2. LOS ÓRGANOS QUE CONFORMAN EL CUERPO DE CHAPULTEPEC
El Bosque de Chapultepec destaca por la cantidad de espacios histórico-culturales
con que cuenta; sobretodo en la Primera Sección Por ello
es que haremos un recorrido histórico por los monumentos
y eventos más importantes que ha vivido el centro y que están
depositados en sus diferentes museos o en las manifestaciones arquitectónicas
que contiene, además de establecer una relación con
su participación en el proyecto de remodelación.
2.1 EL CERRO DEL CHAPULÍN Y LOS MEXICANOS
A TRAVÉS DE LA HISTORIA
La presencia de humana en este centro, considerado uno de los más
ricos en recursos naturales dentro de la Cuenca del Valle de México,
data de más de mil años antes de la ocupación
de la cultura tolteca.
Tras la caída de la ciudad de Tula a manos
de diversas culturas chichimecas, el éxodo de los artesanos
al bosque era considerado como el primer arribo humano a esta área.
Sin embargo, según explica la arqueóloga Guadalupe
Espinoza coordinadora de las excavaciones del INAH en el cerro de
Chapultepec:
“Dentro
de las excavaciones recientes realizadas por el Museo Nacional de
Historia desde 1998 los descubrimientos que se han hecho han arrojado
un fechamiento absoluto de un fragmento de cráneo, descubierto
en 1999, que data de 1250 a. de C. Y esta fecha lo único
que arroja es que hay población muy antigua acá en
la Cuenca del Valle de México”
Con
esta información, se confirma que la presencia humana en
Chapultepec es incluso más antigua que en importantes ciudades
pertenecientes a la época clásica del México
prehispánico como Teotihuacan, Monte Albán, Tula y,
por supuesto México-Tenochtitlan. Por lo que el Bosque adquiere
una relevancia no aceptada anteriormente, pues según continúa
Espinoza:
“Chapultepec
es un sitio que tiene la misma temporalidad que sitios como El Zacatillo,
Zacatenco, Tlatilco, Cuicuilco y otras del Preclásico mesoamericano.
Por tanto, lo interesante que tiene Chapultepec es que es un sitio
que ha tenido ocupación humana continua desde 1250 a. de
C. hasta el 2005.”
La
presencia de las diferentes culturas preclásicas de la Cuenca
del Valle de México en este sitio se debe quizá a
la erupción del volcán Xitle; el cual provocó
la migración humana de la zona sur del lago hacia el norte
del valle, provocando entre otras cosas el nacimiento de Teotihuacan.
Una prueba de ello pueden ser los vestigios dejados en Chapultepec
al norponiente de la cuenca.
Otro
descubrimiento es una de las presentes investigaciones realizadas
en el la falda sur del cerro; donde se detectaron restos de una
unidad habitacional teotihuacana construida entre 400 y 600 d. de
C. Según Espinoza: “pertenece al período clásico
y nos interesa éste porque es posterior a la caída
de Teotihuacan. Entonces tenemos la hipótesis de que hubo
grupos teotihuacanos o relacionados con esa cultura aquí.”
Por
su parte la profesora investigadora del Museo Nacional de Historia,
Amparo Gómez Tepexicuapan agrega que, “se ha comprobado
que durante la época prehispánica el centro básicamente
fue habitado por todas las culturas que circundaron el Lago de Tenochtitlan;
así como teotihuacanos, toltecas y las tribus nahuas que
convivieron temporalmente con los mexicas.
Retomando
la teoría de la presencia tolteca en el bosque, el Libro
Chapultepec, editado por el Museo Nacional de Historia, explica:
“hacia el año 1 Pedernal, entre 1136 y 1156, los toltecas
encabezados por Huémac, ‘El de las manos grandes’,
se establecieron allí” hasta el año 7 Conejo,
entre 1142 y 1162, cuando terminó por suicidarse ante la
magnitud del drama de su pueblo, y los toltecas se dispersaron.
Según los anales de Cucuhtitlán:
“Este año se suicidó Huémac en Cinalco
de Chapultepec.
En este año siete conejo Huémac se dio la muerte.
Se ahorcó de desesperación en la cueva de Chapultepec.
Primero se entristeció y lloró
Y cuando ya no vio a ningún tolteca
que detrás de él se acabaron, se suicidó.”
Varios
códices narran la ruta al Cinalco, o entrada al inframundo
en las inmediaciones del cerro del Chapulín, específicamente
en una de sus dos cuevas. El mapa de Cuauhtinchán No. 2 conduce
directamente al montículo, hacia la cueva donde se encuentra
el actual elevador al Museo Nacional de Historia.
Estos
documentos remiten al probable enterramiento de Huémac en
una de estas cuevas. Un relato de Diego de Loaisa encontrado en
el libro citado, se habla de que “no fueron localizados estos
restos aunque sí se detectó la presencia de grifos
y huesos, que podrían confirmar la existencia de un panteón
real. Sobre esos posibles enterramientos de gobernantes indígenas
existen demasiados documentos para ignorarlos.”
Otra
prueba de esto es la encontrada en la Lámina 68 del tercer
volumen el códice Panes-Abellán, donde se narra el
enterramiento del emperador mexica Huitzilíhuitl ‘el
viejo’ en el cerro de Chapultepec, durante la estancia de
su pueblo en este lugar.
Antes
de la llegada de los aztecas, según un relato del historiador
Fernando de Alva Ixtlixóchitl, éste asegura que: el
hijo de Huémac, “Ecitin no murió en Chapultepec,
sino que peregrinó hasta Aztlán para convertirse en
patriarca de los mexicas. De ser cierto, el éxodo azteca
habría comenzado en este mismo sitio. Con el transcurso de
los años los mexicanos decidieron recobrar aquella tierra
que, gracias a Ecitin, evocaban con nostalgia.”
El arribo de la gente de Aztlán al Valle de México
está fechado entre los años de 1245 y 1279. Según
el códice Ramírez, “1245 es el año que
Ténoch, caudillo de los recién llegados se hicieron
fuertes en las alturas del cerro de Chapultepec.”
Mandó
(Ténoch) fortificar las fronteras de aquel cerro con unos
terraplenes llamados acá albarradas, haciendo en la cumbre
un espacioso patio donde todos se recogieron y fortaleciendo su
centinela y guarda de día y de noche con muchas diligencias
y cuidado poniendo a las mujeres y niños en medio del ejército,
aderezando flechas, varas arrojadizas y hondas con otras cosas necesarias
a la guerra”.
