Heterogénesis - Revista de Artes Visuales - 2006 nr 55-56
NOVENA BIENAL DE LA HABANA


Ramón Serrano (Cubal) Espejismos - Instalación 2006
FOTO: Ximena Narea




 




Ibis Hernández


Luego que la Tercera Bienal de La Habana colocara por primera vez en 1989 un tópico de reflexión como eje articulador del discurso general que el evento sostendría, a los organizadores nos ha resultado difícil escapar de un esquema temático(1). Quizá la octava edición -inaugurada en noviembre de 2003- consiguió tensar por lo menos en uno de sus núcleos, los límites de lo que tal modelo presupone, al tratar de distinguir bajo el rótulo de El arte con la vida, más que narrativas puntuales en torno al asunto, algunas de las operatorias que evidencian esa conjunción. Proyectos colectivos como Isaroko, Mover las cosas, 30 Días de Acción (del Departamento de Intervenciones Públicas), o propuestas como las de Daniel Lima, BIJARI, el colectivo ENEMA, y el Grupo Nómada, dieron cuenta de ello. En paralelo, y acorde con el “molde” ya tradicional, otras obras discursaban en la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña sobre temas muy diversos - tanto inéditos como recurrentes en el evento- desde la amplia y cómoda perspectiva del universo de relaciones que entre el arte y la vida se establecen.

Algún tiempo después, justo en el momento en que se iniciara el diálogo encaminado a concebir y diseñar la Novena Bienal, interesó a algunos de los curadores la idea de continuar desarrollando las posibilidades de inserción del evento en la cartografía física y social de la ciudad, lo cual condujo a pensar sobre lo conveniente que resultaría diseñar talleres que propiciaran el hacer conjunto de artistas y diseñadores, cubanos y extranjeros, en vínculo estrecho con sectores poblacionales de la Ciudad de La Habana. Los talleres serían concebidos atendiendo, por un lado, a necesidades locales de naturaleza urbana y, por otro, a problemáticas de índole artístico-cultural, cuyos nudos conflictuales serían una vez más distendidos o tensados a través de las discusiones y acciones generadas en colectivo. Pero salvo el taller de vestuario alternativo - coordinado por el curador invitado Pedro Contreras- ningún otro fue llevado a vías de hecho ni concluido siquiera su diseño, ante la falta del presupuesto mínimo imprescindible en unos casos, y en otros, porque su realización implicaba, como dijera hace algún tiempo una antigua colega del equipo, involucrar a muchos y sensibilizar a todos, lo cual no siempre es posible.


