos
en donde cada uno representaba una forma del proceso de reconstrucción
de la memoria. En el primero alude directamente al proceso de reconstrucción
de un objeto dejando caer una taza de cerámica sobre el piso
que se rompe en muchos pedazos, para luego unir los trozos. En el segundo
trabaja con la reconstrucción de la memoria basada en la investigación
de documentos reales: muestra transparencias con imágenes de
un certificado que tiene el timbre de la escuela sueco-catalana y una
fotografía de una clase, que en tres acercamientos termina por
identificar a la madre, protagonista y fuente del relato. La muestra
de estas imágenes es intercalada por una serie de movimientos
suaves que seguramente apuntaban a uno de los recuerdos de Pepeta: las
clases de gimnasia. En el tercer espacio establece una relación
directa con la historia que él conoce: el oficio de modista que
de adulta desarrolló la madre; corta y cose una blusa de un paño
cuadrado que caracteriza al andante. Casellas iba trabajando en estos
tres espacios de manera alternada, acentuando de este modo el entrelazamiento
de los tres momentos.
Indudablemente,
a través del relato que sirve de fondo para la acción,
Casellas busca una identificación inmediata con el público
local; pero está consciente del riesgo de que los hilos que teje
caigan en el vacío de un público que seis décadas
después ve a España más como un lugar (impersonal)
de veraneo que como una fuente de intercambios con otra cultura. Sin
embargo, ese episodio puede ser visto también como uno más
en la memoria de los pueblos y muestra de un modo u otro todos somos
resultado de una misma historia.