Peniel
es un proyecto que se desarrolla en el límite entre vida y muerte.
Es una llamada a una sociedad que parece estar cometiendo un lento suicidio.
El nombre Belaqua tiene su origen en la Divina Comedia de Dante y en
las novelas de Samuel Beckett. Belacqua habita en un mundo de sombras
entre infierno y paraíso.
A
diferencia de Joan Casellas, TBP no tiene la pretension de unicidad
de la obra y tampoco buscan una asociación directa con el lugar
donde realizarán sus acciones sino trabajan problemas que consideran
relevantes en la cultura occidental contemporánea. La acción
fue realizada sin cambios en Simrishamn y en Lund.
En
Peniel Hans actua con su hijo adolecente Ture, que muestra gran compromiso
con la acción y otorgándole un sello especial. Los dos
están vestidos con un overol, tienen puestos lentes de protección
y sostienen un martillo en una mano. La acción comienza con los
dos parados e inmóviles al lado de los elementos que van a usar
durante la actuación: botellas, guantes, dos baldes, una tela
de plástico verde doblado, carne cruda y fruta. Ture tiene un
peinado punk y los ojos pintados negros. Durante toda la acción
mantienen los rostros carentes de expresión. La imagen es amenazadora.
Después de un momento empiezan a moverse lentamente. Se ponen
los guantes y con los martillos rompen en los baldes todas las botellas
en mil pedazos. La tela de plástico verde, que muestra tener
tres hoyos es estirada sobre el suelo y los hoyos son cubiertos con
los pedazos de vidrio de los baldes. Sacan la tela dejando los pedazos
de vidrio en el suelo, sobre los cuales los artistas cuidadosamente
colocan langostinos, corazones de pollo, riñones y un corazón
de vaca, más toda la fruta que tenían: frutillas, uvas,
mandarinas, tomates. La acción finaliza con los dos parados en
la misma posición y lugar del inicio de la obra. Ahora ya no
llevan lentes pero los rostros siguen siendo inexpresivos.
La
acción está cargada de agresividad, de una violencia fría
y controlada dirigida a la sociedad de hoy, que parece disfrutar de
la violencia y carecer de una meta significativa. Las huellas de vidrio
que dejan, en las cuales han colocado con gran cuidado organos vitales,
es una imagen oscura, sin embargo ilustra muy bien el ambiente de nuestra
cultura. La vida significativa parece morir lentamente en millones de
fragmentos de nuestra existensia. Ni siquiera dejan ua puerta entreabierta.
Incluso las frutas que deseábamos al principio de la actuación
están sobre los trozos de vidrio. ¿Quién se atreve
a comer una de esas sabrosas frutillas sin arriesgar tragarse uno de
los mortales pedazos de vidrio? Los con caras sin expresión miran
hacia la nada durante un tiempo largo. Son como guardias que ya no tienen
que cuidar, todo ya está muerto.
La
conclusión no puede ser más pesimista, pero acostumbran
decir que hay que llegar al fondo antes de poder volver. La pregunta
es si todavía estamos en camino al fondo, algo que el número
2400 podria implicar.
(Traducción:
Lorena Acevedo)