Primera
fundacion de Buenos Aires. Los horrores del hambre (grabado de
la obra de Schmidel). Ulrich Schmidel, autor de la obra "Viaje
al Rio de la Plata" (1567). Figura con Pedro Hernandez que
redactó los "Comentarios de Alvar Nuñez Cabeza
de Vaca" (1555), entre los primeros cronistas del Rio de
la Plata.
Segunda fundación de Buenos Aires, por Juan de Garay.
Oleo de José Moreno Carbonero /1860 - 1942, Málaga,
España).
Óleo sobre tela, 4m. x 2,40m.
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HISTORIA
En la primera fundación Pedro de Mendoza llamó al
sitio Real de Nuestra Señora Santa María del Buen
Aire para cumplir la promesa que hiciera a la Patrona de los Navegantes
que se hallaba en la Cofradía de los Mareantes de Triana
y de la que él era miembro. En efecto, “Buen Aire”
es la castellanización del nombre de la Virgen de Bonaria,
es decir, de la Virgen de la Candelaria a quien los padres mercedarios
habían levantado un santuario para los navegantes en Cagliari,
Cerdeña, y que era venerada también por los navegantes
de Cádiz, España.
Por
muchos años se le atribuyó el nombre a Sancho del
Campo, de quien Ruy Díaz de Guzmán en su obra La
Argentina recogió la frase: ¡Qué buenos aires
son los de este suelo!, que pronunció al bajar. Sin embargo
Guzmán era de recoger leyendas y fabular. En 1892 Eduardo
Madero realizó exhaustivas investigaciones en los archivos
españoles y concluyó que el nombre estaba íntimamente
relacionado con la devoción de los marinos sevillanos por
Nuestra Señora de los Buenos Aires.
En
la segunda fundación, Juan de Garay le da al nuevo asentamiento
el nombre de Ciudad de la Santísima Trinidad. La razón
sería que la festividad más importante cercana a
la fecha había sido la de la Trinidad o, según algunos
historiadores, porque la nave ancló el día de dicha
festividad. Pero para el puerto Garay conservó el nombre
dado por Pedro de Mendoza, lo siguió llamando Puerto de
Buenos Aires. Sin embargo los designios del vizcaíno no
tuvieron éxito ya que a pesar de que jamás hubo
disposición oficial alguna que cambiara su nombre, el uso
inapelablemente consagró desde el primer momento el nombre
de Buenos Aires para la ciudad.[11]
En
la Argentina suelen referirse a la ciudad con distintas denominaciones
además de Buenos Aires. El nombre de Capital Federal ("Cap.
Fed.") es uno de los más utilizados —sobre todo
para diferenciarla de la provincia homónima—, en
alusión a la condición de distrito independiente
que adquirió con la ley de Federalización que promulgara
Julio Argentino Roca. Muchas veces también se utiliza el
término "Ciudad de Buenos Aires", o sencillamente
"Buenos Aires", aunque este último se presta
a confusión con la provincia lindante.
El
nombre de Ciudad Autónoma de Buenos Aires ("CABA")
es uno de los títulos que oficialmente le dio la Constitución
de la Ciudad sancionada en 1996. Informalmente suele denominársela
Baires, apócope de la forma original, común dentro
de la ciudad (especialmente entre los jóvenes) pero poco
utilizado en el interior del país. Poéticamente
también se le han atribuido numerosos nombres, como la
París de Latinoamérica por su belleza arquitectónica
y su carácter cultural, o Cabeza de Goliat según
una novela de Ezequiel Martínez Estrada, por su tamaño
e influencia desproporcionada sobre el resto del país y
también la Reina del Plata.
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HISTORIA
DE LA CIUDAD
Dibujo de Buenos Aires, poco después de su primera fundación.El
3 de febrero de 1536, el español Pedro de Mendoza, estableció
un asentamiento al que le dio el nombre de Nuestra Señora
del Buen Ayre. La posición fue arrasada por los indios en
1541, y quedó abandonada. El 11 de junio de 1580 por Juan
de Garay fundó la Ciudad de La Santísima Trinidad
y Puerto de Santa María del Buen Ayre, en un sitio presumiblemente
cercano al de Mendoza. El motivo de esta fundación queda
explicado por las palabras de Juan de Matienzo, oidor de la Audiencia
de Charcas, quien en 1566 mencionó la necesidad de abrir
una puerta a la tierra, es decir, darle una salida al Atlántico
a todo el territorio que existía desde Potosí hacia
el sur.
