Ethel Jorge |
El carnaval es un terreno «entre fronteras», un «cruce de caminos»,(1) un lugar de encuentros entre diferentes grupos sociales que permite un acercamiento distinto al estudio de la inmensa complejidad de la dináminca cultural y económica de una comunidad. Las distintas propuestas estéticas que el Carnaval expresa son el escenario y la teatralización de negociaciones sociales, que abarcan tanto el microcosmos de la sobrevivencia cotidiana, así como el macrocosmos de las fuerzas políticas en conflicto a nivel de la sociedad y de ésta última en el marco de las tensiones globales del mundo. En Montevideo, capital del Uruguay, una vez al año el Carnaval crea ese espacio y un tipo de agrupación del Carnaval que participa en ese espacio es la murga. Las murgas actúan en tablados o escenarios localizados en barrios u otros puntos de la ciudad y compiten por premios. Como regla general los miembros de los grupos son hombres y los personajes «femenino» son actuados por ellos. Actualmente, hay mujeres en algunos grupos, pero es fundamentalmente una actividad dominada por el mundo cultural de los hombres. Para actuar, cada grupo usa trajes, se pintan la cara y usan como instrumentos básicos bombo, platillos y redoblante. El show es una combinación de canciones y skits que representa los valores complejos y contradictorios de la cultura popular uruguaya,y, recoge la especificidad cultural del país, de su vida cotidiana y del contexto político general. Ha habido una tradición de introducir crítica política, y durante el período dictatorial en el Uruguay (1972-84), las letras de las murgas fueron censuradas. Las murgas toman las melodías de canciones populares nacionales o internacionales a las que superponen una nueva letra, en la que la murga ofrece su mensaje. Las murgas no sólo proveen un espectáculo que es visto y comentado por gran parte de la población sino crean un espacio social en el que mucha gente se moviliza alrededor de sus actividades. La socialización alrededor de las actividades de la murga convoca a individuos de diversos grupos sociales. Es un esfuerzo social comunitario que provee oportunidades para interacciones únicas entre la gente de un barrio, individuos, familias, niños, grupos sociales específicos, miembros del grupo de la murga, sus ayudantes, modistas, vendedores ambulantes, activistas sociales, club sociales, y boliches (bares). Seguidores de los barrios y de la audiencia general de la ciudad convergen al apoyar a distintos grupos que ellos consideran y sienten que expresan sus placeres estéticos, opiniones, ideas políticas, pensamientos, y emociones, en un proceso que reafirma, rehace, o reubica las diferentes identidades de la gente. Este contexto social del Carnaval revela, en las condiciones de su produción, la dinámica cotidiana donde significaciones e identidades se componen, donde tensiones y presiones contradictorias se encuentran en la construcción de imágenes y mitos, donde la historia que se recuerda simultáneamente produce y se opone a la fluidez de la composición social del grupo y donde todas estas imágenes, mitos, y creencias reflexivamente producen tanto conección como diversidad interna. En uno de los centros de esta dinámica, este mar social en continuo cambio, están los grupos de murgas que juegan un papel significativo en Carnaval y en los procesos socioculturales, económicos y políticos relacionados con él. Si bien se reconoce la existencia de grupos de murgas en Montevideo desde 1909, el fenómeno de la murga no ha sido estudiado a profundidad y por mucho tiempo ha sido considerado «inferior» en relación a otras expresiones de la cultura «culta».(2) La mayor parte de lo que se ha escrito sobre murgas han sido notas periodísticas cubriendo el Carnaval y ensayos de intelectuales en semanarios culturales y éstos, son parte de la discusión sobre identidad, del ser culturalmente uruguayo, de la adhesión o rechazo a políticas culturales. Algunos de estos autores, toman el tema de las murgas y su origen - en una manera a veces esencialista de la identidad - como plataforma para discutir la identidad uruguaya. En 1996 como parte de mi trabajo de campo (3) acompañé a la murga La Reina de La Teja en parte de su viaje al exterior a los Estado Unidos y a Canada. El sonido, la ropa, el maquillaje y las letras de la murga le evocaron a los uruguayos en el exterior un mundo simbólico añorado y aún cercano, ya que la mayor parte de los adultos son primera generación de inmigrantes. Lo significativo e intrigante fue el hecho de que fuera el género murga que tan eficientemente evocaba esos símbolos. Un género que mucha gente identifica en los últimos veinte años con el «ser uruguayo». La taxonomía de las murgas y sus espacios culturales
La manera en que se clasifica a los grupos, y las diferencias de sus discursos y propuestas estéticas están ligadas a los cambios que ocurrieron durante la década de 1970. El canto popular, un movimiento definido por su radical cuestionamiento al status quo, con inclinaciones izquierdistas, y con un voto de lealtad a los sectores «populares» de la sociedad, se expandió al género murga en busca de una mayor audiencia popular. Así, se incluyó el discurso del canto popular dentro del género y en 1972, la murga La Soberana y su líder «el Pepe Veneno» (José Alanís) lo revolucionarizó. Introdujo instrumentos y usó la guitarra para entonar y para poder comunicar el mensaje político clarificó la dicción de las voces. Estas «herejías» fueron los pasos iniciales de muchos cambios, los que incluyeron libertad de movimiento, el uso de instrumentos modernos, y la creación de un sonido diferente del de épocas más tempranas de las murgas. La Soberana fue censurada por la dictadura pero su propuesta resurgió años más tarde, en el proceso hacia la democratización, cuando algunos grupos de murga florecieron rápidamente al adoptar una postura política de denuncia y resistencia a la dictadura. En esa época, la audiencia comenzó a llamar a esas murgas «murgas compañeras» y como oposición, los grupos que mantuvieron las formas tradicionales fueron llamados «murgas-murgas». Motivaciones políticas, experimentación y factores económicos produjeron también un movimiento de profesionales del teatro hacia las murgas, que es percibido como una contribución «educada» por algunos, o como una apropiación indebida de un espacio social por otros.
