La TRANS/formación del Norte



Ximena Narea*



Una de las características de la globalización es, se dice, el encuentro de individuos de y en distintos contextos culturales. En la década de los 90, en varios países de Europa se organizaron muestras con artistas que vivían en una situación bi-cultural, es decir que habían nacido en un país (especialmente del Tercer Mundo) y vivían en Europa o Estados Unidos. En Escandinavia, los artistas que se han formado o que han decidido establecerse en estos países, normalmente han tenido un largo camino que recorrer con miras a una integración en el medio cultural en que viven. El concepto «internacional» no los alcanza, pero tampoco califican en el concepto «nacional» por cuanto se los considera extraños, lo que no ocurre con un artista consagrado en el circuito Nueva York-Europa Central, que jamás ha estado en Escandinavia, pero que tiene el privilegio de exponer en el Museo de Arte Moderno de cualquiera de estos países. Entonces se habla de «globalización» y de elementos culturales comunes, que se ha convertido en el cliché más sonado de las últimas décadas.

Trans//Form es un intento por ver esa «globalización» o mejor dicho co-existencia de varias culturas desde un punto de vista interno. Los 13 artistas participantes viven en Escandinavia pero provienen de distintos lugares geográficos y contextos culturales: «son en muchos sentidos paradigmas de intrincados aspectos del proceso de globalización cultural» según escribe Marith Hope, curadora general, en el catálogo de la exposición. Ciertamente, la globalidad se vive en primer lugar en un nivel local con la presencia de grupos culturales que hasta hace unas décadas sólo vivían en otros continentes. El título Trans//Form se explica como un proceso de cambios que ocurre a estos artistas, es decir a «ellos», a raíz de su migración. Ciertamente, estos artistas experimentan la «otredad» al ser «ellos» y no «nosotros» cuando se habla de miembros de una cultura en la que viven y participan. Sin embargo, en la medida que «ellos» viven dentro de la cultura escandinava, ésta también está experimentando un proceso de transición y transformación cultural. La exposición es una muestra de esa transición y del despertar de la conciencia local sobre su propia realidad: de pronto se empieza a descubrir que hay expresiones culturales al interior de la cultura dominante que no habían sido advertidas, lo cual no quiere decir que no existían.

El criterio de selección de los artistas fue diferente en cada país. En Suecia y Dinamarca, el método fue el clásico, es decir, una selección basada en el conocimiento previo de parte del curador de un cierto número de artistas. En Noruega el conocimiento previo no existía, por lo que se hizo un llamado a través de la prensa al que respondieron 64 artistas de los cuales se seleccionaron cuatro. Las organizaciones involucradas de los países escandinavos trabajan con proyectos interculturales en distintas categorías; éstas son Intercult (Suecia), galería Shambala (Dinamarca) y Du Store Verden! y Artists in Motion (Noruega). Marith Hope, curadora general, es directora de programas de Exposiciones Itinerantes de Noruega. Los artistas participantes tienen una larga trayectoria en el campo del arte, han llegado a Noruega por distintas razones y muestran a través de sus obras su anclaje en el lenguaje conceptual contemporáneo.

Artistas participantes:
Suecia: Peter Backhaus, FA+ (Ingrid Falk & Gustavo Aguerre), Peter Johansson, Charles Njau
Noruega: Fahad Kalatary, Tomasz Ozdowki, Robert Sot, Jeremy Welsh
Dinamarca: Marco Evaristti, Anna zadros Hansen, Jorge Monrás, Miguel Vega Olivares, Kahled Ramadan.

La exposición empezó su itinerario el 1 de junio en la sala de exposiciones Konstnärshuset de Estocolmo. Las siguientes paradas son Copenhague y Oslo.


Peter Backhaus: 119 Human portrits
Peter Backhaus (Alemania, 1947, radicado en Suecia desde 1968). El recorrido por la serie de pequeños retratos en sepia de mujeres, hombres y niños que parecen presentar anomalías físicas o mentales es interrumpido por imágenes de un hombre desnudo que imita la posición de alguno de los retratados. Estas paráfrasis no siempre están ubicadas en directa relación con la fotografía comentada sino que nos invitan a encontrar la fuente mientras en el trayecto empezamos a cuestionar esa primera impresión de «anomalías» y empezamos a ver seres humanos. Un poco descontextualizadas estaban las pinturas naturalistas de gran formato que repetían en color tres de las imágenes de la serie.

Charles Njau:
Integración, 2001
Njau (1950, Tanzanía, vive en Suecia) usa tres elementos que nos orientan a hacer la asociación con la integración: la imagen de lo que puede ser un cuero de cebra, una bañera y los colores usados para pintar estos dos objetos: el azul y el amarillo, que son los colores de la bandera sueca. Los trofeos de caza de animales salvajes suelen ser uno de los clichés con los que se representa el «encuentro» con la cultura africana. En la obra, un cuero de cebra está «colgado de la pared», pero las rayas son azules y el resto amarillo. El cuero parece haber sido lavado en la bañera, que también tiene los colores azul y amarillo. La imagen puede asociarse a un dicho popular sueco que reza: «Las rayas nunca desaparecen» /Ränderna går aldrig ur . La conclusión es que por más que un individuo se «bañe» en otra cultura, nunca va a perder los rasgos fundamentales que lo hacen ser lo que es. La integración debe interpretarse entonces como el asumir los códigos de la cultura en que se vive, sin que eso signifique la negación de otros códigos.