Originariamente era la capital de una gobernación
que dependía del Virreinato del Perú. Durante unos
dos siglos los porteños sufrirían todo tipo de necesidades:
el poblado más austral de América estaba alejado
de todo centro comercial importante, no existían ninguno
de los elementos necesarios para sobrevivir dignamente y no podían
fabricarlos en la ciudad. España privilegiaba los puertos
sobre el Pacífico y por lo tanto marginaba a Buenos Aires,
que sólo recibía dos navíos de registro por
año, y hubo lustros en los que no llegó ninguno.
Esto llevó a que los habitantes (apenas unos 500 en 1610)
buscaran burlar la ley y vivir del contrabando, que venía
fundamentalmente desde Brasil. Este contrabando era pagado con
la única fuente de riqueza que existió hasta principios
del siglo XVII, que era la venta del cuero que se obtenía
de la matanza de rebaños (vaquerías) de bovinos
sin dueños que vagaban por los campos. El resto, carne,
sebo, etc, se tiraba.[6]
En 1680 los portugueses, separados hace poco de
España, llegaron con una expedición a Colonia del
Sacramento, en la costa opuesta del Río de La Plata, pretendiendo
establecerse en ese territorio, hasta entonces de aquel país.
El gobernador de Buenos Aires, José de Garro, después
de enviarle un ultimátum, rechazado por los portugueses,
para que se retiraran, reunió a los habitantes y con su
apoyo organizó un ataque, ayudado por los aborígenes
guaraníes y tres mil hombres venidos de las ciudades más
cercanas. El resultado fue una contundente victoria, que le permitió
a Buenos Aires adquirir un mayor prestigio.[6]
La industria del cuero fue progresando, y hacia
mediados del siglo XVIII existía una industria local importante.
Por otra parte, dado que en Buenos Aires sólo se podía
progresar por lo que uno era o tenía, el valor social no
lo daban los apellidos o la cercanía con la aristocracia,
si no por el éxito que uno hubiera logrado por mérito
propio. Esto la diferenciaba del modo de ser de otras ciudades
vecinas.[6]
En 1776 fue nombrada capital del Virreinato del
Río de la Plata. Las causas principales de esta decisión
fueron: la necesidad de frenar el avance extranjero en la zona,
intentar terminar con el contrabando,[7] y por ser el lugar por
el que tenía más fácil acceso España
desde el Atlántico. Comienza así un período
de gran prosperidad, pues la ciudad fue beneficiada por la Corona
española con un tipo de comercio más abierto, flexible
y liberal, dado por el Reglamento de Libre Comercio. Podía
introducir mercaderías de cualquier región, y conectarse
con con otros puertos, sin pedir permiso a las autoridades reales.
De esta manera cortó con su dependencia política
y comercial de Lima. La ciudad vivió un exponencial progreso
entre 1780 y 1800, recibiendo además una fuerte inmigración,
fundamentalmente de españoles, y en menor medida de franceses
e italianos[6]
Vista del Cabildo en 1817.y se pobló fundamentalmete de
comerciantes y unos cuantos estancieros. Tenía, en comparación
con las demás ciudades vecinas, pocos prejuicios aristocráticos,
o de castas.[6]
Desde
su creación hasta 1807 la ciudad sufrió varias invasiones,
en 1582, un corsario inglés intentó un desembarco
en la isla Martín García pero fue rechazado. En
1587 el inglés Tom Candish intentó apoderarse de
la ciudad, sin lograrlo. En 1658 se produce el tercer intento,
ordenado por Luis XIV, rey de Francia, pero el Maestro de campo,
don Pedro de Baigorri Ruiz, a la sazón gobernador de Buenos
Aires, logró defender con éxito el puerto. El cuarto
intento estuvo a cargo del aventurero Mr. de Pintis, pero el vencindario
lo rechazó. En 1699 se produce la quinta invasión
a cargo de una banda de piratas daneses que fue rápidamente
rechazada. Durante el gobierno de Bruno Mauricio de Zabala, el
francés Étienne Moreau desembarcó en la costa
oriental del Río de La Plata, donde las tropas españolas
lo rechazaron y mataron.