Las murgas que durante la década de 1980 fueron una fuerza de resistencia contra la dictadura y acompañaron los cambios hacia la democratización, se encontraron en la década de 1990 con el dilema de la adaptación de su discurso a nuevos tiempos. Si bien la gente no abandonó totalmente el discurso de sensibilidad social hacia los más humildes, no estaban tan motivados a oírlo con la misma frecuencia, ni producía las mismas emociones que antes. La relación de la murga con su audiencia es muy importante y dinámica; es parte de la forma en que las significaciones de todo un mundo simbólico se crean. Las murgas evalúan empíricamente el proceso de comunicación con su audiencia para mantener, alterar, o precisar su discurso y propuesta estética.
En los últimos años, directores jóvenes están explorando nuevos caminos, reelaborando identidades, pensando en recapturar los sonidos de las murgas de los años 20' y se refieren a las murgas en función de sus propuestas estéticas, las «murgas de nueva propuesta» y las «tradicionales». Esta clasificación más reciente tiene menos en consideración divisiones territoriales o afiliaciones políticas, y acentúa la propuesta estética general, con la que el grupo es reconocido y alrededor de la cual convergen y se articulan identidades sociales. La Reina de La Teja «...La Reina es la novia del barrio..y el barrio es el padre de todos nosotros...» (4) La Reina de La Teja se organizó para el carnaval de 1980 en el contexto de resistencia y lucha política contra la dictadura. Mientras que el régimen militar tenía sus propios rituales de poder, la gente encontró en algunas murgas del Carnaval una manera de actuar un ritual propio, un ritual de resistencia. La Reina de la Teja fue uno de los grupos de murgas que proveyó los actores para ese ritual que ganó un espacio de «libertad», y lo ritualizó en comunión con la gente que los rodeaba. Enmascaradas por un fino velo, las letras impugnaban el poder del régimen militar; decían lo suficiente para que la gente pudiera imaginar el resto. Las murgas no fueron el único foco de resistencia, pero crearon una complicidad (abierta y secreta al mismo tiempo) entre la murga y grupos de 5000 personas que las escuchaban. En la historia de un grupo como La Reina de La Teja esos son tiempos épicos - de miedo, adrenalina, y coraje, mezclados con orgullo por la ingeniosidad de ser más listos que la censura militar. A través de esas actuaciones, el grupo generó lealtades y seguidores en la interacción con el público de Carnaval y con otros - un nuevo público que no había estado tan interesados en murgas o en Carnaval previamente. La Reina nació en un momento de alegría en el barrio de La Teja; Progreso, el club de football más representativo del barrio, fue admitido en la división profesional. Los fundadores de la murga tomaron como punto de referencia a un barrio obrero con una historia de luchas sindicales y que en 1980 era un foco de resistencia, donde el trabajo de muchos partidos de izquierda convergían, donde había una parroquia que apoyaba la lucha por libertades, y donde había muchas organizaciones sociales activas. En este efervescente contexto el grupo apareció y logró un éxito inmediato, presentó un perfil muy político y un consistente y explícito nexo con el barrio La Teja. Después del retorno del gobierno democrático, la murga continuó con un perfil muy político, negociando su identidad entre los cambios de la realidad y las proyecciones y expectativas de sus seguidores y simpatizantes. José Morgade, el líder, director, escritor de la lírica, co-fundador y co-propietario del título del grupo, ha