Elder Santos (Brasil) Instalación 2006
FOTO: Ximena Narea
Así, fue malogrado el taller de mobiliario urbano, cuyo proyecto proponía discutir las relaciones entre la escultura y el diseño a partir del mueble como matriz, e invitar a varios de los artistas que han venido explorando las posibilidades de este tipo de objeto -dentro del campo de lo escultórico- a elaborar maquetas y prototipos de realización viable en nuestro restringido contexto de producción, para emplazarlos –tal vez- en espacios públicos de la ciudad de La Habana. Otro de los talleres guardaría relación con las festividades populares, abundantes y polifacéticas en varios de los países que tienen participación mayoritaria en la Bienal. En torno a las ediciones más recientes, algunas voces se habían referido al distanciamiento del evento respecto a las expresiones de la cultura popular, mostradas con anterioridad sin falsos complejos junto a formulaciones contem-poráneas que remiten y/o se apropian de códigos y procedimientos provenientes de las mismas(2). Ningún sentido tendría ahora retrotraernos a manifestaciones tales como los juguetes de alambre, las muñecas de trapo mexicanas, o retomar la tesis de las apropiaciones y los entrecruzamientos culturales(3), pero sí parecía atractivo indagar en el comportamiento renovado de muchas de las expresiones que hacen parte de la cultura urbana en la actualidad, algunas de las cuales encuentran en el carnaval un soporte aglutinador. Surgió así la idea de vincular este workshop al carnaval habanero, preservando lo mejor y modificando, con vocación constructiva, ideas y estereotipos que redundan en el empobrecimiento de la visualidad de estos festejos año tras año. Interesaba, por ejemplo, retomar experiencias como la emprendida por los cubanos Omarito y Duvier en las Parrandas de Remedios, y dar participación a arquitectos, diseñadores y artesanos en lo que sería un laboratorio sustentado en la creencia – hoy casi abandonada - de la capacidad transformadora del arte, antípoda de desencanto e indiferencia.
Cercano al anterior en cuanto a la posibilidad de tender puentes hacia la cultura popular y reunir a creadores, antropólogos y hacedores de diferentes disciplinas, se imaginó un taller dirigido al diseño y la confección de juguetes y otros objetos lúdicos, que sumaría la participación de niños y adolescentes. Al mismo tiempo se pretendía explorar acerca del comportamiento y las transformaciones del juguete artesanal, que incorpora modernos materiales y referencias urbanas para la elaboración de nuevos prototipos, mientras batalla por mantener un lugar dentro del mercado de bienes prácticos y simbólicos.
El quinto taller sería concebido en virtud de propiciar la discusión en torno a las diferentes modalidades de proyectos artísticos de inserción social, así como el conocimiento mutuo de ejercicios desplegados por creadores que viven y trabajan en contextos y circunstancias diferentes. El reto sería hacer funcionar este taller tanto desde el punto de vista teórico como práctico, sin olvidar que la puesta en marcha del trabajo de articulación con comunidades exige al artista adentrarse y aprehender el entorno local, lo cual requiere de un periodo de permanencia en el sitio y ello, a su vez, de un determinado financiamiento (esto último inoculaba de antemano la duda respecto a sus posibilidades de concreción real). Tal espacio facilitaría, en principio, el debate sobre cuestiones de carácter ético, estético, educativo y práctico-funcionales, en buena medida definitorias del grado de eficacia de este tipo de proyectos y, a su vez, invitaría a reflexionar sobre la (in)conveniencia de su yuxtaposición a las estructuras de las Bienales y otras iniciativas curatoriales, tomando en cuenta que estas prácticas cuestionan por lo general los límites del arte como ejercicio institucionalizado y que su viabilidad, en estos casos, se da en relación proporcional con presupuestos, autorizaciones y hasta compromisos que podrían favorecer o coartar el espontáneo desenvolvimiento de muchos procesos. Varias razones incidieron en la volatilización de esta idea antes de que llegara a objetivarse en taller: las investigaciones de terreno fueron esta vez muy limitadas en África y ningún curador pudo llegar a Asia, regiones donde habría sido preciso constatar la existencia de tales prácticas y los modos como se configuran y manifiestan, para a partir de ello determinar si pueden o no ser entendidas mediante las mismas claves con que se las interpreta en Occidente; de igual modo, no existía claridad acerca de la disponibilidad de un presupuesto que garantizara la participación de los talleristas (obviamente imprescindible), ni resultó efectiva la comunicación con algún artista cubano que deseara erigirse como coordinador del taller.

Margarita Pineda (Colombia): Territorios mentales.
FOTO: CENTRO WIFREDO LAM PUBLICATIONS STAFF

 