En
1806 comenzó lo que se conoce con el nombre de invasiones
inglesas, cuyo origen debe buscarse en las guerras napoleónicas:
desde los inicios de la Conquista de América, Inglaterra
se había interesado en las riquezas de la región
y España estaba en un principio aliada a Francia, y por
lo tanto era su enemigo. El 27 de junio el mayor general inglés
William Carr Beresford se apoderó de Buenos Aires, casi
sin resistencia, pues no existía un ejército fuerte
y organizado. Tomó el gobierno pero fue derrotado el 12
de agosto de 1806 por un ejército proveniente de Montevideo
comandado por el francés Jacques de Liniers.
En
1807 una segunda expedición inglesa al mando de John Whitelocke
tomó la plaza fuerte de Montevideo y permaneció
en este enclave por varios meses. El 5 de julio de 1807, Whitelocke
intentó ocupar Buenos Aires, pero sus habitantes y las
milicias urbanas, ahora organizadas--y una vez más con
ayuda de Liniers--derrotaron a los ingleses.
La
resistencia del pueblo y su participación activa en la
defensa y la reconquista aumentó el poder y la popularidad
de los líderes criollos, al tiempo que incrementaba la
influencia y el fervor de los grupos independentistas. Buenos
Aires ganó en poder militar (conformado principalmente
por criollos) y prestigio moral. Paralelamente, quedó en
evidencia la insuficiencia de la metrópoli en cuanto a
enviar tropas que pudiesen defender a sus colonias, ahora deseadas
con avidez por otras potencias emergentes. Todo esto, y la llegada
de ideas liberales y fundamentalmente la ocupación de España
por el ejército napoleónico, permitió la
creación de movimientos emancipadores, que desataron en
1810 la Revolución de Mayo y la creación del primer
gobierno patrio.
Como
consecuencia de esto se produjo la deposición del poder
de los españoles por parte de los criollos. La ciudad,
de unos 40.000 habitantes, se transformó en un importante
puerto consumidor de productos manufacturados que provenían
principalmente de Gran Bretaña y se produjo el desmembramiento
del Virreinato del Río de la Plata. Buenos Aires se constituyo
en un primer momento en centro hegemónico, pero debió
imponerse a las oligarquías provinciales, que tenían
sus propios proyectos económicos.
Hasta fines del siglo XIX [editar]
Jura de la Constitución de Buenos Aires, en 1854
El puerto de la Boca alrededor de 1880El gobierno que sucedió
al virrey, la Primera Junta, consideró que tenía
todos los poderes de aquel. Lo mismo entendieron los gobiernos
que le sucedieron (Junta Grande, Primer y Segundo Triunvirato,
y Directorios). La Primera Junta pretendió además
designar a los gobernadores-intendentes, enviar ejércitos
y recaudar los derechos de aduana. Esto hizo que el resto del
virreinato sintiera que la revolución sólo había
sustituido el poder central del virrey por el de Buenos Aires,
sin obtener ninguna ventaja.
En
1815 se produjo la primer rebeldía del interior contra
el gobierno central al ser designado Carlos María de Alvear
como Director Supremo. Éste fue depuesto tres meses después,
lo que obligó a insuflar un nuevo motivo de fervor por
la Revolución. Así surgió la necesidad de
declarar, en el Congreso de Tucumán de 1816, lo que ya
era un hecho: la independencia del virreinato con respecto a España.
Aquel Congreso se trasladó luego a Buenos Aires, y elaboró
la constitución de 1819, que no funcionó y fue desechada
por los federales. Al año siguiente las fuerzas federales
derrotaron al Directorio y se creó la Provincia de Buenos
Aires, siendo su primer gobernador Manuel de Sarratea quien firmó
con los vencedores el Tratado del Pilar. Luego de un período
de inestabilidad Martín Rodríguez fue designado
gobernador y sus ministros, entre los que se destacaba Bernardino
Rivadavia, iniciaron un período de orden y reformas: se
creó el Registro nacional, se fundó la Administración
de Vacuna y el Archivo General de Buenos Aires y se inauguró
la Bolsa Mercantil. En el aspecto cultural se destacó la
inauguración de la Universidad de Buenos Aires y se creó
la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
Bernardino RivadaviaA fines de 1824 se reunió un congreso
para redactar una constitución nacional pero a los pocos
meses estalló la Guerra del Brasil, lo que obligó
a formar un ejército urgentemente, y se pensó que
también se tenía que formar un Poder Ejecutivo Nacional
para unificar el mando militar. De modo que, sin empezar siquiera
a discutir una constitución que le diera marco legal al
cargo, el 6 de febrero de 1826 se sancionó la ley de presidencia,
creando un Poder Ejecutivo Nacional Permanente, con el título
de «Presidente de las Provincias Unidas del Río de
la Plata». Se nombró a Rivadavia como el primer presidente
en febrero de 1826, lo que no fue bien recibido en las provincias.