Este
fragmento rescatado de un folleto editado por el Centro de Estudios
del Bosque de Chapultepec y elaborado por José Atanasio Gutiérrez,
explica que estas precauciones fueron tomadas por el constante asedio
que sufrían los nuevos habitantes del Valle, principalmente
a manos de los tecpanecas de Azcapotzalco, presuntamente por el
control de las fuentes manantiales que nacían en el Cerro
del Chapulín.
El
lugar era tan importante como fuente de recursos, para las tribus
nahuatlacas, que se percibe en el concepto que da nombre a la región
y es explicada por los guías que tiene el actual Museo Nacional
de Historia:
“El
nombre Chapultpec, voz de la lengua náhuatl, es de fácil
traducción: “El cerro (tépetl) del saltamontes
(chapulín).”
Aunque
el origen de la palabra no es del todo claro pues hay diferentes
hipótesis que asocian al insecto con el monte: “Quizá
el sitio fue así bautizado por la abundancia de saltamontes
en sus parajes o porque a la distancia el perfil del cerro semeja
la forma de una langosta. El chapulín fue además símbolo
de nobleza: pequeños saltamontes de oro remataban los penachos
de los gobernantes aztecas.” Por ello el escultor Luis Albarán
evocó el nombre del cerro en la Fuente del Chapulín
que adorna la terraza sur del Alcázar.
Hacía 1299, una coalición de tecpanecas, colhuas y
chalcas logró por fin vencer a los mexicas y los expulsó
de la zona poniente del valle para desterrarlos hacia la zona del
pedregal donde la agricultura resultó imposible debido a
la presencia de roca volcánica erupcionada por el volcán
Xitle y sólo pudieron alimentarse de los reptiles que allí
proliferaban.
Tras
la fundación de la ciudad de México-Teochtitlan, el
esplendor mexica les llevó pronto a adueñarse de nuevo
de la fuente de recursos naturales más cercana e importante
al islote donde edificaron su metrópolis.
Según
crónicas de fray Diego de Durán; En 1416 bajo el reinado
del tercer emperador mexica, Chimalpopoca, cuando éste fue
inducido por su pueblo para pedir el favor del gobernante de Azcapotzalco
para obtener agua potable de esta fuente:
“…Señor, -dijeron a Chimalpopoca-, todos somos
de acuerdo, que, pues el rey Tezozomoctili tu
abuelo te quiere tanto, y hace tanto caso de ti, y
entre los demás señores hay tanta familiaridad
con nosotros, que le enviásemos a rogar que nos
diese el agua de Chapultepec, para que
pudiésemos beber, y que nosotros la traeríamos a
la ciudad.
La causa de pedirla es que, como hasta agora
No vivíamos sino en chozas y casas de poco valor,
Y agora vamos edificando casas de piedra y
adobes, y cegando la laguna y andan barcos en las
acequias, bebemos el agua turbia y sucia. Por
tanto te suplicamos envíes tus mensajes para
que se nos conceda esta merced…”
Sin embargo el cumplimiento de esta petición se realizaría
hasta la segunda mitad del siglo XV, cuando los tecpanecas ya habían
sido vencidos y el tlatoani mexica era Moctezuma Iluhicamina, quien
se dedicó a extender su imperio y realizó importantes
obras arquitectónicas para la ciudad.
Una
de ellas, quizá la más importante trascendió
Tenochtitlan: el acueducto. Según explica Amparo Gómez,
la zona que actualmente ocupan el Audiorama y los Baños de
Moctezuma eran ocupados como cisterna, para captar el agua de los
manantiales del cerro y así era posible su traslado mediante
gravedad hacia el acueducto que terminaba en la zona de la actual
Alameda Central.
Esta
obra sirvió de modelo a los españoles quienes, al
tomar el control del país, la ampliaron y mantuvieron como
la principal fuente de abastecimiento del vital líquido de
la capital de la Nueva España. El final del acueducto novohispano
era coronada por la fuente de Salto del Agua, que subsiste hasta
hoy.
Fue
tan importante esta obra que proveyó de agua potable a la
ciudad hasta tiempos de Porfirio Díaz, cuando la sobreexplotación
de los manantiales ocasionó su sequía definitiva e
incluso dañó la estructura que soporta el Monumento
de los Baños de Moctezuma.
Según
el texto de José Atanasio Gutiérrez: el verdadero
genio detrás de la construcción del Acueducto fue
uno de los huéspedes más distinguidos de este centro,
en ese tiempo desterrado de su imperio en Texcoco, Nezahualcóyotl:
“El
Acueducto, sin duda, implicaba grandes retos y exigía técnicas
avanzadas, como las que se habían aplicado en el conjunto
ceremonial de Teotihuacan, gracias a los cuales se sabe que el agua
corriente llegaba hasta las mismas habitaciones de los sacerdotes
teotihuacanos. El talento personal de Nezahualcóyotl y el
avance de técnicas colectivas, hicieron posible la construcción
del ducto, cuyo trazo iba desde Chapultepec hasta las goteras de
la ciudad mexica, siguiendo en buena parte el camino que conectaba
ésta con Tacuba y levantándose, al parecer sobre el
mismo curso seguido por el acueducto de 1416”.
De
esta información existen dos fragmentos contenidos en un
relato de fray Juan de Torquemada y en los Anales de Cuauhtitlán,
retomados por Gutiérrez en su folleto los cuales refieren
que:
“Al
quinto año del imperio de este gran monarca Moctezuma (I),
continuando el reparo de su República, hizo sacar un gran
caño, hecho de atarjea, para el agua que en ella se bebía;
y fue esta obra hecha sobre la antigua, que otro su antecesor había
hecho, añadiendo y fortificando la calzada por donde venía,
que fue obra digna de rey, con que la ciudad quedó muy contenta.”
“En el año 12-casa (1465)
por primera vez se comenzó
el trabajo en común
allá en Tenochtitlan-México.
Así dio principio el camino de agua
el acueducto que de Chapultepec
viene a entrar en Tenochtitlán.”
Por
todas estas obras fue que Moctezuma Iluhicamina quiso preservar
su nombre para la posteridad; debido también a que políticamente
durante su mandato se allegó de personajes importantes en
historia mexica. Uno de ellos ya ha sido mencionado, Nezahualcóyotl
y el otro fue su consejero Tlacaélel.
