En
un estanque lleno de agua vemos una serie de objetos flotar a la
deriva. Una cámara fija dirigida hacia el estanque capta objetos
que van pasando y los proyecta en el muro. Cinco pinturas de gran formato
completan la exposición. Cada pintura tiene una especie de sello
en la parte superior con el texto Chanson de Bord. En cada
pintura vemos flotar en medio del mar un mueble. La iluminación
está formada por la luz del proyector y un foco dirigido hacia
cada pintura. Sólo el sonido del agua cayendo de un grifo interrumpe
el silencio.
La
instalación tenía por título Transfusión.
La idea original era trasladar con mangueras agua del mar Báltico,
ubicado a 200 metros de la galería, y hacerla circular. Por cuestiones
de seguridad no se pudo, pero se transportó agua del Báltico
al estanque ubicado en la galería y con una bomba se hizo circular
la misma agua. Desde luego el impacto es diferente, pero este cambio
no hace sino reforzar el concepto de una transfusión que no renueva
nada. El mar Báltico es un mar interno que ha sufrido la contaminación
permanente de los nueve países que lo rodean. Es la naturaleza
contaminada o culturizada por el hombre la que circula en
la galería de arte, una expresión de nuestra cultura.
En esa agua contaminada flotan a la deriva objetos que han sobrevivido
al naufragio de nuestra civilización.
La
obra tiene una visión pesimista de la realidad, aunque Duclos
prefiere pensar que es una visión realista y habla
de término de las utopías. Esos objetos que flotan sin
dirección representan a los protagonistas del mundo actual, que
se quedaron sin la utopía de un mundo socialista y que ven cómo
la utopía de la democracia naufraga aceleradamente en las aguas
de la hegemonía de nuestra era: la globalización, que
ha demostrado no ser más que una tiranía a nivel mundial.
La
exposición combinaba muy bien la imagen bidimensional fija con
la imagen tridimensional en movimiento y la proyección, ocupando
todo el espacio de la galería. Los cuadros, pintados con el excelente
oficio que caracteriza la obra pictórica de Duclos, tienen todos
el mismo formato y están realizados con el mismo principio: una
línea divide el cuadro en dos superficies que representan el
mar y el cielo; un objeto que flota rompe la línea del horizonte
creando el contexto para un relato que puede desarrollarse en ese mismo
espacio o en relación con los demás objetos de la exposición.
Una mancha de óxido forma, al azar, distintos continentes
y un marco dorado pintado sobre la tela misma parece resaltar la ilusión
que crea cada imagen. El estanque con la proyección sobre un
muro funcionaba muy bien y la circulación de los objetos por
el espacio del estanque daba dinamismo a la obra. El agua siempre ejerce
una especie de fascinación en la gente y el sonido del agua cayendo
de la manguera invitaba al espectador a acercarse y detener la vista
en el movimiento que la caída del agua ejercía sobre la
masa líquida del estanque, y no pocas veces la gente metía
las manos en el agua para tratar de alcanzar algun objeto o sencillamente
para sentirla.
La
exposición contó con el auspicio especial de la embajada
de Chile en Estocolmo y DIRAC del Ministerio de Relaciones Exteriores
de Chile.