Además de dislocar la estructura tradicional, como núcleos potenciales estos talleres podían abrirse a un sinfín de posibilidades prácticas, conectarse entre sí y tender vínculos con el encuentro teórico central de la Bienal, en cuyo temario no faltaron tópicos que habrían resultado de interés común. Por esta vez, los procesos creativos y de intercambio tendrían un mayor protagonismo, lo constructivo desplazaría en mayor medida a lo expositivo, y se intentaría dar continuidad a un proceso de interacción con la ciudad ya inaugurado en ediciones anteriores(4). Sin embargo, valdría la pena preguntarse hasta qué punto, por este camino, la Bienal habría asumido una postura de encierro en un peligroso localismo -en cierta forma exclusivo- interactuando apenas con el contexto habanero, o si, por el contrario, toda vez que renunciara a esta estructura de laboratorio-taller, tenía igual sentido volver a escudriñar en aspectos de lo urbano, estrechamente ligado al tema de la ciudad, recurrente en múltiples proposiciones curatoriales durante la última década(5). Una respuesta posible a la segunda interrogante, podría encontrarse en cuanto pudo ser visto entre el 27 de marzo y el 27 de abril de este año en la Fortaleza de la Cabaña y en otros recintos ocupados por el evento…aunque vale pensar que pudieron ser otras las alternativas.

A fin de cuentas, la Bienal celebró sólo uno de sus talleres y las exposiciones perpetuaron su primacía, con núcleo articulador en lo que fue anunciado como Dinámicas de la cultura urbana. Desde el inicio, algunos curadores tuvieron certeza de poder ofrecer acerca de este tópico -y más allá de los talleres- un punto de vista renovado en relación con otras muestras internacionales, tales como Iconografías metropolitanas(6), o nacionales, como Ciudad, metáfora para un fin de siglo(7); otros, en cambio, nos sumamos a la idea con cierta dosis de escepticismo. La nota diferencial vendría dada, supuestamente, porque aquí el énfasis recaería ya no en todo aquello que comporta lo urbano en sus dinámicas, sino, en particular, sobre la cultura que se gesta, desarrolla y transforma en los territorios citadinos y sus áreas periféricas.

A mi modo de ver, habría resultado imprescindible prefijar - para orientar la pesquisa en términos metodológicos- la(s) perspectiva(s) desde la(s) cual(es) nos aproximaríamos a la noción de cultura urbana, teniendo en cuenta que ha sido enfocada de manera diferente por la antropología, la sociología y más recientemente por los estudios culturales; y a partir de ello discutir, con mayor profundidad, hasta qué punto esta compleja noción, que integra dimensiones y repertorios múltiples, podía fungir como eje temático-conceptual en la obra de artistas profesionales: “verse escenificada”; o si, en cambio, la Bienal debía concentrar su atención en propuestas orientadas a cumplir una función urbana, cuya constitución se viera imbricada en el tejido de relaciones que en la ciudad cobran vida, en interacción con la cultura que allí se desenvuelve expuesta a procesos constantes de contaminación e hibridez. Me refiero, por ejemplo, a propuestas gestadas desde circunstancias no necesariamente espaciales sino desde aquellos sitios donde convergen los intereses de distintas disciplinas y emergen repertorios más experimentales y analíticos, o a proyectos con incidencia en situaciones urbanas complejas, que arrojen visibilidad sobre grupos sociales marginados y expresiones descartadas por la cultura dominante, por citar sólo dos ejemplos.


C. Jancowski (Mexico-Germany): AGUA WASSER
FOTO: Ximena Narea


Sabemos también que la escogencia de un tema de reflexión, capaz de erigirse coherentemente como pauta articuladora del discurso de una muestra, está determinada en primera instancia por su respaldo en la propia producción artística. Revisando procesos concernientes a ediciones pasadas, recuerdo cómo, luego de dilucidar en colectivo un tópico de interés -muchas veces polémico y con potencial suficiente para apuntalar contradiscursos postulados desde el Sur- se abría paso el ejercicio necesario que arrojaba una medida aproximada de su factibilidad práctica, a través de la revisión de materiales de archivo e, incluso, de lo mostrado en ediciones anteriores del evento. En esta ocasión, con igual propósito y siguiendo la rutina, fueron lanzados algunos nombres en la mesa de discusión como entrenamiento previo a la pesquisa in situ aunque, en mi opinión, el ejercicio no fue llevado hasta un punto del todo esclarecedor. Y en efecto, poco después, durante la revisión del material reunido tras las investigaciones efectuadas en un limitado número de países o por la vía de Internet y el correo electrónico, se hizo notar que no es precisamente el nexo con las Dinámicas de la cultura urbana lo que viene potenciando lo mejor de la producción contem-poránea de las regiones que implica la Bienal o, al menos, la que con escasos recursos puede llegar a La Habana(8). Fue así como el criterio de selección ensanchó su ángulo, ahora de manera definitiva, hacia otras parcelas de lo urbano.