Acompañado
de estos dos personajes; éste sitio sufrió varias
modificaciones adicionales al acueducto: la construcción
de un teocalli en la cima del cerro y de un palacio imperial para
el gobernante texcocano; así como los baños privados
del emperador, un jardín botánico y la siembra de
ahuehuetes (viejos de agua), que quizá por las grandes cantidades
de vital líquido que requieren para subsistir, son un homenaje
a la grandeza de Chapultepec.
José
Atanasio Gutiérrez refiere: “Entre 1440 y 1469, el
emperador consagró el Bosque como lugar de sus predilecciones,
viviendo aquí por largas temporadas, en un palacio que se
había mandado construir junto a la fuente de Chapultepec,
es decir al oriente del cerro del chapulín.”
Mientras
que el libro Chapultepec explica: “Había mapas de dos
manantiales, comunicables entre sí. El códice Chapultepec
menciona como Moctezuma I mandó construir su Alberca de Moctezuma
o Alberca Chica junto a su Palacio, aunque otros datos demuestran
la existencia de un acueducto edificado mucho antes del reino de
este monarca”.
“En
esta misma parte del cerro,” continúa “existe
una gran piedra porfídica en la que pueden observarse algunos
petroglifos de los que mandó esculpir Moctezuma a instancias
de su primo y consejero Tlacaélel, quien lo convenció
de la necesidad de dejar grabada en la piedra su efigie para que
la posteridad reconociera su grandeza. Actualmente se perciben elementos
que representaban la figura de este emperador, así como algunos
numerales y símbolos del emperador.”.
A este respecto, Guadalupe Espinoza explica el por qué sólo
se ha detectado esta sola piedra, así como el porqué
no han hallado petroglifos alusivos a otros emperadores:
“Los
petroglifos se encuentran a un costado de la Casa de los Espejos;
hay una balaustrada y se ven los restos de esta roca tallada. No
están completos porque hubo una destrucción en 1606
por una ordenanza del obispo García Santamaría, quien
mandó destruir las esculturas. Esto por la existencia de
muchos tlatoanis labrados en varias partes. Obviamente para poder
instaurar la religión católica consideraron destruir
los petroglifos de la falda suroriente del cerro. Se dice que datan
de 1450 d. de C.”
Sobre
el teocalli o adoratorio, Amparo Gómez nos explica que fue
situado justo en la cima del Cerro, donde se encuentra el edificio
conocido como Caballero Alto, utilizado como parte del Observatorio
de la Ciudad de México durante el gobierno de Porfirio Díaz.
Este
templo estuvo dedicado al dios del viento Ehécatl y con el
arribo de los españoles fue destruido para construir en su
lugar una capilla en honor de San Miguel Arcángel, quien
fue adoptado como patrono del pueblo fundado en las inmediaciones
del bosque: San Miguel Chapultepec.
En
el libro Chapultepec se explica que este centro también fue
utilizado como observatorio astronómico o “meridiano
solar en lo alto del cerro, ya que Antonio de León y Gama
describe algunos restos que todavía permanecieron hasta fines
del siglo XVIII y lamenta su casi total destrucción.”
Durante el gobierno de Moctezuma Xocoyotzin el imperio mexica llega
a su máximo desarrollo político y económico
pues varios documentos hablan de su influencia hasta territorios
mayas de Centroamérica, al sur, y hacia la frontera con Aridoamérica,
hacia el norte. Es por ello que este centro es magnificado con obras
hidráulicas y ornamentales que terminaron por encantar a
los españoles:
Un
ejemplo son las narraciones de Bernal Díaz del Castillo en
su Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España donde
se refiere al lugar siempre en términos hidráulicos.
Incluso varios documentos alusivos al bosque, durante la conquista,
ilustran la distribución y construcción de las diferentes
cisternas y albercas que captaban el agua para conducirla al Acueducto.
Francisco
Xavier Clavijero detalla que: “en el palacio que edificaron
los virreyes en Chapultepec se conservan hasta el presente dos piscinas
fabricadas de los mexicas. […] Así como dos estanques
para peces, uno de los cuales he visto yo en el palacio de Chapoltepec:
Un dato más explica que los jardines de Motecuzoma ocupaban
todo el rededor del cerro, y en los tres manantiales de agua que
tiene, llamados albercas, se criaban multitud de peces.”
Tras
la conquista el bosque no sólo fue admirado por su riqueza
en agua, sino que sus dimensiones así como su estratégica
ubicación, factores que invitaron a los conquistadores a
disputarse el dominio de este centro. El primer intento fue de Hernán
Cortés, quien en febrero de 1525 se apropió del lugar
por cinco años.
De
hecho, “dueño ya de una parte del bosque”, según
la fuente editada por el Museo Nacional de Historia, “el guerrero
deliberó con Diego de Ordaz acerca de la conveniencia de
edificar una fortaleza en la cima del montículo, que sirviera
como defensa contra cualquier rebelión indígena, aunque
también es probable que lo que en realidad deseaba Cortés
era poseer en esa isla rodeada de verde follaje, su propio Castillo,
a la manera de los burgos del Viejo Continente:”
Sin
embargo la repartición no fue afortunada para los vencedores,
a Cortés le fue negada la zona de las albercas, las cuales
pasaron a poder de García de Holguín el 19 de enero
de 1526; mientras que a la Malinche le tocó el terreno conocido
como Anzures el 14 de marzo de 1528.
Por
todas estas disputas fue que Carlos V declaró que Chapultepec
debía pertenecer perpetuamente a la ciudad de México,
para que fuera un lugar público y se convirtió en
el primer parque con carácter popular en el país.
Con este motivo en 1553 el virrey Luis de Velasco mandó colocar
en la entrada principal una placa con la siguiente leyenda:
“Don Luis de Velasco
virrey de esta Nueva España
dedica a su soberano
este bosque
lugar de recreo público
hermoso por su frondosidad y fábrica.”
A pesar
de estas medidas tomadas a favor de los habitantes de la ciudad,
el conquistador ordenó de cualquier manera el fortalecimiento
del cerro con terrazas y con una construcción que veinte
años después se destinó como fábrica
de pólvora.
Durante
este período de la historia mexicana, se hicieron varias
adecuaciones al Bosque, como parte cercana a la capital; pero sobretodo
como centro de esparcimiento para habitantes y gobernantes.