determinado en gran medida el perfil del grupo. La Reina es una entidad imaginaria en el barrio, similar a un equipo de football, reúne la simpatía y el apoyo de muchos seguidores, quienes, en este caso, proyectan en esta entidad sus valores y parte de su identidad política y territorial . La Reina es una entidad femenina en el imaginario de la gente y Morgade la ha proyectado en sus letras como «la novia del barrio»; él siempre expresa una perpectiva masculina del barrio al que considera como «el padre de todos nosotros». Estas proyecciones imaginarias son arqueotipos muy poderosos que se agregan al paisaje mitológico, a la geografía mítica de un barrio como La Teja. La Reina de La Teja tuvo un papel importante en las innovaciones del género que se consolidaron en los 80 y en el comienzo de una discografía. El grupo sufrió cambios y reestructuraciones, desmembramientos pero el apoyo del barrio fue crucial para su reorganización. Hoy en día, nuevas presiones y muchos cambios en la sociedad afectan al grupo, por ejemplo, la rápida profesionalización de las murgas, y la necesidad de mayores sumas de dinero para mantenerse competitivos. El grupo como entidad imaginaria convoca y organiza identidades por lo que a muchos miembros y simpatizantes les preocupa el dilema de cómo La Reina de La Teja enfrentará los cambios del país, sin perder la identidad consigo misma, con lo que Morgade llama la «esencia» de la murga. En sus palabras: «El día que nosotros no tengamos la solidaridad para ir a cantarle a un sindicato que está en huelga, el día que perdamos las ganas de ir a cantarle a un comedor infantil, el día que perdamos las ganas de meternos adentro de un cantegril y cantarle a una policílinica, ese mismo día nos tenemos que ir, nos tenemos que dedicar a otras cosas, porque estamos perdiendo la esencia. Es solamente el tiempo que va ser el que va a a decidir sobre ese aspecto. Ojalá que algún día los de la sinfónica o los del teatro pudieran actuar para el10 por ciento de lo que actuamos nosotros, hablando en público ¿no? El día que esa gente actúe para un 10 por ciento de lo que puede llegar una murga van a ser cracks, van a ser unas estrellas. Porque por el momento, los ve una franjita reducidita de élite de pico fino y de gafas que no le hacen bien a nadie; nosotros le cantamos a esos de gafas y a los otros, a los que están en la lona. Yo creo que eso es la murga, esa es la esencia ¿no?, puede compartir con reyes y puede compartir con bichicomes.» (5) Morgade y miembros del grupo han expresado orgullo en el reconocimiento social del valor de su trabajo como manifestación cultural. Reafirman ese sentimiento con los hechos de haber actuado en lugares tradicionales de «cultura culta» (teatro Solís), en el exterior y haber recibido premios y menciones en distintos años. El carnaval ha sido visto como «muy de clase baja», imagen que se estereotipa con la recurrente imagen del «murguista desdentado». Es reciente que los murguistas consideran que empiezan a ser reconocidos y respetados como una expresión artística «legítima». El grupo y Morgade aspiran a «ascender» en reconocimiento y status en el mundo de los espectáculos culturales del país. Morgade considera que la murga como género ha evolucionado hasta el punto de que debe de ser validada por la «cultura culta», y al mismo tiempo (y quizás paradójicamente) dice que debe mantener su contacto y raigambre con los segmentos más populares de la sociedad. Para Morgade, la murga tiene una «esencia» ligada a los valores de solidaridad y resistencia de su barrio y a un voto de lealtad con los sectores más humildes de la población.