Los hacendados, alarmados por las consecuencias que podía
tener la capitalización, dejaron de apoyar a Rivadavia,
y este quedo políticamente aislado. Luego de 3 meses la
constitución fue aprobada pero todas las provincias la
rechazaron.
Mientras
tanto, en 1825, desembarcó en la costa oriental la expedición
libertadora de Juan Antonio Lavalleja y sus Treinta y Tres Orientales
y luego de poner sitio a Montevideo reunieron un congreso que
declaró que la Banda Oriental se reincorporaba a la Argentina.
El Congreso Nacional aceptó la reincorporación pero
Rivadavia decidió entonces deshacerse de la guerra con
Brasil ya que un bloqueo naval impuesto por aquel afectaba el
comercio, base de la recaudación de rentas del estado.
Entonces, a pesar de la contundente victoria sobre Brasil, se
firmó un tratado deshonroso que reconocía la soberanía
del Imperio sobre la Banda Oriental y se comprometía a
pagarle al enemigo una indemnización. Aunque ante las críticas
Rivadavia rechazó el convenio igualmente sufrió
el costo político del pacto, que se convertiría
en una de las razones de su futura renuncia.
Durante
lo que se conoció como la «época de Rivadavia»
la ciencia y la cultura prosperaron de manera significativa en
el país. Su impulso reformista dio a la vida intelectual
una dinámica desconocida hasta entonces, creando un clima
propicio que fructificó en diversos campos a través
de la obra personal de muchos individuos. Su renuncia provocó
el exilio de la mayor parte de los protagonistas comprometidos
con el régimen caído, lo que empobrecería
notoriamente el quehacer intelectual de tendencia europeizante,
principalmente en Buenos Aires.
Rivadavia
presentó al Congreso un proyecto de capitalización
de Buenos Aires, la ciudad y gran parte de la campaña circundante
se proclamaba capital del Estado. El federalismo porteño
se opuso, en defensa de las instituciones de las provincias garantizadas
por la ley fundamental, en especial el puerto y la aduana, principal
fuente de recursos de la provincia. No obstante, la ley fue sancionada
en 1826. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Las Heras,
cesó en su cargo por decreto del Poder Ejecutivo. La Junta
de Representantes fue disuelta, y se nacionalizaron el ejército
de la provincia, las tierras públicas, la aduana y todas
las propiedades provinciales. Rivadavia, además de ganarse
la enemistad de las provincias del interior gracias a la Constitución
de 1826 y a todas las medidas centralistas que tomó; se
encontró con que la guerra con el Brasil había agotado
los recursos. El régimen presidencial concluyó al
renunciar Rivadavia y exiliarse en Inglaterra. El país
regresó a su anterior situación, es decir, cada
provincia se gobernaba por sus propias instituciones pero confiaban
en Buenos Aires el manejo de las Relaciones Exteriores.
De
manera que se abrió un período de cuestionamiento
a los supuestos que hasta entonces habían fundamentado
las relaciones entre Buenos Aires y el resto del país.
En 1830 Juan Manuel de Rosas llegó al poder después
de derrotar al partido unitario. Después de dejarlo en
1832 volvió en 1835 encabezando una coalición formada
por la mayor parte de la elite federal y tradicionalista de la
ciudad y derrotó al ejército unitario. Los rivadavianos
y unitarios vieron obligados a emigrar.
El
censo de 1836 realizado en la ciudad a pedido de Rosas indicaba
que había 62.000 habitantes. En 1852 ya había 85.000
en 350 manzanas edificadas.
Al
derrotar Urquiza a Rosas en la batalla de Caseros, este último
se exilió en Inglaterra, y así en Buenos Aires el
centro de poder político quedó en manos de liberales
y unitarios. Vicente López y Planes fue designado gobernador
provisorio de la provincia de Buenos Aires y por el Acuerdo de
San Nicolás la aduana de la ciudad fue nacionalizada, y
sus ingresos manejados por Urquiza, al designárselo Director
de la Nación.
Pero
la Legislatura de Buenos Aires, gracias al alegato de Bartolomé
Mitre, rechazó el acuerdo, lo que provocó la renuncia
del gobernador López. Urquiza pretendió asumir la
conducción de Buenos Aires, pero los porteños, tras
la revolución de septiembre de 1852 retomaron el control
de la ciudad.