Una
de las más importantes es la que se hizo durante los primeros
años de la colonia al acueducto planeado y dirigido por Nezahualcóyotl.
Según explica Amparo Gómez, “además de
la construcción que conducía el agua desde los manantiales
hasta el centro de la ciudad; también se construyó
otro que rodeaba el cerro, donde se captaba el agua”.
“La
arcada surgía desde la cueva donde actualmente se encuentra
el elevador al Castillo”, afirma, “la arquería
se dirigía hacia la calzada de la Verónica y San Cosme
y de allí al terreno donde actualmente se encuentra el Palacio
de Bellas Artes, que era lo más cerca que podía llegar
esta obra al centro de la ciudad.” Sin embargo los restos
de la construcción fueron destruidos en aras de la modernidad.
Adicionalmente,
un daño importante en pos de la civilización fue una
orden dictada por el Cabildo de la ciudad de México el 28
de febrero de 1527 donde se indicó que: “los árboles
que están sobre la fuente de Chapultepec son perjudiciales
y se corten lo más a raíz posible que se pudiere de
manera que la dicha agua permanezca pura en su trayecto”.
Al
mismo tiempo que el centro era convertido en un lugar reservado
para la aristocracia española, también los pobladores
nativos tuvieron acceso a él. De hecho inmediatamente después
de la caída de Tenochtitlan se documentó el nacimiento
del pueblo de San Miguel Chapultepec, situado en las inmediaciones
de la actual estación del metro Chapultepec, donde se instauró
una iglesia y panteón, éste último recientemente
descubierto.
Esto
quedó asentado en la Introducción de los Títulos
de Fundación de Chapultepec, Cuaderno 6 Conquisto Titonllo
Chapoltepec en 1313, documento fechado en el siglo XVIII donde se
especifica que: “mandó Montesuma (II) que actual vivía
que se le fabricara casa con que vivir y se le hizo el Palacio que
se acabó en cuatro días, y luego fueron llamados todos
los naturales para que fabricaran cerco a el ojo de agua la que
cercaron en cinco días y encaminaron el agua y acabado se
entraron a esconder dentro del cerco en el año de 1519 por
estar ya hecho el Palacio de Montesuma.”
Según
el libro Chapultepec: “Dicho escrito es más explícito
y abundante en lo relacionado al nacimiento de un poblado y su delimitación:
San Miguel Chapultepec. En el mismo folio están los nombres
de los propietarios, así como sus títulos de pertenencia,
en lo que demuestran que ya estaban asentados legalmente en ese
sitio (todos los firmantes aparecen con su nombre compuesto: Dn.
Juan Huitzilihuitz Chimalpopoca, Dn. Alonso Acamapich, son algunos
ejemplos.”
Aquí
mismo se describe la construcción dedicada a San Miguel Arcángel
en 1521, así como la descripción del inventario y
costo de cada objeto del templo; el cual, según el arquitecto
John McAndrew en un libro sobre capillas abiertas y arquitectura
mexicana del siglo XVI mantiene la hipótesis de que Claudio
de Arciniega hubiese construido una iglesia circular en el pueblo.
Con
el paso del tiempo una de las máximas del gobierno colonial
respecto a la corona española, el Obedézcase pero
no se cumpla, se aplicó también para el bosque otorgado
por el rey a sus súbditos americanos:
“A
pesar de que Chapultepec pertenecía oficialmente a la ciudad
de México y a sus habitantes, estaba cercado, según
se afirma, con pretexto de proteger los manantiales que surtían
a la ciudad y para que los cazadores no tuvieran acceso a las liebres,
conejos, ciervos y gamos, sólo permitidos a los virreyes.
El primer entusiasta de estas ideas fue el virrey Don Antonio de
Mendoza en 1537.”
Según
el libro consultado, también su sucesor, “don Luis
de Velasco, no sólo mandó una vez amurallar el bosque
y convertirlo en coto de caza, sino que también dispuso edificar
una mansión de recreo en el mismo lugar en el que estuvo
el antiguo Palacio de Moctezuma.
Por
ello fue que tras destruir los palacios de Nezahualcóyotl-Moctezuma
se edificó sobre sus ruinas un nuevo edificio destinado como
casa de campo para el representante del rey en la Nueva España.
En él los virreyes pasaban cortas temporadas de veraneo:
alrededor de dos o tres semanas por año según explica
Amparo Gómez, y allí se realizaban corridas de toros
así como caza deportiva.
Este
palacio de descanso era utilizado como el primer sitio de reposo
para los virreyes antes de iniciar su administración de la
colonia. Sin embargo, alrededor de 1739, la corona decidió
suspender este tipo de ceremonias debido a su derroche. Por lo que
a partir de ese año los gobernantes pasaban directamente
de Guadalupe al Palacio Virreinal de México y la residencia
quedó olvidada hasta 1766; cuando el virrey Carlos Francisco
de Croix pidió autorización del rey Carlos III para
su reacondicionamieno.
La
autorización arribó durante la administración
de su sucesor, Antonio María de Bucareli, quien consideró
caro el proyecto y ordenó su cancelación.
Finalmente
el palacio funcionó hasta 1784, cuando casualmente una fábrica
de pólvora instalada sobre la actual avenida de los Constituyentes
estalló por la noche, causando gran mortandad en los habitantes
de San Miguel Chapultepec y dañando el edificio que tuvo
que ser demolido para dejar su lugar a uno nuevo.
La
edificación original de este nuevo palacio fue iniciada entre
1784 y 1785, por orden del virrey Bernardo de Gálvez. Sin
embargo su imagen actual data de fines del siglo XIX. De hecho las
obras fueron interrumpidas debido a lo incosteable de la edificación
para las autoridades novohispanas. Es por ello que la corona española
dictó que el recinto debería ser ofertado a algún
noble que deseara una casa de veraneo en la cima de un monte.
Es
por ello que el actual Castillo de Chapultepec pasó los últimos
años de la regencia española en construcción;
al fracasar el intento de la corona por arrendarlo. El olvido continuó
en los años subsecuentes pues con el inicio de la revolución
de Independencia se dejó de lado este proyecto hasta 1833.
En
ese año, explica Amparo Gómez, “se promulgó
una orden gubernamental para utilizar parte del edificio como Colegio
Militar. De hecho, la construcción conocida como el Caballero
Alto fue destinada para ser la primer sede de un observatorio astronómico
que formara parte de la educación de los cadetes. Se derribó
la capilla de San Miguel Chapultepec situada en la parte más
alta del cerro, para dar lugar al Torreón del Colegio Militar.”
