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Reflexiones sobre el arte en la calle después del foro social mundial de Porto Alegre, 2003
En
la discusión en torno al arte se afirma, muchas veces, que las
prácticas que sirven de referencia al arte en la calle llevan
a cabo una estetización de la política. Como sabemos las
distintas áreas de la actividad humana están interrelacionadas
y, nunca, es posible hallarlas en estado puro, es decir, en un acto
político encontramos elementos políticos y, subsecuentemente,
elementos sociales, estéticos, religiosos, etc. El arte en la
calle no lleva a cabo una estetización de la política,
sino que asume las instancias estéticas de la política
e intenta dirigirlas en contra de sus creadores. Tampoco se afilia a
ningún movimiento, sino que comporta una actitud respecto a la
acción política. |
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La
efectividad del arte en la calle, además de las condiciones locales,
depende del clima político y las circunstancias sociales globales.
Éstas determinan las condiciones generales de la comunicación
social, bajo las cuales desarrolla la acción artística en
relación directa con otros acontecimientos sociales paralelos.
El arte en la calle identifica estas reglas al nivel de la gramática cultural, de las convenciones y de las normas convertidas en vinculantes de manera verbal o no verbal, y las ataca mediante intervenciones momentáneas, inesperadas y, en consecuencia, difícilmente reintegrables o reprimibles. Las acciones persiguen, por lo tanto, la deslegitimación de las normalidades aparentes. Allá donde las convenciones habituales aparecen como naturales y definitivas, nos remiten a su construcción social y nos muestran así también su carácter modificable. La opinión pública funciona, entre otras cosas, porque apenas se cuestionan las normas y reglas que fundamentan el sistema de relaciones sociales. Atacarlas y formular reglas de juego propias significa poner en cuestión la legitimidad del sistema. El sistema sabe cómo absorber estos cuestionamientos. En la actualidad su fuerza se basa más en la integración de las propuestas subculturales o disidentes que en su represión. Esta capacidad de adaptación, sin embargo, también significa que los artistas en la calle sólo pueden funcionar si se cuestionan continuamente y analizan las condiciones sociales de cada momento para encontrar siempre nuevas posibilidades de intervención. El arte en las calles es una forma molesta e irritante de traer al dominio público las contradicciones y anacronismos propios del sistema y opera como una plausible guerrilla en el sentido de que si bien su actividad es subversiva, no lo es tanto como para ser reprimimida por el aparato de contralor respectivo. Es, sin duda, una forma defensiva de práctica política, y hoy en día se deciden por ella pequeños grupos artísticos temporales que no pueden movilizar a las masas y que, por lo tanto, no tienen más remedio que desarrollar formas visibles de intervención pública con un esfuerzo mínimo valiéndose de todas las posibilidades que la lucha social le abre. Las acciones que así se realizan tampoco necesitan de masas para su realización, sino de grupos pequeños que actúen con decisión y conocimiento del contexto social. Lamentablemente, como nota negativa, se constata que estos grupos, precisamente por actuar al margen de directivas políticas o sociales expresas, son en sumo grado autónomos y, eso, los hace situarlos al margen de las masas, aunque no sea ese su deseo. El arte en la calle puede hacer tambalearse, atacar y deslegitimar la naturalidad de las pretensiones de dominio y el supuesto orden natural del poder en la actual sociedad. Puede contribuir a abrir de nuevo el espacio en el que se articulen ideas discrepantes sobre las relaciones sociales e intervenir en procesos de discusión relevantes. Y, por toda otra consideración, se sitúan al margen de la institución capital de este sistema: el mercado (en este caso: el mercado del arte). Si realmente el mensaje es el medio entonces, por encima de los contenidos políticos o/y sociales del arte en la calle, lo que realmente trasmite es su irrenunciable voluntad a negarse todo lo que se oponga al armonioso de la humanidad.
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