El barrio es un espacio donde se forman muchas identidades y La Teja, ha formado un fuerte nosotros para enfrentar al otro. Es un lugar donde las estructuras micro sociales y las áreas de socialización como el club de football o de bochas, el boliche, el almacén, la feria, los comedores populares, la vereda, los grupos de jóvenes, la esquina, los grupos de apoyo en la parroquia y las murgas como La Reina organizan el movimiento de las identidades de la gente. No todos en el barrio se identifican con LRT, pero la mayoría simpatiza con ella y muchos toman al grupo como parte del paisaje simbólico del barrio y parte de su propia identidad. La adhesión a la murga no es tan amplia como al club Progreso de football (la murga tiene un perfil político definido). Por otro lado, las letras de Morgade recogen los sentimiento con los que la gente se siente más identificada en el barrio, los que les hablan más directamente y los que ellos consideran como propios. La fuerza de las letras no sólo está en los sentimiento de Morgade sino en el uso de imágenes que su comunidad comparte, las cuales evocan la experiencia de todos los días de la Teja o de un barrio imaginario. La televisión, el cine, la literatura u otras formas de arte establecidas no evocan tan fácilamente esas experiencias: el equipo de football, los boliches, la novia adolescente, la esquina. Toda la naturaleza humilde de la geografía social de La Teja y la actividad de su gente. Las letras se refieren a símbolos significativos para la gente y toman el barrio como el elemento primario, la raíz en la construcción de identidad. A través de la historia del grupo y su lírica, así como por las historias del barrio, La Reina conectó la identidad del barrio a través de imágenes, primero con Latinoamérica y luego con el país; con el tiempo varió la relación del barrio, al país y Latinoamérica y/o Montevideo. Esto se entiende en el contexto del pensamiento político de la izquierda y su construcción de identidades. Era a través de Latinoamérica que se llegaba al país, el territorio total, Latinoamérica, era la patria donde la justicia revolucionaria debería prevalecer, y esto influenció la lógica de identidades territoriales en el barrio también. Montevideo estaba más alejada de este arreglo. Luego, el retorno a la democracia, el desencanto con la izquierda, la ascendencia del Frente Amplio (coalición de partidos de izquierda) en 1990 al gobierno de la ciudad cambió esta correlación de estas referencias territoriales enfatizando a la ciudad como un todo. Los textos de La Reina no crean nuevas identidades, organizan los sentimiento que ya existen -que ya son parte de los procesos identificatorios de la gente- El éxito de una murga es lograrlo. Irónicamente, lo que se considera «tan nuestro» para los uruguayos, letras con las que la gente refuerza su identidad son acompañadas por reggae, o música de rap, o una pieza de Sting, influenciada por MTV y música comercial. Sin embargo, hay una reapropiación de esa música. La mayor parte de la música que las murgas usan es reciclada, reapropiada de las más diversas fuentes y todo esto es aceptado en el género murga, un género que muchos asocian con la misma «esencia de ser uruguayo.» Esto es muy interesante si consideramos los conceptos de territorialización y reterritorialización (García Canclini, 1989), que se refieren a dos procesos: la pérdida de la relación de cultura a territorios geográficos y sociales y la parcial relocalización territorial de establecidas expresiones culturales. Esto resulta en nuevas producciones simbólicas en un marco de mayor incertidumbre de fronteras territoriales y la aparición de culturas y subculturas no ligadas a memorias territoriales. La idea de lo que es el barrio, y cómo lo retrata La Reina, viene de una perspectiva tradicional masculina. Mucho del mito del barrio es un mito masculino. Es el patio de recreo, el lugar de juegos en que los muchachos aprender a negociar la vida. Lo retratan como la esquina con los amigos, el bar, el equipo de football, los botijas jugando al football, el estadio. Cuando el barrio es evocado como La Teja y usan imágenes femeninas, ella (La Teja) muestra solidaridad, retratando figuras femeninas desde una perspectiva masculina -la novia leal, la madre sacrificada como una virgen María secular. El barrio, desde la perspectiva de la mujer es diferente, pero no existe como un discurso elaborado de imágenes, aunque ellas crean el barrio en el sentido más literal, en el proceso de cada día. La murga es también una extensión de la cultura del boliche, de los amigos (hombres), de los juegos, los tragos y parcialmente enfatiza ese ángulo del barrio. Hay muchos boliches en La Teja aún; es una cultura que está desapareciendo pero es romantizada por algunos baladistas exitosos y también por La Reina de La Teja. La Reina mantiene y alimenta el mito del barrio en una época en que los barrios de Montevideo están amenazados por los cambios económicos y están desapareciendo como telaraña de conexiones sociales. Una mujer del barrio me dijo acerca del hábito de los hombres jóvenes de frecuentar los boliches:«no podés competir en el mercado de trabajo de hoy en día si te metés cuatro horas socializando en el boliche». La gente trabaja más horas, o ocupa más de su tiempo para sobrevivir, no participa en las actividades sociales del vecinadario como antes. En el imaginario del barrio existe el mito de La Teja, las ideas, sentimientos, imágenes que la gente que vive allí usa para evocar su barrio: La Teja como bastión de solidaridad, de vecinos que se ayudan, de resistencia al abuso de poder. Lo que La Reina de La Teja ha hecho con sus canciones es apropiar y divulgar el mito del barrio La Teja, un mito de inquebrantable, terca solidaridad. La Reina de La Teja es una de las murgas de Montevideo con una propuesta estética y un discurso específico. Este grupo y su audiencia se conectan, articulan identidades y eligen hacerlo de cierta manera: con imágenes en las que ellos evocan los valores que apoyan, la estética que los place, los sentimientos y las emociones que consideran importantes, todo un mundo simbólico al que recurren para enfrentar la complejidad social en medio de los cambios económicos y políticos.
|
Box 760, 220 07
Lund - SWEDEN
Tel/Fax: +46 (46) 15 93 07
E-mail:
heterogenesis@heterogenesis.com