Sin
embargo fue hasta 1874 cuando se funda definitivamente el Observatorio
Astronómico Nacional de Chapultepec, proyectado desde 1863
por el ingeniero Francisco Díaz Covarrubias, por mandato
del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, a través
de su ministro de Fomento, Vicente Riva Palacio.
El
proyecto de 1833 no fue el fin del abandono para el Castillo. En
ese año las instalaciones continuaron en ese estado, debido
a la inestabilidad económica que imperaba en el país.
“Por ello,” explica la historiadora, “el proyecto
se finaliza hasta 1841 y el Colegio inicia sus funciones hasta el
año siguiente.”
Estos
datos son suficientes para comprobar que la edificación histórica
más importante del poniente de la ciudad de México
es una obra que se ha adecuado de acuerdo a las necesidades de las
diferentes épocas que ha vivido. En su inauguración
oficial la distribución del edificio era: la parte del acceso
principal como Colegio Militar y la parte trasera, el Alcázar,
como un recinto para los virreyes; el cual por los motivos arriba
mencionados no había sido utilizado; ni lo sería hasta
1864.
En
1836 los habitantes de Texas deciden separarse de México
y ser una nación independiente que posteriormente sería
anexada a los Estados Unidos. Sin embargo el conflicto prevaleció,
cuando los norteamericanos decidieron intervenir también
en Nuevo México y California.
El
ejército mexicano, comandado por el presidente de la República,
el general Antonio López de Santa Anna marchó a defender
los territorios invadidos; mientras que su oponente, el general
Winfield Scott, ataca por el puerto de Veracruz y avanza casi sin
resistencia hasta la ciudad de México, donde disputan batallas
en las afueras.
El
último reducto fue el Castillo, en ese entonces sede del
Colegio Militar. Los historiadores modernos, tal como el profesor
Antonio García Donat describen estos momentos como sigue:
“En
1827 se dio la orden para trasladar la Academia Militar de Veracruz
a la ciudad de México, donde funcionó en edificios
inadecuados. Hasta que se decidió ubicarla en el Castillo.
Así proporcionó instrucción profesional en
algunas materias como geografía y astronomía.”
“En
la batalla del Castillo de Chapultepec,” continúa el
relato, “el general Nicolás Bravo, con la ayuda tardía
del Batallón Activo de San Blas, al mando del coronel Felipe
Santiago Xicoténcatl y los cadetes del Colegio Militar, defienden
heroicamente el Castillo el 13 de septiembre de 1847.”
“Durante
la contienda pierden la vida los estudiantes conocidos como los
Niños Héroes, el coronel Xicoténcatl y varios
soldados y cadetes. El general Nicolás Bravo es hecho prisionero,
mientras que los habitantes de la ciudad participan al lado de los
soldados en la defensa del país. Pese a eso, el 15 de septiembre
de 1847 la bandera de las barras y las estrellas ondea en el Palacio
Nacional.”
Este
evento ha cubierto de gloria a seis cadetes del Colegio Militar,
los cuales han sido inmortalizados por sus sacrificio en servicio
de la soberanía mexicana. Varios monumentos han sido levantados
en su honor. Uno de ellos denominado Altar a los Héroes de
la Patria el cual encierra en su solo nombre la importancia que
la historia oficial ha cedido a los Niños Héroes.
Sin embargo la documentación sobre la existencia de estos
personajes es dudosa.
Amparo
Gómez resolvió esta controversia al explicar que:
“los Niños Héroes no son un mito. En septiembre
de 1847 el Colegio Militar contaba con alrededor de 100 alumnos
inscritos. En los últimos días del mes de agosto y
los primeros del mes de septiembre de ese año los alumnos
son licenciados para volver a sus casas por lo que el Colegio es
evacuado. Sin embargo, alrededor de la mitad de ellos decidieron
volver a su escuela para prestar sus servicios a la nación,
participando y muriendo en la Batalla del 13 de septiembre.”
Lo
que no se tiene documentado aún, de acuerdo a la explicación
de la investigadora del Museo Nacional de Historia, es el nombre
de los seis cadetes que han sido inmortalizados por su sacrificio:
Vicente Suárez, Agustín Melgar, Fernando Montes de
Oca, Francisco Márquez, Juan Escutia y el teniente Juan de
la Barrera.
“En
los documento de esos años se habla de los Cadetes del Colegio
Militar que murieron en combate. Mientras que el concepto de Niños
Héroes data de la inauguración del primer monumento
edificado en su honor, el cual data de 1881. Antes no hay pistas.”
Al
hablar sobre esta controversia histórica, Gómez explica
que personalmente prefiere mantener esa media verdad para honrar
a quienes verdaderamente murieron en combate: cadetes del Colegio
Militar y miembros del Ejército Mexicano.
“En
los niños se forma el ideal de patriotismo y ellos vienen
con la ilusión de saber en donde murieron los Niños
Héroes o de dónde se lanzó Escutia enredado
en la bandera. Y aunque no sabemos si de verdad se enredó
en ella y cayó o iba huyendo y tropezó. No hay un
escrito. Lo cierto es que los seis representan el amor a un ideal.”
De
hecho, como complemento a este episodio la historiadora refiere
que durante los festejos del centenario de la Independencia de México
en 1910 se rindió homenaje a un combatiente del ’47,
el cual narró como regresaron los cadetes después
de haber sido evacuados porque “a esa edad el miedo no existe
y los jóvenes querían estar presentes en los acontecimientos
de la historia con la idea de que en algo podían ayudar.
Además no peleaban en blanco”, concluye la entrevistada.
Para
finalizar con este episodio, Gómez refiere que en cuanto
a la muerte de Escutia: “gente seria ha investigado la trayectoria
del lanzamiento desde el Torreón del Castillo. Nadie puede
saltar porque para llegar desde allí a la falda del cerro
se necesitan alas. Mientras que el torreón que mira hacia
Polanco fue construido en 1920 por cuestiones de equilibrio arquitectónico.
Por eso se cree que el cadete pudo haber caído desde la torre
que se encuentra al oriente del edificio y mirando al oriente.”