De todo lo anterior podría inferirse que, si bien durante las discusiones previas al proceso de selección de invitados fueron ubicadas algunas de las líneas directrices de todo cuanto podría quedar bajo la égida de las “Dinámicas…”, faltó claridad al respecto. No es menos cierto que durante las investigaciones de terreno tiende a expandirse la noción en cuestión y pueden detectarse, en el contacto directo con la praxis, nuevas vertientes no identificadas a priori por los curadores; el conocimiento del contexto donde el artista crea permite constatar cómo lo que a distancia podría resultar irrelevante, puede aportar otros significados y devenir dato revelador de espe-cificidades culturales. Ahora bien, se hace impres-cindible distinguir desde los diálogos preliminares (sobre todo cuando se intenta focalizar un tema desde ángulos inéditos) aquello que, por explorado o manido, debe ser de inmediato descartado. Digamos, por ejemplo, que en la Fortaleza de La Cabaña segmentos considerables de la exhibición mostraban, a través de la fotografía y en menor medida del video y la pintura, recortes de paisajes urbanos centrados en la arquitectura y la especialidad física de algunas ciudades. No voy a detenerme a analizar hasta qué punto podría considerarse lo incluido en ellos como líneas de fuga del tema general, lo cual fue, al fin y al cabo, asumido por los curadores, pero la incómoda reiteración no podría siquiera justificarse como una alerta consciente – emitida desde la curaduría - acerca de un fenómeno liado a la moda y a intereses de mercado -algo ya conocido-(9), como tampoco bajo el argumento referido a la vindicación y actualización de un género tradicional (el paisaje) a partir del uso de “nuevos” medios - lo que sería otra “verdad de Perogrullo”. Una decantación oportuna habría evitado reincidencias injustificadas y al mismo tiempo otorgado mayor visibilidad a las propuestas mejor elaboradas: aquellas que revelaban, en todo caso, relaciones más subjetivas del individuo con su entorno(10).




Pedro Abascal (Cuba): Laberinto, instalación fotográfica. - 2006
FOTO: ARCHIVO CENTRO WIFREDO LAM
 

Por otro lado, el rótulo “Dinámicas…” había creado sin dudas expectativas en cuanto a la presencia de un arte público desenvuelto conforme a las nociones de convivencia y participación, apto para movilizar a la ciudad en torno a sí y recolocar lo artístico –resaltado por la Modernidad como ente autónomo- en el marco de relaciones socio-culturales más amplias. Aunque no faltaron experiencias de este corte, debo admitir que resultaron en número insuficiente y no todas alcanzaron el grado de consistencia ideoestética que les había conferido una resonancia estimable en nuestro espacio metropolitano(11). En paralelo, y concordando con la vocación “tercermundista” del evento expresada en uno de sus presupuestos fundacionales, debió contemplarse acciones acometidas ya no en La Habana sino en otras ciudades del Sur, en aras de evidenciar los comportamientos de estas prácticas cuando son proyectadas desde las especificidades de otros contextos. El traslado de tales experiencias al ámbito expositivo de una Bienal suele darse a través de registros que documentan los procesos mediante el uso de fotografías, videos, textos, objetos, etc. Frente a proposiciones puntuales de este orden, la curaduría mostró cierta reticencia durante la selección, tomando en cuenta que no siempre esta documentación resulta atractiva desde el punto de vista estético y esto, unido unas veces a la pobreza de información y otras a un descuidado diseño de montaje, conlleva a la merma de su capacidad comunicativa y, en consecuencia, al aburrimiento del espectador. Así, dentro de los pocos registros seleccionados podríamos considerar Oferta de empleo, de Álvaro Ricardo Herrera (Colombia) y los correspondientes a Agua – Wasser (México-Alemania) y a Territorio Sao Paulo(12) (Brasil).




