Cada encuentro cultural tiene como resultado un cambio en cada una de las culturas que participan en el encuentro, aunque este cambio no se manifieste de manera inmediata. Sin embargo, también es parte de la naturaleza humana el querer mantener el estado de cosas y constantemente está inventando trampas para evitar las mezclas y los cambios que esto significa. Por un lado, el hombre se aventura en la conquista de nuevos horizontes, y por otro se resiste a los cambios. Los españoles conquistaron América pero trasladaron todas sus instituciones culturales al “Nuevo Mundo” obligando a los indígenas a adaptarse a la cultura conquistadora. En nuestros días, los estadounidenses se resisten a ver y aceptar diferencias culturales entre ellos y otras áreas del mundo; por el contrario, parecen tener una necesidad rabiosa de ver a todo el mundo pensando y sintiendo con los parámetros que ellos ven como únicos válidos: se está con ellos o contra ellos. En el plano local, las culturas se sienten amenazadas por “extraños” que pretenden ocupar espacios hasta ahora reservados para los lugareños.

Puzzles y Mestizajes plantea la mezcla de culturas en distintos planos, empezando por los propios artistas participantes, que representan lo local y lo foráneo, en relación al lugar donde se realiza la exposición.

Lo local está representado por el artista cántabro José Luis Vicario, quien construye un enorme arco con un tubo de acero con orificios que dejan ver un juego de luces que se prenden y apagan. La fuerza del objeto no pasa inadvertida. A primera vista, la imagen da la impresión de la entrada a un parque de diversiones, pero la forma pesada del arco y el color frío del acero me hacen pensar también en un objeto espacial que está allí captando lo que ocurre entre nosotros sin mostrar el rostro de quienes lo dirigen. Podría ser también un objeto mágico de otras civilizaciones, o tal vez es todo junto. El objeto se deja tocar e invita a que el espectador pase sobre la base del arco; pero no se deja penetrar: lo que hay atrás lo construye cada uno de los que entran en contacto con él.

Sergio Brito, nacido en Venezuela y radicado en Gran Canaria desde niño, trata el tema de la mezcla étnica. Las dos imágenes que componen la obra despiertan una serie de preguntas que no logro responder. Por un lado instala muñecos de plástico inflable amarrados formando una torre, intercala una mujer blanca y un hombre negro en actividad sexual en cadena. Surge la pregunta ¿quién ha atado a esas “personas”? ¿Es la sociedad la que está atrapada en el tabú de la posesión de la mujer blanca por el hombre negro? Por otro lado adhiere a una pared una serie de bebés de goma blancos y negros axexuados y deformados. ¿Son estos bebés una advertencia de lo que puede ser el resultado de esa actividad sexual?

 

Peter Johansson trabaja con los signos de la cultura sueca. En su trabajo cuestiona permanentemente “lo típico”, aquello que una cultura cree la hace un espécimen único en el puzzle de culturas que conforman la humanidad. En la instalación trabaja con la versión sueca de un estereotipo turístico ya generalizado: bolsos con nombres grabados que indican el lugar donde uno ha estado viajando y que se venden en las tiendas donde los turistas buscan recuerdos típicos del lugar que han visitado para luego presumir con las amistades. Peter usa siete bolsos con el nombre Suecia impreso en ambos costados. A cada bolso conecta un martillo de felpa con los colores de la bandera sueca, de esos que se venden para las graduaciones de los estudiantes de bachillerato, un momento en que la bandera sueca se luce en todos lados. Un sensor puesto en una pared capta los movimientos del público y acciona los martillos que se levantan y golpean la mesa de metal produciendo un ruido fuerte. El martillo es interesante como imagen por cuanto tradicionalemente es el instrumento que se usa en las reuniones para oficializar los acuerdos que toma el grupo (a falta de martillo se golpea la mesa con el puño). En la instalación no hay un individuo que sostenga el martillo, sino es el bolso el que golpea la mesa con firmeza y llama la atención: “Suecia”, como dice el rótulo.

La única artista mujer y artista perfomática era Gigi Otálvaro-Hormillosa (estadounidense, hija de padre filipino y de madre colombiana). La obra giraba en torno a la problemática de la homosexualidad femenina vista desde distintos ángulos. Primero, la lucha de un ser por librarse de una piel que lo cubre por completo. Los movimientos parecen por momentos independientes y en otros están claramente ligados a la proyección sobre el muro, como en una escena donde se proyecta Las señoritas de Avignon de Pablo Picasso mientras el ser oculto “camina” sobre la imagen. El ser en el escenario trata de cambiar de piel y no puede, a veces lleva dos pieles, pero finalmente se decide por una. La proyección muestra la conquista de una mujer por una mujer. Luego las secuencias proyectadas se transforman en púas enormes que parecen caer sobre el ser en el escenario. Finalmente el ser parece liberarse y se transforma en un conquistador, aunque sigue llevando la piel a cuestas (tiene un casco de los que llevaban los soldados de la conquista de América en sus manos). En la tercera y última parte de la performance aparece un ser extraño entre el público, sonríe y con sus finos dedos de metal trata de buscar contacto con el público. La temática de la obra es igual de antigua como actual y aquí está tratada de una manera poética, con gestos violentos a veces y otras tiernos. La relación entre las proyecciones y los movimientos está bien lograda lo que sumado a un buen trabajo temático la hace una obra interesante de ver.

Arturo Duclos (chileno) muestra una obra que se enmarca en su serie de “transfusiones”, en las que usa distintos líquidos y los transporta en mangueras haciéndolos circular por todo el espacio de la instalación. En Espacio C, un motor que parece imitar los latidos del corazón hace circular lentamente un líquido verde por una delgada manguera transparente enrollada en una mesa ubicada en uno de los rincones de la sala y que luego sigue en diagonal hacia otro de los rincones para terminar enmarañada en el suelo. La iluminación dramatiza la escena, un foco dirigido hacia un punto de la mesa y otro hacia el pájaro posado sobre las mangueras. El líquido va circulando constantemente, pero es siempre el mismo, no hay renovación. El pájaro no emprende el vuelo, está inmóvil. Es una imagen poco esperanzadora de la sociedad contemporánea, que no da lugar a la renovación y se da vueltas y se enreda en su propio discurso.

 

 

 

 

 

 

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Puzzles y Mestizajes es un trabajo conjunto entre Espacio C y la Galeria Comunal de Arte Valfisken de Simrishamn. El proyecto está curado por Orlando Brito y Ximena Narea. En septiembre se realizará la tercera etapa de Puzzles y Mestizajes en Simrishamn en la que participarán los artistas José Luis Vicario, Sergio Brito y Peter Johansson.