Tras
el fin de la invasión, los problemas políticos continuaron;
Chapultepec por su parte permaneció en descanso preparándose
para entrar en acción a los pocos años. Después
de 1847, las instalaciones quedaron dañadas aunque siguieron
funcionando como Colegio Militar hasta 1864, cuando aconteció
la segunda intervención extranjera en el país.
Con
el fin de la Guerra de Reforma, tropas francesas son enviadas a
Veracruz por del emperador Napoleón III para establecer un
protectorado que hiciera frente a las ideas expansionistas de los
Estados Unidos hacia el sur del continente. Este plan contemplaba
la participación del Partido Conservador Mexicano, que quería
un mandatario extranjero que gobernará mediante la monarquía.
El
noble que aceptó el trono fue el archiduque Fernando Maximiliano
de Habsburgo, hermano menor del emperador de Austria Hungría,
Francisco José.
Después
de derrotar al ejército Liberal Mexicano; el emperador y
su esposa, Carlota Amalia de Bélgica, prima de la reina Victoria
de Inglaterra, decidieron establecer su residencia en este recinto.
Actualmente
en las salas del Museo Nacional de Historia, se explican algunas
de las modificaciones que sufrió el edificio; así
como los objetos que fueron traídos ex profeso para uso del
los emperadores:
El
libro de Susanne Igler, Carlota de México, narra algunas
de las primeras experiencias de los emperadores con su nueva residencia,
así como las modificaciones ordenadas por ellos mismos y
su contacto directo con el Bosque:
“El
entusiasmo aumentó durante los primeros días de estancia
en México,[…] cuando los emperadores visitaron el Hospicio
de Pobres, luego la casa de campo del señor Antonio Escandón
en Tacubaya y el Castillo de Chapultepec, cuya vista es ‘quizá
una de las más bellas del mundo’.”
De
paso, también se dice que el emperador austriaco prefirió
establecer su residencia en Chapultepec, más que por razones
de extravagancia o de búsqueda de un suntuoso edificio, por
razones de salubridad. Esto debido a que el Palacio Nacional posiblemente
padecía de la presencia de ratas en sus instalaciones.
“Maximiliano,”
continúa Igler, “eligió este edificio antiguo
como residencia imperial y ordenó iniciar de inmediato extensos
trabajos de remodelación, procediendo a ocuparlo apenas seis
días después de su llegada a México. A partir
de entonces residieron en el Bosque; el emperador en alusión
a su Castillo de Trieste, Miramar, solía llamarlo Miravalle
y despacharon en el Palacio Nacional de México.”
Además,
se contempló a construcción de una magna obra digna
del imperio: “Maximiliano hizo conectar ambos palacios mediante
una amplia y suntuosa avenida, para la cual compró vastos
terrenos. Paradójicamente, esta vía años después
vino a llamarse Paseo de la Reforma en homenaje al gran antagonista
del emperador, Benito Juárez, y sus famosas Leyes de Reforma,
en una de esas bromas que la historia le juega a los muertos.”
Mientras
que Egon Caesar Conte en su libro Maximiliano y Carlota narra que:
“El lugar se comunicaba con la ciudad sólo por las
calzadas de Chapultepec y de la Verónica. Para agilizar el
traslado hacia su residencia, en el Palacio Imperial –hoy
Nacional-, su gobierno adquirió terreno necesario para abrir
el Paseo del Emperador, que iniciaba a la entrada el Bosque y remataba
en la glorieta del monumento ecuestre del rey español Carlos
IV, ‘el Caballito’, del escultor Manuel Tolsá.
La avenida fue llamada posteriormente Paseo de la Reforma y en 1875
fue adornada con árboles, glorietas, prados, glorietas y
bancas, por órdenes del presidente Sebastián Lerdo
de Tejada.”
En
cuanto a la vida cotidiana de los emperadores extranjeros en el
Castillo Igler explica: “La vida de los monarcas implicaba
una estricta disciplina laboral: Maximiliano solía levantarse
a las cuatro de la mañana-Carlota un poco más tarde-,
para disfrutar el fresco amanecer en una cabalgata por el hermoso
Bosque.”
En
este período, la imagen del Bosque fue modificada puesto
que la zona selvática que circundaba la parte trasera de
la casa del emperador fue modificada: se abrieron calles y avenidas.
Además Maximiliano mostró su afición al estudio
de los animales ordenando la instalación de un zoológico
y una pajarera.
Otros
testimonios acerca del Chapultepec de este tiempo provienen de infinidad
de visitantes extranjeros que vinieron al país a conocer
este intento por incorporar la civilización europea en un
país considerado todavía bárbaro. J. F. Elton
en su libro With the french in México, es uno de estos testigos:
“Para dar realce al palacio […], Maximiliano dispuso
se diese belleza a la antigua Plaza de Armas, la que fue cubierta
con plantas florales, callejuelas y fuentes, donde noche a noche
se reunían cientos de personas para escuchar una banda austriaca.”
En
cuanto al interior del Palacio, José C. Valadés hace
la siguiente descripción:
“El propio Palacio sufrió transformaciones; aunque
la parte norte fue ocupada por las oficinas del Ministerio de Hacienda
y no fue modificada. Pero en el ala sur, las pequeñas salas
en el segundo piso fueron convertidas en un gran salón llamado
de ‘Embajadores’, cuyos muros se cubrieron de tapiz
carmesí traído de Europa y sobre el cual estaba bordado
el escudo de armas del Imperio.
Las
columnas y arcos del patio, apellidado hoy ‘presidencial’
fueron desencaladas dejándose al descubierto una hermosa
piedra labrada. El pavimento del mismo patio quedó cubierto
de pasadas losas. Todo el mobiliario era europeo.
El
primer piso se ocupó para las habitaciones de la pareja.
El emperador eligió para aposento una pieza con vista a los
patios interiores. La alcoba comprendía una pieza donde trabajaba
y otra donde recibía.”
Otras
modificaciones son relatadas en el Diario del Imperio. “En
1865 con la ausencia de Carlota, el emperador mandó abrir
calzadas, cegar pantanos, extender el Bosque, fundar un jardín
zoológico y dar acceso al público a las calzadas,
disponiendo que los 661 mil pesos que tuvo el costo de las reparaciones
se pagase de su bolsa particular.”
Para
mediados de 1867, la situación política hizo insostenible
el proyecto imperial en nuestro país; por lo que el bando
liberal venció definitivamente a los intervencionistas franceses
orillándolos a sitiarse en la ciudad de Querétaro.