Jordi Colomer (España): Anachitekton (Osaka). Fotografía - 2004
FOTO: ARCHIVO CENTRO WIFREDO LAM
 

Como pudo verse además, la balanza se inclinó esta vez en favor de la fotografía y el video, lo cual se hizo notar en la planimetría preponderante en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña. Anteriormente, y en particular a partir de la Tercera Bienal (1989), la instalación había ido ganando presencia dentro de los predios del evento, para afianzar su protagonismo en la quinta edición (1994). Algunos interesados llegaron a preguntar por entonces si el predominio de este soporte respondía a fines programáticos de la curaduría. En realidad, las condicionantes reflexivas que la Bienal proponía en cada edición, solían cobrar cuerpo en propuestas neoconceptuales asentadas en esta gramática, de ahí su preeminencia. Fue durante la Cuarta Bienal (1991) cuando se usó por primera vez como espacio de exhibición la Fortaleza de los Tres Reyes del Morro y luego, en la quinta, el evento se extendió a La Cabaña. Las enormes dimensiones, el carácter pétreo y contundente, y la carga de memoria que soportan estos espacios, causan por lo general un fuerte impacto en los artistas extranjeros que llegan para exponer, aún cuando hayan recibido de antemano planos y fotografías de los mismos. Difíciles de “domesticar”, y no susceptibles a convertirse en continentes neutrales a la manera del dócil “cubo blanco”, se comportan de un modo más benevolente –y hasta favorecedor- al albergar trabajos de perfil instalativo que involucran el espacio vacío en la estructura del objeto artístico, pero “degluten” o tienden a tornar casi invisibles las obras bidimen-sionales de pequeñas y medianas dimensiones. Su utilización exige, por tanto, un cuidadoso diseño museográfico y determinadas condiciones de montaje(13).


Esta vez, algunos espacios permanecieron semivacíos, desbalanceados, y las fallas en la museografía acentuaron el carácter irregular de la selección. A más de prescindir de la construcción de núcleos temáticos, no funcionaron - salvo en contadas excepciones - ni el diálogo ni el contrapunto efectivo entre las obras, como tampoco se llegó a soluciones oportunas en aras de evitar la innecesaria dispersión, todo lo cual habría mitigado, en alguna medida, sensaciones de pobreza y desequilibrio. Hubo en todo ello una cuota de responsabilidad que atañe a la curaduría, amén de la llegada tardía de las obras, las ausencias de última hora y las limitaciones materiales antes señaladas(14); añádase también la correspondiente a quienes pueden decidir sobre el emplazamiento y - dicho sea de paso- el tiempo de permanencia de algunas obras en el espacio urbano(15).


Roberto Stephenson (Haiti): Sin título, impresión digital - 2004
FOTO:
ARCHIVO CENTRO WIFREDO LAM
 

Regresando en el tiempo, diría que ya la sexta Bienal en 1997 emitió las primeras señales intermitentes acerca de la necesidad de repensar la estructura del evento. Amagos tendientes a la transformación han tenido lugar en lo sucesivo, con resultados parciales, logros y desaciertos; pero la novena edición disparó la alarma como ninguna otra, subrayando esa necesidad urgente y vital de renovación. Para ello será imprescindible contemplar no sólo aspectos concernientes a la estructura y la periodicidad del modelo sino, revisar sus propósitos y proyección de acuerdo con la complejidad de los cambios acaecidos en el mapa geopolítico mundial, en la escena artística nacional e internacional, y en lo concerniente a las demandas y exigencias de los nuevos medios, lenguajes y operatorias; todo ello sin perder de vista las restricciones que presupone la realización de una Bienal internacional desde nuestro aquí y ahora: he ahí el reto. Hemos recibido a lo largo de estos años críticas muy objetivas -lo cual siempre se agradece- y por igual, juicios que denotan una aproximación superficial al arte de las regiones que la Bienal enfoca así como un desconocimiento o subestimación de las condiciones en que ésta se produce. Las circunstancias actuales no son las mismas que propiciaron la irrupción del evento en 1984, como tampoco los intereses a conciliar. Proyectar utopías nunca fue lo más difícil, el mayor desafío radica en hacerlas viables para alcanzar su concreción. En este camino, sea bienvenida cualquier crítica o sugerencia.