De
esta manera, si bien el Estado de Buenos Aires no se declaró
libre, se apartó del resto de las trece provincias que
conformaron la Confederación Argentina.
A
partir de Caseros la ciudad se abrió hacia la inmigración.
Miles de europeos, especialmente de Italia y España le
cambiaron la fisonomía a la ciudad y a su idiosincracia.
Se realizaron construcciones de todo tipo, incluyendo el primer
ferrocarril de la Argentina, que unía la ciudad con el
pueblo de Flores, que en aquel entonces estaba en la provincia.
Los palacios y casas fueron construidos u ornamentados al estilo
italiano, reemplazando al "estilo colonial".
La
fundación en 1854 de la Municipalidad permitió ordenar
la ciudad. Pero la falta de higiene era un gran problema y fue
recién después de la epidemia de fiebre amarilla
de 1871 que diezmó literalmente la población que
se mejoró el problema del agua corriente y se mejoraron
las condiciones de vida de la población, que en algunos
lugares vivía hacinada y en 1875 se creo el amplio espacio
verde del Parque 3 de Febrero.
Durante
el largo proceso que llevó a la creación del Estado
Nacional Argentino, Buenos Aires fue elegida lugar de residencia
del Gobierno Nacional, aunque éste carecía de autoridad
administrativa sobre la ciudad, que formaba parte de la provincia
de Buenos Aires. La necesidad del gobierno nacional de federalizarla,
sumada al movimiento de tropas ordenado por el gobernador de la
provincia, Carlos Tejedor, produjo en 1880 una serie de enfrentamientos
que terminarían con la derrota de la provincia de Buenos
Aires y la federalización de la ciudad. Posteriormente,
la Provincia de Buenos Aires cedió los partidos de Flores
y Belgrano, los cuales fueron anexados al territorio de la Capital
Federal. A cambio de ello, la Provincia de Buenos Aires recibió
una compensación económica.
En
1882 el Congreso Nacional creó las figuras del intendente
y el Concejo Deliberante de la Ciudad. El intendente no era elegido
por voto popular, sino que era designado por el Presidente de
la Nación en conformidad con el Senado. El primero en ejercer
el nuevo cargo fue Torcuato de Alvear, designado en 1883 por Julio
A. Roca. En cambio el Concejo Deliberante sí era votado
por los habitantes.
Además
la ciudad se volvió cosmopolita, a diferencia del resto
del país, y desarrolló una potencialidad financiera
y cultural. La Nación hizo todo lo posible por agrandar
y embellecer la ciudad que ahora le pertenecía. De 337.617
habitantes en 1880, la ciudad pasó a tener en 1895 649.000
de los que sólo 320.000 eran nativos.[8]
Hasta la actualidad [editar]Hacia fines del siglo XIX y principios
del siglo XX la ciudad sufrió una transformación
importante; la prosperidad económica que atravesaba el
país sumada a las preparaciones para el I Centenario que
se celebraría en 1910 permitieron que la infraestructura
urbana se desarrollara.
Desde
1895 a 1914 la ciudad creció con una de las tasas anuales
más grandes del mundo y en 1914 era la duodécima
ciudad más grande del mundo con 1.575.000 habitantes y
también creció cultural y comercialmente. En lo
urbanístico se modificó en estilos, edificios altos
y en la traza urbana. Se discutieron y formularon planes para
hacer de Buenos Aires el símbolo de una nueva y progresista
nación.[9]
Se
mejoraron los servicios públicos y en 1913 contó
con el primer subterráneo de Iberoamérica.
Tras
la Reforma de la Constitución Argentina de 1994 la ciudad
pudo contar con su propia Constitución y con un gobierno
autónomo de elección directa. El 30 de junio de
1996 se celebraron las elecciones que designarían al Jefe
de Gobierno de la Ciudad, así como a los legisladores que
sancionarían la Constitución de la Ciudad. En las
elecciones del Poder Ejecutivo resultó ganadora la fórmula
de la Alianza para la Justicia, el Trabajo y la Educación
de Fernando de la Rúa, convirtiéndose de esta forma
en el primer Jefe de Gobierno. Tras dos meses de deliberaciones,
la Convención Constituyente finalmente sancionó
el 1 de octubre de 1996 la Constitución de la Ciudad de
Buenos Aires.
En
2003 fue promulgada la Unión Civil,[10] tanto para las
parejas homosexuales como para las heterosexuales, convirtiéndose
en la primera ciudad en América Latina en oficializar dichas
uniones.
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