Sin
embargo, según narra el libro Chapultepec, “fue tal
la devoción de Maximiliano por su Castillo de Miravalle,
que en medio de los proyectiles republicanos que zumbaban alrededor
del atrio del Convento de la Cruz en Querétaro, aún
dictaba órdenes relacionadas con la ornamentación
de su etérea y neoclásica cumbre.”
Con
el fusilamiento del emperador en el cerro de las Campanas y la repentina
locura de la emperatriz, quien en esos días se encontraba
en Europa buscando apoyo para sostener el gobierno de su marido,
el Castillo quedó como el baluarte del gobierno ilegítimo.
Por ello el presidente Juárez prefirió seguir despachando
en el Palacio Nacional y abandonar el lujoso palacio.
A pesar
de esto, el libro narra que el Benemérito oaxaqueño
“disfrutó el Castillo en una sola ocasión, y
(las noticias de la época) se refieren a la noche que presuntamente
pasó allí antes de entrar triunfalmente a la ciudad
de México, después de vencer a las tropas imperiales
en julio de 1867. En ese mismo año Juárez dispuso
que el palacio regresara a sus funciones como Colegio Militar, orden
que, por motivos desconocidos, no se llevó a efecto.
El
presidente Juárez murió repentinamente en 1872. Con
este acontecimiento el Castillo se vio nuevamente favorecido; ya
que el presidente interino, Sebastián Lerdo de Tejada, emprendió
nuevas obras con el fin de convertirlo en Residencia Presidencial.
Aunque las fuentes consultadas no precisan más información.
Sólo se puede agregar que durante esta administración
se habilitó el Caballero Alto para ser sede del Observatorio
Astronómico.
Al iniciar su segunda administración, sucediendo en el cargo
a su compadre Manuel González, Porfirio Díaz emprendió
una serie de mejoras para el país; las cuáles han
sido cuestionadas por las consecuencias que atrajeron a la sociedad
mexicana. Quizá con razón, porque a fin de cuentas
su dictadura desencadenó la Revolución Mexicana en
1910.
Sin
embargo, por primera vez desde su entrada a la vida independiente,
el país pudo vivir 30 años en estabilidad económica,
alejada de conflictos bélicos o convulsiones políticas.
El
Bosque de Chapultepec es uno de los símbolos de la pretendida
modernidad en la que el gobierno de Díaz intentó llevar
al país. Ya que a finales del siglo XIX el Palacio Imperial
sería utilizado nuevamente como casa de veraneo para el mandatario,
a partir de 1894. Mientras que al bosque se le dieron toques europeos
con el fin de embellecerlo.
“Al
llegar 1876, el Castillo fue desempolvado y desde esa fecha hasta
1911 su rostro fue adquiriendo nuevos rasgos. Como el gusto de entonces
lo dictaba la Francia de la Belle Epoque, la estancia perdió
algo de su anterior combinación –neoclásica
por fuera y austriaca por dentro- para recibir a cambio algunas
de las facetas de la moda gala.”
Como
complemento de la cita anterior perteneciente al libro Chapultepc,
según explican los cedularios del Museo Nacional de Historia,
“Díaz instaló en el Alcázar la residencia
oficial de los presidentes y mandó adaptar, en lo que quedaba
de la antigua construcción colonial, la nueva sede del Colegio
Militar en 1881.”
Además
la mano del general oaxaqueño también se percibe en
mucho del diseño y conformación del Bosque actual.
Durante su mandato se hicieron diversas construcciones como La Casa
del Lago y los Lagos Mayor y Menor, se instalaron diferentes estatuas
y fuentes que actualmente se encuentran en las inmediaciones de
la Avenida Heroico Colegio Militar.
También
fueron edificadas las rejas periféricas y se crearon accesos
monumentales, como la Puerta de los Leones y el Puente que comunica
el acceso principal al Bosque con el Paseo de la Reforma.
“Fue en 1877 cuando se construyó una nueva portada
para entrar al antiguo bosque. Cinco arcos con grandes rejas de
fierro, de la cual tuvo por dimensiones: noventa y cuatro metros
de ancho, incluyendo verjas laterales. Al año siguiente,
se colocó en el Castillo una escalera de mármol con
pasamanos de latón, misma que desembocaba en un corredor
con piso también de mármol y cuyo techo es sostenido
por columnas de fierro. Varios autores insisten en que dicha escalinata
había estado arrumbada en las bodegas el Castillo, quizás
desde tiempos coloniales.”
Otras
de las obras en el Castillo, descritas en el libro Chapultepec,
fueron encaminadas a aumentar sus dimensiones pues en el costado
norte se levantaron en un nivel más bajo que los sótanos,
tres cuartos habilitados como bodegas.
Se
hicieron habitaciones para conserje y un corredor que las unía
con la cocina. Mientras que del lado poniente, zona perteneciente
al Colegio Militar, se agregó un edificio nuevo de tres pisos
que contaba con varios patios, una especie de alberca, un baño
regadera y una enfermería. Sin embargo estas instalaciones
fueron derrumbadas en 1917 por mandato del presidente Carranza.
“El diseño actual del Bosque (de la Primera Sección)
es, en gran medida, el que se realizó entre 1898 y 1910 a
iniciativa de José Yves Limantour, secretario de Hacienda
de la época. En aquellos años se empedraron avenidas
y se abrieron calzadas y plazas; en diversos rincones del parque
se construyeron fuentes, auditorios, monumentos y, entre otras obras,
dos lagos artificiales con lanchas de alquiler.”
Se
estableció (en la parte más alta del Castillo) el
Observatorio Nacional en 1878 y uno de sus cuartos fue ocupado por
instalaciones telegráficas que mantenían en comunicación
al presidente con el resto del país.
A sólo
dos años de la invención del teléfono en Estados
Unidos se realizó el 16 de septiembre de 1877 la primera
transmisión telefónica experimental en México;
la voz del mandatario se escuchó al mismo tiempo en el Castillo
y en el Palacio Nacional en el centro de la ciudad.
Además
se construyeron dos elevadores: uno eléctrico fabricado en
Francia, con caja de acero y vidrio, el segundo impulsado mediante
energía hidráulica, que comunicó desde 1896
la base del cerro con el primer piso y el jardín del Alcázar.
Como
ya se mencionó antes, un personaje vital para conformar la
imagen que goza actualmente el Bosque de Chapultepec fue José
Yves Limantour.