NOTAS
1 La Tercera Bienal de La Habana se articuló en torno a las coordenadas Tradición y contemporaneidad. Valga aclarar que en modo alguno el interés radicó en subrayar una noción de identidad cultural construida sólo a partir de la perspectiva que ofrece dicha polaridad, criterio reduccionista que sólo habría conllevado a la construcción de una pseudo-identidad. Más bien, el evento llamaba la atención sobre uno de los múltiples rasgos que cualifican una zona significativa de la producción contemporánea de los países del llamado Tercer Mundo.
2 En la Tercera Bienal, cuyo tema fue Tradición y Contemporaneidad como ya mencioné, las exposiciones Juguetes de alambre africanos, Bolívares en talla de madera, y Muñecas mexicanas, entre otras, provocaban la concomitancia en el “espacio legitimador”, de obras sofisticadas emanadas del llamado arte culto, con expresiones vivas del arte popular (sin desestimar otras que han surgido de la contaminación de ambos registros), marcando así su posición en este debate. Con similar voluntad se exhibió en la IV Bienal la exposición Arte del Pueblo de Weifang, que reunió un importante conjunto de cometas chinos.
3 Apropiaciones y entrecruzamientos fue uno de los cinco núcleos expositivos que bajo el tema general Arte, sociedad y reflexión, presentó la Quinta Bienal de La Habana en 1989. La muestra no exaltó aquellas obras que recurren a la cita, la paráfrasis, la parodia y a variaciones posmodernas de piezas maestras de la Historia del Arte sino, propuestas donde se establecen conexiones entre los grupos de producción simbólica de signo diverso que coexisten al interior de los países de Asia, África y América Latina. Esta exposición reunió obras que reflejaban un interés por ensanchar las fronteras de lo potencialmente apropiable, estableciendo consciente y desprejuiciadamente, nexos de índole diferenciada con la cultura popular tradicional y vernácula, los referentes de culturas primitivas y prehispánicas, el léxico que emana de los medios de comunicación y la simbólica asociada al mercado.
4 Es importante señalar que no sería esta la primera vez que la Bienal convocaría a la participación en talleres, aunque en esta oportunidad tendrían un mayor alcance y protagonismo dentro de la estructura general, ya no por el número a realizar sino porque concentrarían una parte muy significativa de los invitados. Para mayor información sobre los talleres realizados en ediciones anteriores, remítase a los catálogos de la Tercera y Cuarta Bienales.
5 De hecho, no sólo la ciudad ha reiterado su presencia como tema en exposiciones sino también lo urbano, si consideramos que, de acuerdo con la distinción establecida por Henri Lefebvre …la ciudad [es] realidad presente, inmediata, dato práctico-sensible, arquitectónico y, por otro lado, lo ’ urbano’ [es] realidad social compuesta de relaciones construidas o reconstruidas por el pensamiento (citado por Celia Ma. Antonacci en Grafite, Pichação & Cia. São Paulo: ANNABLUME, 1994, p. 31).
6 Iconografías Metropolitanas fue el tema de la XXV Bienal de São Paulo en el año 2002. Su curador, Alfons Hug, planteó acerca del mismo que …no se refiere apenas a la imagen de la metrópolis en el arte contemporáneo sino también a la manera por la cual corrientes de energía urbana influyen en el trabajo de los artistas contemporáneos, entre otros tópicos (Hug, Alfons. “XXV Bienal de São Paulo”. Revista del Instituto Arte das Américas, No. 1, julio-diciembre del 2003)
7 Ciudad, metáfora para un fin de siglo, fungió como eje articulador del II Salón de Arte Cubano Contemporáneo celebrado en 1998, con curaduría de Caridad Blanco y organizado por el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales de La Habana.