Marco Evaristti:
Phoolan Devi (20+), 2001
Evaristti (Chile, 1963, radicado en Dinamarca) trabaja con los límites culturales entre la vida y la muerte. Pholan Devi (20+) es la primera obra de una serie con 10 mujeres clasificadas como «serie killers». La instalación hace alusión a la posición subordinada de la mujer en la sociedad, posición que la cultura occidental ha establecido desde la saga bíblica. Evaristti usa una radiografía de su tórax para indicar el origen de la mujer (una costilla de hombre); su culpa en la expulsión del hombre y la mujer del paraíso está señalada con unas manzanas que el artista hizo dibujar a algunas mujeres en el aeropuerto de Arlanda. El objeto principal de la instalación es un mueble de cocina forrado con toallas higiénicas cubiertas con un plástico fino que nos habla del lugar de la mujer en el hogar. Tres letreros en distintos lugares del mueble: Citizens of Behmai, Bandit Queen y Pholan Devi (20+) revelan datos centrales de la protagonista de esta primera historia. La historia de esta popular figura indú está muy bien elegida; Devi sufrió la doble opresión de una sociedad machista y dividida en castas. Sobre su historia se encuentra mucha información en Internet.

Kalled Ramadan:
Bulled collection, 2000
Ramadan (El Libano, 1964, vive en Dinamarca). Las cinco piezas tienen elementos direc-tamente relacionados con el desastre de la guerra; pero también con la vida cotidiana: dos cepillos de dientes cuya cerda está formada por balas, unas nuevas y otras gastadas por el uso; la granada de mano atada con dos condones, las velas que parecen esperar ser encendidas están coronadas por una serie de balas, lista a estallar. Ni siquiera la cuerda del ahorcado se salva de las balas. Una quinta pieza consistente en un díptico con imágenes que se complementan es una alusión directa a Hitler; el bigote está hecho de balas. Un detalle interesante es la huincha de medir con la marca Ikea. Se sabe que Kamprad, fundador del imperio de los muebles armables, durante su juventud tenía simpatías por los nazis. Aquí la vida cotidiana adquiere otro contexto, y sin embargo también se lo puede asociar al desastre de la guerra. Las piezas están impecablemente realizadas, el uso de elementos sencillos les da un efecto dramático.

La pintura también ocupa un lugar destacado en la exposición con obras de Miguel Vega Olivera (Chile, 1952) y Jorge Monrás (Argentina, 1951), ambos residentes en Copenhague desde mediados de los años 70.

Miguel Vega Olivares:
Conversación conmigo mismo, 2000
Las pinturas de colores fuertes de Miguel Vega me recuerdan las de los aborígenes australianos. Sus Conversación conmigo mismo y Sueños quebrados nos trasladan a un tiempo de sueño, pero a diferencia del Alchera australiano que habla del tiempo en que los espíritus que vivían bajo la tierra se levantaron y caminaron por la superficie dando forma al paisaje y creando a la humanidad, Vega cuenta su propia creación como persona. En su relato, Vega mezcla el pasado con el presente, un pasado que transcurría por las calles de Valparaíso y un presente que va dejando huellas en calles de otro continente. La impresión directa de pies y manos y los interminables caminos y recobecos que pinta expresan las dos huellas que va dejando el andar, una huella hacia el exterior y otra hacia el interior.

Jorge Monrás:
Sin título, 2000
Con un lenguaje figurativo y técnica muy depurada, las imágenes de Monrás nos llevan a asociarlas con distintos aspectos del hombre en relación a su entorno social y en relación a sí mismo. Monrás juega con la percepción mediante la contradicción de direcciones y grados de nitidez de los elementos que usa, logrando que lo que a primera vista parece claro, evidente, súbitamente se vuelve lo contrario. La joven de vestido celeste, que en un momento parece escapar del hombre de cuernos, al siguiente momento pierde nitidez y parece acercarse a él. Un lente fotográfico aparece nítido y parece estar sostenido por un hombre que aparece difusamente, sin embargo se trata de un retrato y puede no ser el que sostiene el lente. En el tercer cuadro, una franja vertical en la parte izquierda ocupa casi 2/3 del espacio y parece influir al hombre ubicado en el cuadrado del centro de la serie de cuadrados de la derecha. La composición crea una serie de tensiones entre los espacios y entre el contenido de esos espacios. El título, que muchas veces dirige (y facilita) al espectador la interpretación de las obras acá no existe, acentuando la duda entre lo evidente y lo aparente. Monrás deja al espectador a su propia suerte en la búsqueda de interpretaciones.

Peter Johansson:
Things We don't understand, 2000
La participación del artista sueco Peter Johansson (Suecia, 1964) no deja de sorprender. La pregunta inevitable es ¿Qué tiene que ver un sueco en la primera exposición de artistas de origen no-nórdico en Escandinavia? ¿No se conocen suficientes artistas como para hacer una exposición con las características propuestas? Sin embargo, la participación de Johansson, cuya calidad artística no pongo en duda, se basa en la temática de su obra; Johansson trabaja con la idea de la transformación cultural sueca mediante el cuestionamiento de signos tradicionales «suecos». Su constante juego es poner al espectador frente a la cuestión de la nacionalidad: ¿Qué es lo auténticamente propio?





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