De
hecho, su obra va más allá de las acciones concretas
para embellecer el lugar. Con él al frente del proyecto se
creó una Junta para vigilar y embellecer el bosque, además
de promover la compra de terrenos particulares, aumentando su extensión.
Se sembraron nuevos árboles y prados y se trazaron las calzadas
actuales.
Así
mismo, según las obras consultadas para la presente investigación,
“se crecieron pequeñas colinas artificiales, se colocaron
ruinas simuladas y estatuas traídas de Francia, Bélgica
y Suiza; el zoológico fue modernizado y se levantó
un jardín botánico; se abrieron kioscos para el consumo
de antojitos. En realidad, parece obvio que el deseo de Limantour
era el de hacer un parque similar al parisino Bosque de Bolonia”.
Otra
de las obras distintivas en el actual Chapultepec es la construcción
del los lagos Mayor y menor, los cuáles también datan
de los albores del siglo XX:
“El
mayor contaba con más de un metro de profundidad, con el
fin de que lanchas de remos pudieran navegar. […] Sobresalían
ahora dos islotes, en uno de los cuales se edificaba un mirador;
se pretendía que éste fuera la obra arquitectónica
más bella del lugar: […]Se elevará 40 metros
sobre el nivel del lago, y desde allí se dominarán
los volcanes, el bosque, los lagos y todo el paisaje que se está
formando para ser inaugurado durante el Centenario. Está
constituido por una plataforma sobre la cual se apoyan seis columnas
de estilo griego, en las que descansa un entablamiento decorado
que sirve de soporte a una cúpula esférica, llegándose
a ella por escalinatas, que descienden por los flancos de la isla
hasta el nivel del agua.”
Como
consecuencia de estas modificaciones, éste centro no sólo
era disfrutado enteramente por el presidente y su familia durante
los calurosos veranos. Crónicas de la época narran
que:
“El
pueblo mismo sin importar la jerarquía social, encontraba
refresco en una de las albercas del bosque: La Alberca Grande, llamada
de los Nadadores: Aquellos baños, de estilo pompeyano, han
sido en los meses calurosos el punto de reunión de los afectos
a nadar y a refrescarse.
[…]
Hay además recipientes chicos y cuartos para los que no gusten
bañarse en reunión; éstos son de estilo muy
agradable, con estanques surtidos por el agua de la alberca, y situados
en medio de jardines con calles de arena sombreadas por fresnos
y sauces llorones. Pocas diversiones tienen el bullicio y el contento
que los días de campo en Chapultepec, hay mucha agitación
y el aire del campo da a las facciones un tinte especial de salud
y bienestar.”
Por
último se inauguró al final del siglo XIX el primer
monumento a los Niños Héroes, instalado a un costado
del cerro, la Tribuna Monumental, hoy dedicada a los miembros del
Escuadrón 201 y se construyó un pabellón de
fierro y vidrio, anteriormente conocido como Café Chapultepec.
Al
acercarse los festejos del Centenario, en septiembre de 1910, se
dice que el ministro Limantour visitaba cada tercer día el
bosque para supervisar las obras emprendidas. Sin embargo, a pesar
de su esfuerzo fue seriamente criticado, incluso después
de su muerte. Esto debido a presuntos destrozos realizados en pos
de la pompa del festejo. En el libro Chapultepec se explica que:
“…Se
le impugnó al ministro el haber intervenido en los destrozos
hechos sobre los relieves mexicas, que por ese entonces podían
apreciarse al pie del cerro. El pintor Diego Rivera, en una carta
dirigida al director del Castillo, denunciaba a Limantour calificándolo
de criollo de extracción francesa, nouveau riche, snob, rastacuero
y anti-mexicano.”
Después
de este proceso de modernización que vivió el país
durante los últimos años del siglo XIX y los albores
de la centuria pasada, se sobrevino la Revolución Mexicana;
Chapultepec continuó siendo residencia presidencial. Allí
habitaron Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro
Obregón, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil,
Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez.
La
casa de veraneo fue capaz de superar esta vez, el final del régimen
que le llevó a la gloria. Después del derrocamiento
de Díaz, el Alcázar fue convertido en Residencia Presidencial
hasta 1939. De hecho, el presidente Francisco I. Madero ordenó
algunas modificaciones como: la ampliación de algunos corredores
por el área del Alcázar y obras en el Salón
de Boliche, decorado en color y con relieves en los frisos.
Otro
mandatario revolucionario, Venustiano Carranza, mandó durante
su administración la restauración de la Escalera de
Honor, además de hacer varios arreglos en la sección
residencial.
Por
otra parte, el general Obregón durante la década de
los veinte ordenó el levantamiento del ala poniente por cuestiones
estéticas y la destinó como Contaduría Mayor
de Hacienda o Contraloría General de la Nación. Posteriormente
esta sección sería ocupada por la Dirección
de Estadística Nacional. Esta zona fue construida con arquitectura
de Neoclásico Tardío. También se demolieron
secciones del ex Colegio Militar y se levantaron paredes y jardines.
Se
construyó una nueva rampa de acceso. También Obregón
ordenó la realización de un nuevo monumento a los
Niños Héroes, concluido en 1924 e instalado en la
terraza de la fachada poniente. Consta de seis esculturas realizadas
por Ignacio Asúnsolo y diseño arquitectónico
de Luis Mac Gregor, con el que se colocaron dos pérgolas
y un espejo de agua que subsisten hasta la actualidad.
Durante
esta época, 1920, se instaló el alumbrado eléctrico;
además de la colocación de las puertas en la entrada
al Bosque, la Plaza de Entrada de la Fuente del acueducto por la
avenida Chapultepec y la Entrada de los Leones por el Paseo de la
Reforma, denominación otorgada por la presencia de un par
de leones de bronce dorado que habían sido encargados para
ser colocados en la escalinata del palacio del Poder Legislativo
Federal.
Finalmente,
para 1939, por mandato de otro general revolucionario el Bosque
de Chapultepec y su Castillo cambiaron radicalmente su objetivo
en servicio del pueblo de México. Lázaro Cárdenas
decretó la construcción de una nueva Residencia Oficial,
situada junto al bosque, en la antigua Hacienda de la Hormiga para
convertir el Castillo en sede del Museo Nacional de Historia y hacer
del lugar un recinto de esparcimiento y resguardo del patrimonio
histórico y cultural del país.
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