8 Proyectos como Caja Lúdica (Guatemala), Nortec (México) y Territorio São Paulo (Brasil), más ambiciosos, contundentes y orientados en realidad hacia este derrotero, no pudieron participar por limitaciones financieras. El colectivo Nortec, por ejemplo, fusiona en sus presentaciones multimedia, la música electrónica con la típica norteña y de banda, el video clip, el diseño gráfico y de moda, y expresiones de las artes visuales en general para desarrollar una producción inscrita en la realidad de la frontera México – USA, reveladora de los cruces y transferencias que hacen parte del tejido de la cultura urbana en ese enclave. Territorio Sao Paulo,, por otra parte, fue el nombre dado a un proyecto diseñado especialmente para la Bienal de La Habana por doce colectivos artísticos que trabajan en las calles de la urbe paulista: Cia. Cachorra, C.O.B.A.I.A., Bijari, Contra Filé, TRancaRUa, etc. En general, sus acciones provocan la reflexión sobre situaciones urbanas relacionadas con la violencia, la exclusión, la “higienización” del centro de la ciudad, los desmanes de las inmobiliarias y los procesos de gentrificación, entre otros asuntos. Utilizan el instrumental procedente de otras disciplinas como la antropología, la sociología y la demografía; recursos de la música, las artes escénicas, la literatura y el audiovisual; y códigos y estrategias del activismo social y el espectáculo de masas, sintetizados en otro nivel de elaboración simbólica.
9 Artistas como los alemanes Thomas Ruff y Günter Förg así como el francés Jean-Marc Bustamante se encuentran entre los iniciadores de esta moda en los años noventa, que ha circulado y contado con seguidores en diferentes latitudes.
10 Pasando por encima del carácter tautológico del conjunto exhibido en La Cabaña, se percibían , no obstante, determinados aciertos a través de propuestas puntuales, tales como Arquitectura del vacío de Javier Camarasa (Islas Canarias), quien a través de una inteligente solución plástica (un fino neón fragmentaba en dos la pantalla de proyección como línea divisoria y ordenadora del tiempo) yuxtapuso dos registros en video de un mismo territorio, tomados en etapas diferentes, para significar la avalancha devastadora de las inmobiliarias vinculadas al turismo sobre una naturaleza virgen, ahora convertida en soporte de abigarrados complejos arquitectónicos. Anarchitekton (cuatro proyecciones simultáneas) de Jordi Colomer (España), mostraba la forma en la cual la cultura del marketing coloca su impronta sobre la arquitectura en Osaka hasta el punto de anularla, o cómo trazan los habitantes de Brasilia, con su diario ir y venir, los funcionales caminhos do desejo no proyectados por Lucio Costa en el Plano Piloto de esa ciudad (entre otros comentarios). Valga mencionar además, el trabajo de Michel Najjar, que vislumbra la incidencia de la telemática en la representación icónica del paisaje del futuro. Menos apegadas a referencias arquitectónicas, otras propuestas fotográficas se dedicaron a resaltar nuevos elementos integrados al paisaje físico y social de las urbes, pero en muchos casos por caminos trillados dentro de la fotografía o sin relevantes resultados estéticos. Sí destacaría en sentido opuesto a esta última valoración, el conjunto de fotos digitales de Roberto Stephenson (Haití) quien consigna, junto a la deteriorada arquitectura de algunas zonas de Port au Prince, el perfil étnico y psicológico de algunos de sus habitantes, en estrecha relación con una cotidianeidad de carácter precario y multitemporal; o Laberinto de Pedro Abascal, que remite a la idea Walter Benjamín sobre la ciudad como … realización del antiguo sueño humano del laberinto, tratado aquí desde la indistinción que se establece entre imagen y realidad, en el fragmentado paisaje visual de la urbe contemporánea.
