Reseñas


Sobre los últimos cuentos de Víctor Montoya


Universos imaginarios

Sobre los últimos cuentos de Víctor Montoya

Jaime Barrios Peña

Toda creación literaria sufre transformaciones esenciales en su construcción, girando en la dimensión de los signos y los símbolos que cubren los temas profundos del ser humano, si es que responde a su misión de auténtica libertad. En este caso el cuento, como breve narración, alcanza en las últimas décadas modalidades y estilos muy propios. Me refiero a la condensación de imágenes y situaciones en contraste que generan una visión sintética de hechos y sucesos humanos, en breves unidades de sentido y que requieren así también, de parte del lector, una rápida penetración en el contenido de lo escrito.

Víctor Montoya dentro de la corriente minimalista, que creó de manera muy propia augusto Monterroso, sigue este estilo literario en sus cuentos Entre tumbas y pesadillas. Encuentro en su lectura amplitud de contenidos y un significante persistente en temas de dimensión onírica. Y una de sus excelencias radica, a mi juicio, en optar por la vía del arte en general, como posibilidad de superar el dolor de lo inmanente que asfixia en la repetición en lo mismo. En su discurso literario se capta de inmediato el refugio lenitivo del sueño. Y es por este medio que alcanza la ubicación de las fuerzas ocultas que producen el poder destructor y la forma de vencerlos. Problemática que siguen confrontando los pueblos y las dictaduras que los oprimen.

La represión tendrá su fin y para ello, como lo apunta Víctor Montoya, seguirá la lucha por la libertad como la de los héroes en sus cuentos: el Che, Carmelo y otros. Sin embargo, hay algo en su discurso que considero fundamental, la aceptación de la "segunda muerte", como compromiso con la libertad, la cual se detecta como elemento virtual en su trabajo literario: Entre tumbas y pesadillas.


Universos imaginarios

Gabriel Chávez Casazola

Nuestro permanente colaborador Víctor Montoya, escritor boliviano residente en Suecia, acaba de enviarnos este su último libro, publicado en Lund.

Bajo el fúnebre título Entre tumbas y pesadillas la narrativa de Montoya encuentra aquí nuevos -y a veces sorprendentes- registros. Está presente, cómo no, su literatura de exiliado impenitente, perseguido por los viejos fantasmas (¿extintos o no tanto?) de los años de plomo. Pero también hacen su aparición otros universos imaginarios, no tan lúgubres como se podría pensar, sobre todo si se tiene en cuenta que los más apasionantes se agazapan tras los cuentos titulados Pesadilla I, II y III.

Personajes sencillos, pero capaces de atléticas destrezas mentales, verbales y vitales, son los que llenan y dan sentido a estos textos. Después de todo, como nos lo quiere transmitir Montoya, así es la gente corriente, así somos todos: barro capaz de maravilla. Pero también de espanto.

Y, en este punto de la escala, el autor demuestra toda la maestría cuentística que posee para comunicar horror a los lectores, entre golpe y golpe de ternura y compasión por nuestro común destino de inocuidad y podredumbre.