11 Dentro del grupo de proyectos que implicaron el intercambio y la participación de la heterogénea colectividad de ciudadanos, es posible destacar El Museo Peatonal de María Alós (México) y Nicolás Dumit Estévez (República Dominicana), que en su itinerario por diferentes ciudades llegó hasta la Plaza Vieja y el Portal del Cine Yara, en La Habana. Situado justo en el límite que establecen arte y antropología, conforma su colección con donaciones voluntarias de personas que habitan o transitan temporalmente por los sitios donde se emplaza, y traduce, al decir de “sus guardianes”, el espíritu del barrio que lo acoge. Margarita Pineda (Colombia) por su parte, recorrió mercados, plazas y otros sitios anodinos de la ciudad, procurando en el intercambio con el transeúnte, la emergencia de nuevos mapas basados en prácticas y rituales cotidianos inscritos en la experiencia urbana, demarcadores de territorios más subjetivos, no determinados por la geografía o la política.
12 Oferta de empleo fue un proyecto desarrollado en la Ciudad de México durante una residencia del artista que abarcó dos años. Su presentación en La Habana quedó a medio camino entre obra de autor y registro, sin lograr transmitir con claridad todas las etapas y acciones que abarcó el proceso. Agua - Wasser,, en cambio, tradujo la real dimensión de un proyecto colectivo realizado en la misma Ciudad, a través de una versión mesurada y debidamente diseñada por los curadores Edgardo Ganado y Daniela Wof, que incluyó fotografías, videos, textos, maqueta y otros registros sobre instalaciones e intervenciones realizadas en públicos cuyo pasado y/o presente guarda relación con el agua, elemento que marca la historia cultural de una ciudad lacustre hoy convertida en una desecada megalópolis.
13 En la V Bienal, por ejemplo, aún cuando la mayor parte de las obras exhibidas en las Fortalezas del Morro y la Cabaña no habían sido concebidas como intervenciones al espacio arquitectónico, las instalaciones mostraban eficacia en cuanto al manejo del espacio y al aprovechamiento de sus cualidades intrínsecas en la búsqueda de determinados efectos. Sucedió incluso que el aura dramática y la fuerza comunicativa alcanzadas por algunas de esas obras, mermaron notablemente cuando fueron exhibidas después en el Museo Ludwig de Aachen, según percibieron colegas que estuvieron involucrados en el montaje.
14 Como antes planteé, dificultades financieras ocasionaron ausencias sensibles en esta Bienal, como las relativas a los ya mencionados proyectos Caja Lúdica, Territorio Sao Paulo, etc, y a la participación de artistas brasileños, africanos y asiáticos. Del mismo modo, tales dificultades impidieron la producción y/o transportación de algunas obras, que terminaron siendo sustituidas por otras o presentadas en versiones más pobres e inconsistentes, provocando con ello los consabidos desajustes.
15 Los desacuerdos alrededor de la permanencia temporal de Havana Gold del dúo FA+ y del emplazamiento de la escultura de Reynerio Tamayo evidencian incomprensión sobre la forma en que operan algunas prácticas contemporáneas. La pátina dorada impuesta por FA + a elementos preferidos del entorno urbano, con la intención de concederles jerarquía ante la visión sesgada del urbanícola distraído o presuroso, fue cubierta con pintura negra poco tiempo después de haberse aplicado, y la escultura de Tamayo, concebida para la confrontación con su referente en la vía de circulación de vehículos, fue confinada a uno de los jardines de la Cabaña y exhibida como una escultura exenta convencional.

 

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